Víctor Corcoba Herrero*
Siempre nos hemos dicho; que año nuevo, sale case vida nueva. Tras los buenos deseos que todos nos intercambiamos, tadalafil empezamos a caminar con cierto júbilo espiritual y, estos caritativos propósitos que nos hemos injertado en el alma, hay que llevarlos a la realidad de la vida.
Cuántas vías de paz se proponen, e incluso se imponen, y, sin embargo, en materia de pacificación universal, los acuerdos distan mucho de la situación existente. Pero está bien insistir en ello, ponerse en situación de recomenzar y evaluarse. Unas veces porque nosotros mismos carecemos de paz en nuestro propio corazón.
Permanecer en la mentira, o en la verdad mal entendida, disimulando el engaño y disfrazando los designios, lo único que hace es acrecentar nuestra quiebra como seres humanos, como humanidad, como familia armónica. Al tesoro de la armonía se llega por el equilibrio natural de las culturas y de los cultivos ciudadanos.
Naturalmente, el gobierno más ensalzado por mí, será aquel que escucha a la ciudadanía y propicia una sociedad libre, responsable y democrática, en la que todos podamos vivir en unión y con iguales posibilidades. Cuando las raíces de nuestra vida moral están completamente podridas, o cuando la base de nuestra sociedad está corrompida por la falsedad, resulta complicado cimentar sentimiento alguno capaz de fraternizarnos.
Por eso, la ansiada paz social es también un horizonte cada día más lejano. El instinto dominador de unos sobre otros es la causa principal de tantas divisiones absurdas. Si en verdad tuviésemos conciencia de ser una única familia, la de la especie humana, quizás conviviríamos mejor y coexistiríamos más armónicamente.
Por tanto, pienso que nunca es tarde para empezar a abrazar los sueños a la vida que cada uno llevamos consigo. Si todos avivásemos nuestra concordia con el semejante, con el más próximo, estoy seguro que se derrumbaría la carrera de armamentos, y hasta la malicia humana entraría en destierro. En el fondo, son las relaciones con nuestro especifico linaje, lo que da sentido a nuestro diario caminar.
Pongamos el corazón y dejémonos sorprender por él. Convencido de que únicamente una vida donada a los demás es una vida vivida y que, en todo momento, merece ser revivida, propongo el firme deseo de la reflexión. Es bueno ponerse a pensar, no hace falta saber mucho, sólo hay que dejarse remover por la conciencia.
Especie que no medita, difícilmente puede continuar por mucho tiempo. Por cierto, en esa línea de mover sensibilidades ciudadanas, me parece una acertada idea que Naciones Unidas haya proclamado la Década Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024), citando la necesidad de fortalecer la cooperación nacional, regional e internacional en relación con el pleno disfrute de los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de las personas de ascendencia africana, y su plena e igualitaria participación en todos los aspectos de la sociedad.
En su último mensaje del 2014, uno de los líderes actuales con mayor aceptación a nivel mundial, el Papa Francisco, instó a sus fieles a no olvidar “la fugacidad de la vida”. Como humanos, dijo, hay “un tiempo para nacer y un tiempo para morir” y “el Año Nuevo es también tiempo para reflexionar sobre nuestra mortalidad”, sobre “el final del sendero de la vida”.
*Escritor