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LOS ACUERDOS DE PAZ EN EL SALVADOR SON INBORRABLES

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Con mucho regocijo, la inmensa mayoría de los salvadoreños y de la comunidad internacional recibieron la firma de los Acuerdos de Paz, entre el gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el 16 de enero de 1992.

Fue un gran acontecimiento, acompañado por el Secretario General de Naciones Unidas y por gobiernos amigos, México, Francia, Colombia, y Venezuela.

Los acuerdos ponían fin a un conflicto armado interno que duró doce años, y a una dictadura militar y oligárquica que oprimió al pueblo durante 60 años.

El conflicto interno fue real, y tenía su origen en la negación de derechos del pueblo por parte de los gobiernos, en la represión creciente y la violación sistemática de los derechos humanos, el cierre de espacios políticos y los fraudes electorales.

Nuestro pueblo sufrió, nuestro pueblo se cansó y comprendió que debía enfrentar aquel sistema oprobioso usando la lucha reivindicativa, política y armada; la solidaridad del pueblo y de otros  pueblos.

Sus organizaciones político militares recibieron el reconocimiento de gobiernos como fuerzas representativas, al FMLN y al Frente Democrático Revolucionario, FDR.

Los Acuerdos fueron posibles, porque de ese modo se respondía al sentimiento popular de encontrar una solución negociada.

Los Acuerdos dieron pie a la mayor reforma política del Estado desde su fundación, y  desarrollaron los temas  sensibles: una reforma a la Constitución, a la Fuerza Armada, al sistema judicial y al sistema electoral; crearon instituciones nuevas, como la Policía Nacional Civil, la Academia  Nacional de Seguridad Pública, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, el Tribunal Supremo Electoral, el Consejo Nacional de la Judicatura y, en virtud de los mismos, también surgió el Registro Nacional de las Personas Naturales.

Gracias a los Acuerdos desaparecieron los mal llamados cuerpos de seguridad, como la Guardia Nacional, la Policía Nacional, la Policía de Hacienda, la Policía de Aduana, los cuerpos paramilitares como ORDEN y las llamadas Defensas Civiles, se desintegraron los batallones de reacción inmediata de la Fuerza Armada (brigadas Atlacatl, Belloso, Bracamonte y otros).

¿Por qué recordar esto?

Seguramente un buen segmento social, que no superó haberse desprendido de todo ese aparataje de represión, sentirá dolor al recordar cada hecho de estos, incluso la depuración de oficiales y la reducción de efectivos y de presupuesto.

Seguramente muchos lo ignoran.

Pero quienes a propósito niegan y denigran los Acuerdos de Paz para instalar otra versión de la historia, para reinstalar la militarización de la sociedad, la represión y la violación sistemática de derechos humanos, la persecución política, esos no ignoran, simplemente han optado por dar marcha atrás en los avances democráticos conquistados por el pueblo.

Miles de veteranos de la Fuerza Armada, miles de ex combatientes del FMLN, están aquí, son parte de la nueva nación creada al superar el conflicto con los Acuerdos firmados.

Aquí sobrevivimos los que tenemos familiares y amigos desaparecidos, asesinados; lisiados. Aquí sobrevivimos los que conocimos la tortura y la cárcel, los que evadimos la persecución y actuamos en el despertar de la conciencia popular y de sus sentimientos de liberación.

Aunque diga el presidente actual que aquello fue una farsa, sabemos que no tiene razón; aunque diga el presidente de la Asamblea Legislativa que “de ellos no quedará nada”, sabemos que carecen de razón y que sus deseos seguirán siendo solo deseos.

Los Acuerdos de Paz son reales, son imborrables de la historia de este pueblo y de este continente; fueron sí, un final para convivir sin pretender el exterminio del otro, como parece ser el sentimiento de los nuevos políticos de la nueva dictadura.

La narrativa que niega el valor de los Acuerdos de Paz es negativa, es dañina para la identidad como pueblo y para la identidad histórica, pero el hecho de que cause daño está lejos de borrar esa historia.

La negación si refleja vanidad, maldad. Colocando la mente en las escenas de cuentos infantiles parece que es una apuesta de la bruja mala contra Blanca Nieves, y que la bruja pregunta al espejito quien es el mejor de El Salvador; el espejo le seguirá diciendo que hubo una época de heroísmo, de valentía y de dignidad, que está lejos de existir en los políticos de hoy.

 

Es inconveniente la idea de que todo lo pasado fue mejor, pero a los fanáticos del régimen les aseguro que este tiempo no es el mejor. Sin duda los habrá mejores, sin duda el espejo de la historia seguirá mirando bien a aquellos Acuerdos de Paz que motivaron la frase del informe de la Comisión de la Verdad: “De la locura a la esperanza”.

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