Por Wilfredo Arriola
“Hablo de aquellos años honestamente rotos”. Empieza un poema de uno de mis autores favoritos, mientras lo leo, medito en las circunstancias que nos implica llorar, reparo en que las lágrimas son las emisoras que nos anuncian que estamos partiendo de un momento, de un lugar, de una persona, de un tiempo en particular. Son quizá, esa señal que algo ha terminado.
Hemos llorado también de alegría, ese éxtasis nos invoca algo más, es despedirnos de esa sensación opresora convertida en el “ya no puedo” para darle paso a la necesidad de descansar de aquello que nos rodeó por tanto tiempo. Al despedirnos, al saber que cuando partimos, quienes se quedan aprenderán a vivir sin uno mismo y uno aprenderá a superar lo que deja. No siempre las palabras nos ayudan a relatar lo que sentimos, en ocasiones, llorar anuncia que partimos hacia otro lugar que no será precisamente ese. Modifica conductas, porque todo lo que merece ser perdonado modifica algo para siempre, lo revelador que fue amenizado por lágrimas.
Llorar es ese acto simbólico necesario de vínculos memorables. Antonio Gala, comentaba antes de su partida el año anterior, “para llorar como se debe es necesario que alguien te mire” para desatar lo intrínseco del dolor. Es natural que, ante la muerte de alguien en particular, al mirar a un ser querido estallemos en llanto, porque su sola presencia nos abre esa sensación de llorar a placer o llorar como dice Gala, como en verdad se debe llorar. Es irnos de un lugar, finalizar una etapa o iniciarla, todo depende del cristal con el que se mire. Nada es perenne y todo es irrepetible.
Lloramos al recibir un hijo, partimos de un estatus y se inaugura la paternidad, despedimos a un ser querido, y dejamos de ser amigo, podría ser: hijo, nieto, esposo, novio, compadre, hermano, vecino, enemigo. Habilitamos la terrible frontera de movernos a otro sitio, que en ocasiones no somos conscientes de ello, y con simplicidad avanzamos, luego llega la soledad, o el hallazgo de encontrarnos a solas donde sucede. Las lágrimas con frecuencia nos anuncian que hemos partido hacia otro lugar.
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