Iosu Perales
El día 26 de junio más de 36 millones de electores del estado español volverán a las urnas para elegir un parlamento del que deberá salir un gobierno. Esta es la segunda cita en pocos meses, dado que el 20 de diciembre dejó un escenario complicado que impidió un acuerdo entre partidos para formar una mayoría suficiente. Sobre este punto ya he escrito en este mismo diario. Vayamos ahora a reflexionar sobre lo que va a pasar.
Lo primero que hay que decir es que en rigor intelectual y por decencia democrática no puede darse nada por hecho hasta que los ciudadanos votemos. Sin embargo, la experiencia de seis meses sin gobierno, la dialéctica vivida en este tiempo entre los partidos, la tendencia de las encuestas actuales y las declaraciones de líderes políticos permiten hacer algunas consideraciones sobre lo que va a pasar.
El punto de partida de este análisis se apoya en lo que todos los partidos y sus líderes vienen diciendo: “No habrá terceras elecciones”. Ahora bien, si mienten y en realidad regresan a las políticas de vetos y líneas rojas habrá imposibilidad de formar gobierno y nuevas elecciones y por consiguiente mis pronósticos no serán válidos, pero no por mi responsabilidad.
Va pasar que el derechista Partido Popular va a ser el partido más votado. Va a pasar que la nueva derecha, Ciudadanos, que tal vez pierda votos, va a dar su apoyo al Partido Popular para hacer posible la gobernación. Va a pasar que el Partido Socialista, sobrepasado o no en votos y escaños por Unidos Podemos, no va a acordar un pacto de gobierno con este último partido. Va pasar que el Partido Socialista, con su candidato Pedro Sánchez o sin Sánchez, va a permitir que gobierne el Partido Popular vía abstención. Va a pasar que Ciudadanos y el Partido Socialista harán alguna finta pidiendo la dimisión del candidato presidenciable Mariano Rajoy, para luego dejarla a un lado, y se consolarán con un par de reformitas de juguete. Pasará que Unidos Podemos (coalición entre Izquierda Unida y Podemos) se convertirá en contrapoder de verdad que en la próxima legislatura deberá confirmar si es una alternativa de verdad maciza o si se va desaguando con el paso del tiempo. Pasará que el Partido Socialista que de manera temeraria se ha colocado a sí mismo el listón en un punto imposible, se abrirá en canal por enésima vez. Y pasará que el Partido Popular con los mercados por fin ya tranquilizados volverá a esa manera de gobernar del mal doctor que se ocupa de los síntomas y no cura ninguna enfermedad.
Sin duda creo que esto es lo que mucha gente piensa. Es cierto que hay quinielas de distinto tipo y la verdad no es posesión de nadie. Pero el análisis se ajusta bien incluso a lo que el socialista Pedro Sánchez viene afirmando cuando dice: “No habrá gran coalición con el Partido Popular, ni Unidos Podemos tendrá la presidencia”. Lo cierto es que no es necesaria una gran coalición para que el derechista Mariano Rajoy sea presidente. Bastará con el apoyo activo de Ciudadanos y la abstención del PSOE que pasaría a ser oposición sin acuerdos con los populares. Es decir si gran coalición se entiende como debe de entenderse: basada en acuerdos para la legislatura o la investidura, en realidad no es necesaria. El PSOE puede abstenerse dando la espalda al Partido Popular, limitándose a ejercer la abstención en nombre de la gobernabilidad.
Por ello, sinceramente, el pronóstico me parece muy sensato. Aunque también digo que me gustaría estar equivocado. Lo que prefiero es un gobierno resultante de Unidos Podemos y el PSOE. Pero ocurre que el comportamiento del PSOE actual está atrapado por un grupo de veteranos del partido que encabeza Felipe González, el gran inspirador del socialismo español, el señor que asesora al hombre más rico del mundo, el mejicano Carlos Slim, y que al parecer pide favores a dictadores como el de Sudán del Norte para una compañía petrolífera de sus amigos. Dictador que tiene una orden de detención del Tribunal Penal de La Haya por crímenes contra la humanidad. Sí, este es el Felipe González preocupado por los derechos humanos en Venezuela, algo que nunca le preocupó cuando gobernaba su amigo el dictador Carlos Andrés Pérez, el mismo que provocó el Caracazo o movimiento ciudadano contra la subida de precios y que se saldó con más de 300 civiles muertos, en 1989.
Hace mucho que pienso que Felipe González ha perdido toda credibilidad y el respeto que merecería un ex presidente de gobierno. Hoy es una pantomima, una caricatura del dirigente socialista que fue. Pero lo cierto es que en su partido sigue marcando el paso: de ninguna de las maneras puede consentir el acceso al poder de Unidos Podemos que representa su conciencia perdida y constituye una amenaza para su mundo lleno de sombras, empezando por su responsabilidad en el asunto GAL (terrorismo de Estado que asesino a treinta personas bajo su mandato presidencial) y terminando por sus malas compañías de hoy. Y, al parecer, el candidato socialista Pedro Sánchez ya no está en situación de elegir otro camino. Nos dice que su dios Felipe González nos trajo la democracia y hemos de estarle agradecido, pero sabemos que la democracia la trajo la gente en la lucha contra Franco.
Lo que se discute en estas elecciones ya no son los programas –presentados en las elecciones del 20 de diciembre pasado- sino la formación del gobierno. Por eso la ciudadanía pregunta a los partidos ¿con quién van a pactar ustedes? Es una pregunta legítima del elector que no quiere verse traicionado. Lo que se pone de relieve, una vez más, es la obligación de los partidos políticos de desvelar qué acuerdos y pactos post electorales son de su preferencia. Las y los votantes tenemos el derecho a saber con quién está dispuesto a pactar el partido que votamos. Si yo voto por un programa y el partido destinatario de mi voto da su apoyo a otro programa para que haya otro gobierno, se está cometiendo un fraude. La relación entre partidos y votantes no pasa por el cheque en blanco sino que debe entenderse como un contrato.
Unidos Podemos ya se ha definido: quiere un pacto de gobierno con el PSOE. Pero los socialistas no lo hacen, prefieren esconder sus intenciones. ¿Se abstendrán finalmente para facilitar un gobierno de la derecha? Quiero equivocarme.