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Lo femenino en Galeano

Silvia Ethel Matus, health

Poeta, feminista y socióloga.

Como Saramago, o Hannah Arendt, Eduardo Galeano fue un ser luminoso, en el sentido de iluminar la larga noche del fascismo las dictaduras o el neoliberalismo y darle de comer a la esperanza de sus lectores y lectoras a través de sus letras.

Galeano, fue un extraordinario narrador, un memorioso de nuestra historia de la América que logró plasmar en sus crónicas, relatos, ensayos, libros, etc. Como humano sufrió con el dolor de la América y el Caribe, se esperanzó con sus luchas y sus logros. Soñó con una diversidad de mundos dentro del mundo: lo mestizo, lo indio, lo negro, lo blanco, en  español, creole, portugues, francés, reivindicó las mezclas, los cruces de camino, también el mundo de las mujeres.

En sus narraciones de Memorias del Fuego I y II  Galeano alude a lo femenino en muchos de sus relatos, por ejemplos sobre las esclavas de Surinam: “Antes de escapar, las esclavas roban granos de arroz y de maíz, pepitas de trigo, frijoles y semillas de calabazas. Sus enormes cabelleras hacen de graneros. Cuando llegan a los refugios abiertos en la jungla, las mujeres sacuden sus cabezas y fecundan, así, la tierra libre”.

O la heroína negra brasileña Jacinta: ”Ella consagra la tierra que pisa. Jacinta de Siqueira, africana del Brasil, es la fundadora de esta villa del Príncipe y de las minas de oro en los barrancos de Quatro Vintens. Mujer negra, mujer verde, Jacinta se abre y se cierra como planta carnicera tragando hombres y pariendo hijos de todos los colores, en este mundo sin mapa todavía. Avanza Jacinta, rompiendo selva, a la cabeza de los facinerosos que vienen a lomo de mula, descalzos, armados de viejos fusiles, y que al entrar en la mina dejan la conciencia colgada de una rama o enterrada en una ciénaga: Jacinta, nacida en Angola, esclava en Bahía, madre del oro de Minas Gerais.”

O el relato sobre la  Pacha Mama: “En el altiplano andino, mama es la Virgen y mama son la tierra y el tiempo. Se enoja la tierra, la madre tierra, la Pachamama, si alguien bebe sin convidarla. Cuando ella tiene mucha sed, rompe la vasija y la derrama. A ella se ofrece la placenta del recién nacido, enterrándola entre las flores, para que viva el niño; y para que viva el amor, los amantes entierran cabellos anudados. La diosa tierra recoge en sus brazos a los cansados y a los rotos, que de ella han brotado, y se abre para darles refugio al fin del viaje. Desde abajo de la tierra, los muertos la florecen”

Con frescura, asombro, erotismo, desprejuicio, Galeano recupera, recrea nombra, las historias pequeñas, las invisibles sobre nosotras, las mujeres en la extensión de tierras y mares de esta América que sobrevive y se vive con sus esperanzas abiertas. Las mujeres hemos perdido a un aliado, efectivamente su última obra era “Mujeres, Antología”, a presentarse en España este jueves. Aquí uno de esos relatos:

“Sherezade:

Por vengarse de una, que lo había traicionado, el rey degollaba a todas. En el crepúsculo se sacaba y al amanecer enviudaba. Una tras otra, las vírgenes perdían la virginidad y la cabeza.

Sherezade fue la única que sobrevivió a la primera noche, y después siguió cambiado un cuento por cada nuevo día de vida.

Esas historias, por ella escuchadas, leídas o imaginadas, la salvaban de la decapitación. Las decía en voz baja, en la penumbra del dormitorio, sin más luz que la luna. Diciéndolas sentía placer, y lo daba, pero tenía mucho cuidado. A veces, en pleno relato, sentía que el rey le estaba estudiando el pescuezo. Si el rey se aburría, estaba perdida. Del miedo a morir nació la maestría de narrar”.

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