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Lo que está en juego el 3 de febrero

Alirio Montoya*

A veces soy como dicen, “tosco” o “cortante” cuando opino. Pero no es siempre, esa no es la regla general. Esa excepcionalidad deviene de mi formación juvenil en un colectivo de asiduos lectores un tanto mayores que yo. Ahí sí, la regla general era que quien no leía no tenía derecho a opinar. Leíamos bastante sobre historia, de política, de filosofía, de economía, literatura y hasta de teología. Eso me condujo a leer con la debida precisión la historia política de nuestro país, confrontando estudios de autores que iban desde David Browning, Rafael Menjívar Ochoa, Alastair White, Juan Mario Castellanos, Thomas R. Anderson y, sobre todo, a Ignacio Ellacuría; entre otros, y prescindiendo de mencionar los que fueron escritos por insospechables militantes de izquierda y de derecha.

Luego salté al mundo del derecho y, por supuesto, en teoría del Estado y derecho constitucional, se abordan las categorías imprescindibles como democracia, Estado unitario, centralizado y descentralizado, sistemas y formas de gobierno, como también sistemas electorales. Tuve que leer a Aristóteles, Hobbes, Heller, Kelsen, Sartori y Bobbio. Me quedo hasta ahí.

En el tema de la democracia, por ejemplo, los Estados Unidos tienen su propia democracia y su Constitución, que es de por sí la más antigua, data de 1778 y continúan desarrollándose dentro de las variadas potencias mundiales. Cuba tiene su propia democracia, Venezuela tiene su propio sistema democrático, lo mismo España y Alemania. El Salvador no es la excepción y tiene su propio régimen democrático.

La Constitución salvadoreña en sus artículos 83 y 85 establecen la forma y sistema de gobierno. Hubo una cruenta guerra civil que desembocó en un Acuerdo de Paz en el cual se convinieron una serie de reformas a la Constitución vigente de 1983. En la Constitución y sus reformas después de la firma del Acuerdo de Paz encontramos secciones y capítulos en donde se mencionan los roles de la PNC, el CNJ, el TSE, la PDDH, entre otras instituciones importantes, producto de esas reformas constitucionales relevantes.

Pero eso no fue fácil, implicó un largo y sinuoso camino que costó mucha sangre y vidas de hermanos muertos en los combates; hasta lograr obtener la esencia del objetivo que era desmontar la dictadura militar. Eso es lo que está en juego en las elecciones del 3 de febrero, una democracia que con sus imperfecciones nos ha costado a todos los salvadoreños.

Pero vayamos a otro punto que no deja de ser menos importante. Con una somera lectura que se haga de la Constitución, el valor y principio Libertad es el que más resalta.

Dicha Constitución, se dice que es una réplica de la de 1950 diseñada por el ilustre Dr. Reynaldo Galindo Pohl, matizada como Constitución liberal. No obstante, de una lectura sistemática de la Constitución, particularmente de los artículos 2 y 103, podemos observar que el primero garantiza el derecho a la propiedad y posesión; sin embargo, el segundo establece esa garantía pero en función social. De ahí la afirmación que se asemeja a la Constitución descrita por Rudolf Smend, esto es, la Constitución como integración, porque en sí integra los valores más preciados del ser humano. Pero lo más importante es que nuestra Constitución es personalista. Ubica a la persona humana en el centro de la actividad del Estado, es decir, la razón de ser del Estado es la persona.

Esa condición y carácter personalista de la Constitución permite que haya libertad de expresión, libertad ambulatoria, libertad de asociación, libertad ideológica, libertad religiosa, libre disposición de los bienes, elecciones libres, etc. Eso no se puede trastocar, por no decir limitar o restringir.

Es de respetar por ejemplo la alternancia en el poder, entiéndase en el Órgano Ejecutivo. El partido ARENA entregó la presidencia a un partido de izquierda, al FMLN, y este lo hará cuando corresponda hacerlo. Pero que un candidato de forma apriorística e irresponsable afirme que habrá fraude electoral es algo inconcebible; y peor aun cuando pretende reformar nuestra Constitución para perpetuarse en el poder, eso es reprobable y no lo podemos ni lo vamos a permitir quienes tenemos vocación democrática. Señores, las instituciones funcionan.

El ciudadano candidato a la presidencia de la República Norman Quijano en el año 2014 se amparó ante la Sala de lo Constitucional alegando presuntas irregularidades porque los resultados le eran adversos, pero la Sala de lo Constitucional resolvió no ha lugar. El TSE con ciertas falencias funciona, tenemos concejos municipales plurales trabajando para la población en sus jurisdicciones, hay una Asamblea Legislativa en donde constatamos que sí hay deliberaciones, lo cual en la tesis de Jürgen Habermas se engarza en una técnica discursiva para acuerdos de país dentro de nuestra democracia deliberativa. Este El Salvador merece y necesita acuerdos y dejar de lado intereses de grupos que pretendan socavar nuestro sistema democrático.

*Profesor de Derecho Constitucional.

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