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Colectivo de artistas junto a Héctor Bigit, en Maktub.

Lo que ya estaba escrito: Maktub

Patricia Meza
Silvia Orellana
@pmeza1

Enquistado en el centro capitalino, view rodeado de ventas callejeras, mind del bullicio de los automotores y ruidosos pitos que quitan la tranquilidad a cualquiera, ampoule hay un lugar donde la paz y el arte han encontrado justo el espacio necesario para darle vida a un antiguo edificio que esperó por décadas la llegada de Maktub.

“Maktub” es una palabra árabe que significa “la historia está escrita” o “lo que estaba ya escrito”. Desde agosto del año pasado (2015) se convirtió en el espacio perfecto para que un “café cultural” abriera las puertas a la niñez, adolescentes, jóvenes y adultos amantes del arte y la cultura popular.

Aquí se puede encontrar un lugar lleno de pinturas de autores salvadoreños colgadas de las paredes, mesitas de madera en espera de buenos conversadores, musas escondiéndose en los pasillos, artistas creando sus obras, charlas interminables queriendo componer el mundo, exposiciones de fotos, recitales, análisis de la realidad, de café y pan, de ventas de libros, pero, sobre todo, de historia de la ciudad, del San Salvador de ayer y el que viven las nuevas generaciones.

Cristina, de 9 años,  es de las más jóvenes pintoras del taller.
Cristina, de 9 años, es de las más jóvenes pintoras del taller.

Cristina, su lápiz y el cerro San Jacinto

El taller de pintura y dibujo al natural funciona en la última planta del edificio Letona. La inspiración combinada con los colores y los pinceles se han tomado el lugar. Diferentes técnicas muestran una gama de estilos plasmados en las imágenes más simbólicas de la zona como: la Catedral, el Teatro Nacional, el cerro de San Jacinto, el imponente volcán Quezaltepeque, entre otros. En este taller llama la atención Cristina Raquel Alfaro Aguilar, una niña de 9 años, que asiste desde varias semanas al café, al taller de pintura.

Ella tiene como modelo “el cerro de San Jacinto” que domina imponente al sur oriente de la ciudad, su lápiz se desliza con confianza entre sus pequeños dedos, mientras cuenta que no le gusta leer, ni ver noticias en algunos periódicos, porque solo violencia sacan. Ella prefiere las caricaturas, las diferencias, los pasatiempos.

“Obed (Alfaro) me trajo desde que tenía cuatro años, me gustó y aunque no sabía usar bien el lápiz me gustaba trazar líneas”, recordó Cristina, que vive en el Barrio Lourdes, y que a diario se enfrenta a la dura realidad de los salvadoreños, la violencia.

-¿Por qué te gusta el dibujo?, se le pregunta a la niña de tez morena y amplia sonrisa, ella responde “porque me relaja… me siento feliz aquí y aprendo”.

La artista que no pasa el metro 50 centímetros escogió la naturaleza, porque es “linda, la montaña, los árboles lo son, la montaña no se puede mover, pero algunas veces se puede uno imaginarla y parece que no termina y debo seguirla, el dibujo me gusta mucho…”, dice con alegría, sin dejar de trazar las imágenes que al final concluyen en un bonito dibujo.

Pasillos donde se puede charlar, leer un libro o tomar café
Fotografía de la muestra Despertares, de Iván Escobar.

La exposición de los ataúdes: “Despertar”

A eso de las 4:30 del sábado 9 de enero de este año, las campanas de Catedral Metropolitana anunciaban la misa de 5, y en Maktub se daba inicio a la inauguración de la exposición de fotos “Despertar”, del periodista Iván Escobar.

Wally Romero, escritor y poeta, hizo la presentación de la muestra de Escobar que representa el simbolismo de la muerte con los ataúdes colocados en varios lugares, desde una perspectiva diferente, distinta a la que tradicionalmente muestran los medios de comunicación.

La muestra consta de 25 imágenes trabajadas en entornos urbanos, y que contienen como elemento central un ataúd negro.

“Los medios no agobian con el tema del odio y la violencia, la muerte, estamos vivos y nos sentimos muertos encerrados en nuestras rutinas, por lo que los ataúdes están abiertos en su mayoría en estas imágenes representando una mente libre, y que abriéndonos al mundo podemos ver los entornos positivos, colores que muchas veces se nos nublan”, afirmó el periodista al exponer el significado de su exposición.

También reflexiona en que cada imagen lleva implícita la idea de que las personas al ver las fotos tengan pensamientos positivos “y que no tenemos que estar muertos o enterrados para despertar”.

Podemos estar en esta realidad, pero no perder la esencia de que es lo que hay más allá, de los que nuestros ojos ven, añadió.

Esta serie de fotos es la respuesta a lo que vemos y lo que debemos alimentar. El ataúd para la sociedad salvadoreña es símbolo de muerte, de tristeza pero si está abierto te da otra visión, como lo dijo Romero en la presentación, que es el “despertar de la fuerza, a nivel social”.

Escobar añadió que la mayoría de las fotos las hizo caminando con sus hijas y se dio cuenta que San Salvador no es tan violento como lo presentan o se cree. “Nadie se metió con nosotros, sobrevivimos en esta sociedad… muchas veces nos crean estigmas de la ciudad, la exposición trata además de demostrar que San Salvador guarda historia y solo visitándolo se puede entender su realidad”.

Pasillos donde se puede charlar, leer un libro o tomar café
Pasillos donde se puede charlar, leer un libro o tomar café

Edificio Letona una joya en el centro histórico

El edificio Letona, donde está Maktub, data de los años treinta, época en que el comercio tomaba auge en el Centro Histórico. El conflicto armado, los terremotos y el aparecimiento de nuevos centros comerciales le cambiaron el rostro a la ciudad, la bonanza en la zona se viene a pique, y el inmueble pasa a ser un gran bodega, ubicado sobre la cuarta calle poniente.

Héctor Bigit, propietario del inmueble, está convencido que la transformación de una sociedad inicia desde su sensibilización con la realidad y tomar conciencia de sus aspiraciones.

“Primero se fueron las oficinas de gobierno, luego la banca y posteriormente el comercio, y el centro se quedó solo con las ventas callejeras; pero aquí precisamente está una dosis de realidad y cultura y a estas personas va dirigido este proyecto, para que se identifiquen con sus raíces y sensibilicen”, acotó.

“Este espacio es mi contribución social, para que los jóvenes se alejen de las drogas o la violencia, si queremos hacer transformaciones de país, debemos trabajar desde la gente”, reflexionó. Este café está administrado por un colectivo que trata de rescatar la esencia del centro histórico, desde la óptica cultural.

Obed Alfaro, encargado de coordinar las actividades del lugar,  es pintor y  también es el motor de este gran esfuerzo junto a un colectivo de jóvenes artistas que trabajan para llevar el arte al salvadoreño de a pie, y son una generación que actualmente ha asumido el compromiso de hacer ver que la ciudad histórica es algo más que violencia, es arte y está en el centro de la ciudad, rodeado de ventas ambulantes y el bullicio de los automotores.

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