Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
La narrativa oficial presentada por el ilegal oficialismo al mundo gira en torno a la pacificación del territorio. Por supuesto, esto es un logro innegable por los antecedentes históricos que, como país, tenemos, pero que no supone haber resuelto la plana.
No es un hecho, y menos incontestable, porque si bien el número de muertes por violencia han reducido sustancialmente, sus causales no son atacadas.
La violencia social en nuestro país se sigue sucediendo, con una tasa de asesinatos de hasta 7,6 por cada 100,000 habitantes actualmente [datosmacro.com], por encima de los 4,2 admitidos por el propio caudillo en rueda de prensa [BBC].
Ciertamente esta cifra supone una baja en relación de los años previos, lo que es un logro que debemos celebrar, que sin embargo maquilla la realidad, además de ocultarla, pretendiendo haber solucionado por decreto un problema de carácter histórico derivado de las desigualdades estructurales, que el régimen con sus políticas ha agravado y profundizado.
Por otro lado, enmascarar las cifras reales ocultándolas en medio de una retórica negacionista, tienen el solo propósito de dirigir todos los recursos a atacar los efectos de la violencia social, no sus causales, para además manipularlo presentándose como el autor inobjetable de la disolución de las pandillas, sin admitir que las seguimos padeciendo, o, los pactos y arreglos previos entre estas y el régimen, para en cambio alardear de ser el responsable de acabar con el mal que suponen, pretendiendo exportar sus estrategias a otras naciones que padecen la violencia pandilleril, desconociendo las naturalezas particulares de sus expresiones de violencia, o de los arreglos que la favorecen o no de acuerdo al interés político del momento, manipulándolo mediáticamente para favorecerse por doble partida, sin realmente haber resuelto nada.
Nada, porque la aparente seguridad que tenemos, responde como durante el martinato, al férreo control militar al que se somete a la sociedad civil, que, por otro lado, y de buena gana ha cedido sus libertades, pues valora más la aparente y superficial seguridad que por ahora tenemos. Pero que no es sustentable en el tiempo.
Porque, ¿Qué realmente se ha hecho?
Construir la mayor cárcel de Iberoamérica, cerrar escuelas, acabar tanto con la legalidad como con la institucionalidad, profundizar aún más la dependencia de las remesas. Reducirnos a la condición de pueblo estéril e inviable ante la historia.
Se acabó con la inversión en lo social, educación, salud, negándose el régimen además a apostar por la generación de empleos, o la promoción de inversiones reales, para en cambio apostar por la especulación mediando los criptoactivos, abriendo nuestra economía al lavado de activos y fondos provenientes de actividades negras e ilegales, mientras se expulsa a la población para que sea ésta, la más desfavorecida, la que sustente el fracaso económico del régimen que supone vivir de crédito sobre crédito.
Sin atacar las causas estructurales de la violencia, la desigualdad y la exclusión social.
Para el solo enriquecimiento de los pudientes de siempre, a costa de los desheredados de siempre.