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Por: Rolando Alvarenga
A partir de los explosivos y “sangrientos peleones” que hace muchos años se presenciaban en las 135 libras con el protagonismo del panameño Roberto Durán, el nicaragüense Alexis Argüello y el mexicano JC Chávez, la reciente pelea por cuatro cinturones mundiales del peso Ligero entre el ucraniano Vasyl Lomachenko y el estadounidense con sangre hondureña, Teófimo López, estuvo muy lejos de merecer el estatus de “Pelea del Año”.
Honestamente, nada que ver con aquellos espectaculares y suicidas enfrentamientos con un Durán noqueando fulminantemente a todos sus desafiantes en este peso; JC Chávez coleccionado y anestesiando a sus desafortunados retadores en esta categoría y Alexis Argüello demoliendo y reventando a punta de golpes a todo cristiano que se le ponía por delante. La de López y Lomachenko, nada que ver con el instinto matador del mejor Mike Tyson de la década de los 80s.
Más allá de las polémicas para todos los gustos -entre las cuales me incluyo-, generadas por el resultado a favor de López por decisión en 12: (116-112, 119-109 y 117-111), la pelea se quedó corta en cuanto a explosividad; convincente demostración de habilidad técnica ofensiva y defensiva a la hora de ir en busca de la definición por nocaut. Sobre todo, faltaron muchos hu…esos para apretar el acelerador. Fue tan discreta que ambos terminaron relativamente ilesos de sus rostros. No tengo dudas que Durán, Chávez o Argüello hubieran noqueado a los dos en menos de seis, en la misma noche.
Y contra la reputación boxística, no es la primera vez que sucede este tipo de combates. Cada vez cuesta más ver aquel boxeo espectacular en donde los pugilistas exhibían vistosos desplazamientos ofensivos y defensivos; juego de piernas; sabían utilizar las cuerdas; rapidez en la combinación y buen repertorio de golpes y sobre todo, tenían pólvora en los guantes para definir en un abrir y cerrar de ojos. ¡Peleones y por 500 pesos o menos a cada púgil, eran los de la Santa Anita de los 70s!
