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Lo Generacional e Intergeneracional: una propuesta epistemológica aplicada a la educación escolarizada

Pedro Ticas

Nota preliminar para el lector

Debido a la extensión y para fines de publicación en el periódico Co Latino que me hace favor de tomar mis letras, he dividido este trabajo en tres partes en las cuales expongo, de manera muy general y resumida, algunos de los elementos sobre mi propuesta metodológica para el abordaje del concepto Generacional aplicado en la educación escolarizada. En ese orden la Primera Parte que ahora presento, comprende la exposición de algunos aspectos teóricos, la Segunda comprende aspectos metodológicos y la Tercera, aspectos prácticos empíricos. [1]

El trabajo constituye una primera aproximación al asunto de la definición epistemológica de los conceptos de Generación e Intergeneración. El objetivo principal de este escrito consiste en proponer una metodología holística (epistemológica) para la comprensión, definición y categorización de los conceptos señalados, desde una perspectiva antropológica. Ciertamente, este trabajo no resuelve filosófica, histórica, deontológica y ontológicamente la totalidad de los conceptos. Por ello me refiero a una contribución –como pretende ser— de orden holístico-epistemológico. Se trata de ofrecer una manera de construir el Objeto Epistemológico, en este caso, referido al concepto de Generación sobre el cual construyo el concepto de Intergeneración, ambos, aplicados a la Educación Escolar, esto, debido a que muy difícilmente podemos comprender el asunto Intergeneracional si no construimos en primera instancia, el asunto Generacional.

Propongo entonces, que el concepto Intergeneracional substituya al concepto de lo Generacional dado que, en realidad, en el desarrollo de las sociedades, hemos hecho predominantemente hermenéutica de distintas generaciones a partir de su condición etaria, cuantitativa y subjetiva. Eso ha limitado el estudio exhaustivo de las particularidades y singularidades en el contexto de la universalidad. En términos generales, los trabajos realizados sobre lo generacional se han ocupado de la construcción de tipologías ímbricas sobre características, expresiones del sentido común e intereses desde una concepción análoga-dependiente de las condiciones del progreso tecnológico. Esto ha generado tipologías y clasificaciones absolutas, universales, dejando fuera los elementos identitarios, históricos, territoriales y emergentes que se construyen más allá de las caracterizaciones.

Precisamente, en oposición a las “caracterizaciones” planteo que han sido las condiciones históricas, las configuraciones humanas que en lo social, político, educativo, cultural, ideológico, económico y territorial, han ejercido su propia dinámica sobre las poblaciones, independientemente de las edades que estas representen, esto debido a que, sin importar la edad, las poblaciones confluyen, convergen, se articulan, conviven, coexisten y se vinculan sincrónicamente en una misma sociedad utilizando diversos elementos tecnológicos, técnicos, empíricos, lingüísticos, culturales o cosmovisivos que facilitan la producción de su mundo material o intelectual. Así que entonces, no es lo etario la determinante de lo generacional o intergeneracional. La edad, por cuanto condición temporal de la vida, significa en el contexto de lo generacional, la periodicidad de la función, es decir, del tiempo asignado por la sociedad para la producción de lo material e intelectual. Empero, la edad, constituye uno de los elementos importantes para el encuentro con lo intergeneracional en donde se articulan disímiles edades que no representan en sí mismas una etapa cronológica, sino, en particular, una condición histórica, política, ideológica, cultural y territorial de la sociedad.

Como he dicho antes, predominantemente el concepto de lo Generacional ha sido reducido a simples caracterizaciones que a la postre, se han convertido en sutiles tipologías discriminativas. Todas ellas, han partido de una visión positivista-cuantitativa del reduccionismo y determinismo clásico. Por ejemplo, su insistencia en lo tecnológico-cuantitativo y su excesivo hincapié en esas “caracterizaciones” deja de lado elementos lingüísticos, culturales, identitarios y territoriales que hacen posible la coexistencia e intervínculo etario que anteriormente indicamos. En ese contexto, lo educativo no debe ser visto como resultado, sino como uno de los puntos de partida para el logro de las identidades en el sentido mismo que, lo educativo no tiene edad.

La tecnología puede interesar o desinteresar tanto a un adolescente como a un adulto y, al final, ambos se hallan circunscritos a la condición de una sociedad mayor definida por el modelo de las condiciones históricas, sociopolíticas, educativas, culturales y económicas que dicha sociedad ha adoptado. En el mismo plano, un niño, joven o adulto puede poseer la misma tecnología con distintos o iguales grados de dominio sobre ella, en tal caso, -quizás- por razones de temporalidad, niños y jóvenes muestren mayor interés por el uso de tal tecnología, pero, por encima de esa habilidad o uso tecnológico, se encuentra su condición de vida, su contexto, su historia y en lo mucho, un proyecto de vida, una visión del mundo que no ha recibido, asimilado y adoptado por uso de la tecnología, sino, por procesos endoculturales endógenos o exógenos. Precisamente, estos últimos elementos, se construyen de manera adyacente a la educación escolar, la cual, en última instancia, constituye una función en el proceso ideológico, ontológico y epistemológico de la vida misma.

En realidad, en su sentido más holístico, el concepto de Generación consiste en descubrir, conocer, analizar, interpretar lo que se halla oculto en las expresiones comunes de las relaciones humanas entre los individuos, esto es, su concepto de mundo, su proyecto de vida propio, adoptado o asimilado. Independientemente si se trata de un proceso de aculturación, asimilación o endoculturación. El mundo del progreso tecnológico NO implica de manera alguna –como lo promueve el positivismo evolucionista— el desarrollo mecánico y automático de las sociedades. Una sociedad puede poseer los más altos niveles de progreso industrial-tecnológico y no por ello, convertirse automáticamente en una sociedad desarrollada, culta. El desarrollo de los pueblos se alcanza mediante la exposición simétrica entre el progreso y el desarrollo. Ambos son interdependientes, pero no siempre sincrónicos. El desarrollo de las relaciones humanas, lenguaje, conocimiento, pensamiento, conductas y comportamientos, no siempre van de la mano con la tecnología, por el contrario, cuando se trata de sociedades sin proyecto de nación propio o fácilmente permeables por otras sociedades tecnologizadas, su desarrollo humano se torna más difícil en tanto sus relaciones sociales se vuelven más mecánicas y menos solidarias, se vuelven más utilitaristas, desleales y frecuentemente apáticas a trasformar su propia realidad, en una palabra: más esclavas.

En educación lo generacional es un asunto de sociedad NO de edad

Me refiero a que lo Generacional es un asunto de Sociedad y NO de edad por varias razones. Comencemos por el principio, hablemos de la práctica docente, pedagógica y educativa. “La Práctica Docente adquiere disímiles dimensiones. Por una parte, la acción misma de enseñar en el contexto de un salón de clases, su didáctica, técnicas, metodologías, métodos y otros tantos que conllevan a una relación plenamente dialógica entre el docente y el estudiante. Así pues, el acto de enseñar no se fundamenta de manera alguna en el reduccionismo de instruir, de informar, esos son solo algunos de los elementos necesarios, pero no determinantes. La Práctica Docente se convierte en una relación profundamente humana, simbólica, axiológica, teleológica y fundamentalmente ontológica. Los datos, la información, las técnicas de su aplicación y el contenido de los mismos, se constituyen en una excusa ineludible para enseñar a seres humanos sobre otros seres humanos, sin olvidar que la Práctica Docente debe transformarse en práctica pedagógica y esta última en práctica educativa, holística, epistémica, pero concatenada con la particularidad y singularidad. En relación con la práctica docente abordada desde las relaciones en los salones de clases, encontramos multiplicidad de formas de relación, de vínculo interpersonal. He sostenido que la práctica docente se explicita en las relaciones intersubjetivas sujeto-sujeto, es decir, sujeto1=docente y sujeto2=estudiante. Dichas interrelaciones se sostienen sobre la base de la formación axiológica, ontológica y epistémica. Si esto es así, entonces lo que media entre ambos sujetos es lo que llamamos enseñanza, información, contenido, teoría y práctica, todos estos últimos constituidos en el Método” [2].

Vemos entonces que la práctica docente está articulada ineludiblemente a la relación sujeto-sujeto (docente-estudiante) en medio de una totalidad contextual, histórica, social, cultural. La práctica docente se convierte por cuanto, en una expresión de la sociedad. En cada salón de clases se revelan las formas de relación social entre, los individuos, la familia, las instituciones y el Todo social. Relaciones de poder, intercambio, valores, principios, símbolos, lenguaje, etc., constituyen en sí, los elementos de configuración del concepto de salón de clases y práctica educativa. Así pues, los sujetos (docente-estudiante) representan la configuración del mundo externo, del que se hace y construye independientemente de su voluntad o con la propia participación de ellos.

El docente reproduce en el salón de clases su propia formación histórica tanto en lo académico como histórico (familia, comunidad, cultura, educación, ideología, axiologías, identidades, etc.), por ello, no debe desprenderse la visión holística que cada estudiante y docente encierra en sí mismo, antes, durante y posteriormente a su periodo de formación escolar. Sin duda (salvo algunas excepciones), la didáctica, metodología, técnicas, procesos, prácticas, métodos y pedagogía que el docente utiliza en su salón de clases, no es más que la reproducción de lo que él como individuo experimentó durante su periodo de formación académica y desde luego, de su propia formación humana.

Este es un principio básico que nos sirve para interponer la idea que la tecnología supedita la educación y por tanto, el concepto de generación. Sobre eso, más adelante expongo el principio contrario, es decir, la tecnología no debe ser confundida con innovación y la innovación, es una constante en los seres dinámicos. Su propia naturaleza social obliga al constante movimiento, cambio. Así que entonces, la tecnología que hoy invade el mundo de la educación a través de la informática y telemática, no es más que un instrumento de uso, pero no puede convertirse en instrumento de cambio, si eso pasa, el sentido humano de la educación pierde su estado filosófico.

El concepto de Generación es el concepto de vida, de mundo que la sociedad tiene sobre sí misma. Si las sociedades se transformasen al ritmo de los cambios tecnológicos, habríamos de pensar en sociedades ahistóricas, incompletas, enajenadas de sus propias identidades y por tanto, sin proyecto de vida, sin proyecto de nación. Eso parece suceder con buena parte de sociedades actuales, predominantemente las empobrecidas con signos claros de incongruencia en casi todos los aspectos de su vida. El hecho que la tecnología telefónica, informática o telemática llegue a una sociedad no significa que la sociedad se encuentre ipso facto en el mundo tecnologizado y menos aún, que las múltiples generaciones que la conforman, hayan asimilado dicha cultura tecnológica. Eso pondría en grave entredicho las identidades históricas de las sociedades.

El uso de aparatos tecnológicos no tiene edades. Un aparato es, lo que es un aparato, es decir, un objeto, un instrumento de USO que facilita una función o al menos, la realización de esa función. Así que lo que cuenta para la definición del concepto generacional no es la tecnología, sino, las relaciones, lenguaje, organización, ideología, axiología y las identidades que se construyen en esa sociedad que no dependen del recurso tecnológico, sino de la historia misma de la sociedad, la familia, la comunidad. Es pues, la cultura y el sujeto histórico-social, histórico-cultural lo que otorga el carácter conceptual a la Generación. Por ejemplo, un grupo familiar puede poseer la mejor y más alta tecnología, pero, el uso de esa tecnología dependerá de las formas identitarias de ese grupo familiar, de sus relaciones intra e interfamiliares representadas en su lenguaje, tradiciones, valores, formas de ver y construir el mundo, su futuro. Si por el contrario, el grupo familiar se haya muy poco articulado y sus interrelaciones no están determinadas por esos elementos, entonces es posible que la tecnología en lugar de favorecer su intravínculo, provoque la ruptura del grupo y de ese grupo con el resto del Todo Social. Si por causa de la tecnología informática, de comunicaciones, telemática y otras tantas, el individuo se desvincula de su grupo familiar y social, entonces, la calidad de las relaciones sujeto-sujeto se pierde y la identidad del concepto generacional no es más que un imaginario. Llámese sujeto-sujeto tanto aplicado a las relaciones intrafamiliares como intersociales.

Aunque he dicho antes que el concepto generacional y por tanto Intergeneracional no debe reducirse al asunto de las edades porque son otros elementos los que construyen y explican dichos conceptos, me gustaría marcar lo que me parece una de las limitaciones del positivismo cuantitativo, esto es, la generalización del concepto de juventud con menoscabo de las diferencias que se generan en torno a esa etapa biológica y social etaria de los individuos. Propongo que, al menos en materia educativa, el concepto de juventud debe ser construido y explicado a partir de la articulación trilógica de juventud, juventudes y lo joven. Si bien definen un estado y condición social, cultural, económica, temporal y etaria, la aplicación de una misma definición a los tres, implicaría reducir y mecanizar sus particularidades y singularidades. Juventud es un estado cronológico etario-psicológico, biológico, anatómico, físico y otros tantos que se hallan articulados con las determinaciones sociales, culturales, políticas, jurídicas e ideológicas. Sobre esta definición interviene la conveniencia e interés de quienes disponen de su definición, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud establece una cronología de Juventud: 12 a 32 años, Pubertad: 12-14 años, Adolescencia: 15-17 años, Jóvenes Adultos: 18-32 años [3] (aunque en el documento esa Organización no se responsabiliza de esa clasificación y añade que “este informe recoge la opinión colectiva de un grupo internacional de especialistas y no representa necesariamente el criterio ni la política de la Organización Mundial de la Salud). En ese tenor, parece claro que el concepto de juventud resulta ser tan antojadizo y volátil como las definiciones mismas. Así que entonces, tal definición parece estar supeditada a las normas que los países industrializados determinen y establezcan de acuerdo a sus propios intereses y conveniencias. Pero por ahora no nos detendremos en una reflexión crítica al respecto. Únicamente me interesa establecer que la ruta teórica, epistemológica y hermenéutica del concepto de juventud habrá de estar, en el mejor de los casos, definida por cada sociedad micro o macro de acuerdo a sus propias identidades, cultura, historia, economía, proyecto de vida, cosmovisión, realidad y particularmente, configuración social. No debe ser pues, aceptable, una definición y peor aún, una determinación etaria social, cultural, ideológica, jurídica y política impuesta desde realidades ajenas a las de las propias sociedades, esa pretensión neopositivista universaliza no solo el concepto de juventud sino que, fundamentalmente, destruye las particularidades y singularidades de las identidades propias. Como hemos referido, la categoría juventud ha generado en el debate constante, diversas acepciones. “La juventud es un concepto esquivo, construcción histórica y social y no mera condición de edad. Cada época y cada sector social postula formas de ser joven” [4]. Sin lugar a dudas, son más los elementos que generan infinidad de formas para explicar el concepto de juventud, que lo expuesto por el determinismo positivista. Solo en materia de historia, cultura, ideología, economía, cronología etaria, étnica y otros tantos, la pluri-multiconformación de los grupos humanos resulta tan basta como el tiempo mismo para definirla. Radcliffe-Brown entendía el concepto de generación como un conjunto de edades sucesivas, así que, en esa idea, el concepto de juventud debe acomodarse a la realidad del tipo de generaciones existentes o coexistentes en la sociedad.

Por su parte, en mi opinión, juventudes, nos indica un trato epistemológico y ontológico diferente. Siendo que la juventud está determinada por una concepción positivista universal –la cual se construye desde una concepción determinista, reduccionista y colonialista-, en oposición, debemos comprender que juventudes rescata las particularidades, la multiculturalidad, plurietnicidad y sustancialmente, las múltiples identidades que se expresan y conforman en las sociedades. El termino entonces, ofrece la oportunidad del equilibrio, la inclusión e interacción de lo diferente, de lo que es propio a cada grupo etario, cultural, ideológico, social, histórico que se agrupa en torno a la defensa de sus intereses, de su propio proyecto político que resulta ser, en última instancia, su propio proyecto de vida. Son muchas y disimiles, las juventudes en una sociedad. Sus configuraciones históricas, económicas, territoriales, políticas, ideológicas, culturales, etc., hacen posible su propia coexistencia, intervínculo y la posibilidad de articular un proyecto conjunto como masa poblacional desde sus propias identidades. En tales circunstancias, tratándose de esas variabilidades insertas en el sistema social, la observancia metodológica desde una construcción epistémica debe conducirnos ineludiblemente al análisis de las singularidades de lo que denomino: lo joven.

Así pues, también propongo que Lo joven en los jóvenes, es lo que les es innato a su naturaleza social. Está dado y concebido como la expresión de su propia conducta acumulada por el comportamiento social. Lo joven nos demanda la Observancia de su conducta como la representación-acción del sistema micro o macro en el que se hallan incluidos. Pero cada joven comprende una forma única de conducta, por tanto, su singularidad aporta al grupo del sistema, un elemento que se agrega a la pertenencia colectiva desde lo individual. Un elemento importante que tiene que ver con lo joven se representa en el simbolismo. Esto que denomino lo joven, plenamente de carácter subjetivo-simbólico, requiere de un estado y posicionamiento con la realidad, de encuentro con la realidad que lo construye. Así, lo subjetivo abandona su carácter estrictamente simbólico y adquiere una condición objetiva frente a esa realidad representada en lo simbólico. Una vez conformada dicha condición, lo objetivo se objetiviza mediante la comprensión del símbolo, y esto permite que ese símbolo, alcance un nivel objetivado, es decir, en la conciencia –razón- de lo joven. En un intento de uso comparativo con algunas de las ideas de Malinowski retomaremos que “el conocimiento, o la estructura de símbolos abstractos y principios verbales que tienen la capacidad de aparecer como un hecho empírico y razonamiento cierto, es una implicación de toda conducta cultural (…)” [5] en el sentido pues, que lo joven es aquello que se produce de manera voluntaria, independiente, que surge de acuerdo a las condiciones históricas y de contexto, en la realidad in situ que cada joven expresa, infiere o actúa en virtud de sus propias perspectivas de vida.

Pritchard, en Los Nuer del Sudán (1977) [6], ofrece una etnografía más detallada de lo que titula “El sistema de grupos de edad” sobre el que se organiza la sociedad Nuer, especialmente, en relación con la posición y función de los grupos etarios, así como las responsabilidades, visión del mundo y construcción de su propio devenir interno y externo. Para ello, se requiere, anuncia Pritchard, del análisis de la estructura social, ya que en realidad, nada se halla fuera de ella en cualquier forma de organización social. “En relaciones sociales más generales, principalmente de orden doméstico y de parentesco, y no en las relaciones políticas es que el comportamiento está determinado específicamente por las posiciones de las personas en la estructura de los grupos de edad” [7]. Es el caso entonces, que el principal enfoque no está referido a la función y la posición de la juventud, del joven, de las juventudes y la adultez nuer, sino, principalmente, al sistema creado en el que participan jóvenes, adultos y viejos estableciendo con ello, un sistema de equilibrio de las funciones y posiciones que les permite determinar la vida de la estructura social holística tanto desde los aspectos endoculturales, genealógico, lingüísticos, y representativos. Dicho de otra manera, esa forma de organización emite una ruptura epistémica con la visión positivista de agrupar en una misma concepción, una serie de características comunes a la generación de una ley universal de la conducta y comportamiento de los grupos humanos. Conviene entonces, en esta construcción epistemológica, recordar que el concepto de generación va más allá de la moda y percepción subjetiva que los individuos elaboran de su propia forma de ver, comprender y construir el mundo; de hecho, dichos elementos constituyen una de las partes del mundo holístico y concreto de la actividad generacional de toda cultura, etnia o nación, pero no su formulación objetiva. Claro está, que dicha formulación debe verse como una construcción permanente, en tanto, las generaciones se modifican y transforman en virtud de los cambios de las sociedades a las que pertenecen y en las que se desarrollan.

[1] Para mayores detalles, Véase, Ticas, Pedro, Epistemología de las generaciones: Una propuesta metodológica para su abordaje en educación, e/p, El Salvador, 2017

[2] Ticas, Pedro, et. al. De la práctica docente a la práctica educativa salvadoreña: epistemología de la gestión educativa, seguridad, migración y familia en Centros Escolares de Tercer Ciclo, Departamento de Cabañas, Ed. Universidad Pedagógica de El Salvador Dr. Luis Alonso Aparicio, 2016. p.82

[3] OMS, Documento, La salud de los jóvenes: un desafío para la sociedad, 2000. p.12

[4] Margulis, Mario (ed)., La juventud es más que una palabra, ensayos sobre cultura y juventud, Editorial Biblos, Sociedad, Buenos Aires, 2008.p.11

[5] Malinowski, Bronislaw (1939), “El grupo y el individuo en el análisis funcional”: 298-99. En castellano: Bohannan, Paul y Mark Glazer, (2010). Antropología. Lecturas, 284-303. Madrid: McGraw Hill.

[6] Pritchard, Evans, Los Nuer, Ed. Anagrama, Barcelona, p.272

[7] Pritchard, Evans, Ibidem.p.272

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