Álvaro Darío Lara,
Escritor
Los pueblos que saben cultivar el humor, llegan a constituirse en grandes naciones, que alejan el monstruo de la guerra y de la violencia, porque reconocen la valiosa dimensión del sano entretenimiento, del trabajo, del salario justo, de la educación, del arte, de la cultura.
Lamentablemente, nosotros, vivimos de forma muy seria, muy complicada, con fuertes componentes de intolerancia. Y esto es palpable en nuestra diaria realidad, para un ejemplo, la política. El humor, la esperanza, no deben abandonarnos. Hemos sido un pueblo que ha sabido reír, no siempre con el mejor humor; pero la sonrisa, la ocurrencia, la carcajada, no nos han faltado.
Conversando con mi buen amigo el artista cómico “Clavito”, un ser virtuoso, dotado de una gracia genial y de un don de persona especialísima, me refería un rico anecdotario de los héroes de las carpas, que han arrancado risas, y hasta lágrimas de felicidad, a miles y miles de connacionales. Ahí, en el laberinto del tiempo, Cañonazo, Firuliche, Trucuto, Bototo, Chocolate, Cucharita, Rojito, Chirajito, Prontito, Pizarrín, y tantas estrellas de nuestra farándula.
Ya en este espacio he compartido la ocasión en que conocí a Chocolate, a inicios de los años setenta, en la célebre y legendaria cafetería “Bella Nápoles” de San Salvador. Inolvidable circunstancia, en la cual, el payaso se encontraba entre café y tamalitos, con un grupo de amigos, en esas mesas que el tiempo aún no arrebata, para goce de los parroquianos que todavía celebramos la fiesta de la vida, al interior de su sugestivo ambiente.
Chocolate, me prodigó un jocoso saludo, mostrándome su amplia sonrisa desdentada, para luego ofrecerme un juego de manos, donde sus morenos dedos desaparecían por sus artes supremas de gran padre de la payasada y de la magia. Prodigioso regalo de don Eladio Velásquez, el inmortal Chocolate.
Prosiguiendo. Clavito me narró el otro día, un añoso suceso del recordado histrión. Hacia 1950, Chocolate, había anunciado con dos semanas de adelanto, su gran número “Lo nunca antes visto”. La gente, eufórica, compró boletos, por lo que prometía ser un show irrepetible. Se llegó el día. El escenario escogido fue el Barrio de Candelaria, justo en el lugar donde actualmente se ubica el Mercado Belloso. El presentador, entre marciales redobles de tambores, anunció: “¡Señoras y señores, niños y niñas, ahora, un aplauso para Chocolate, quien mostrará al público lo nunca antes visto!”.
Chocolate hizo su ingreso, con su espectacular caminado. Saludó al respetable, luego, en medio de la total expectación, donde no se escuchaba ni una mosca, se colocó de espaldas, y bajándose los coloridos y holgados pantalones, exhibió, impúdico, su oscuro trasero. A continuación, desapareció, bajo un estruendoso “¡Uy….!” de una masa que luego rompió en carcajadas. El presentador finalizó: “¡Señores y señoras, esto fue lo ´Nunca antes visto´!”. Demás está decir, que la historia, me generó una soberbia tos de risa. Gracias a Chocolate, a Clavito, y a todos esos benditos seres que nos vuelven la vida más inteligente, dulce y bella.