Lic. José María Barrera Lemus
Consultor.
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En el artículo anterior, mencioné como el interés del Fondo Monetario Internacional ((FMI) y sus hermanas, el Banco Mundial (BM) y la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), fueron creadas para desarrollar y mantener el “Nuevo Orden Económico Internacional” proyectado para recuperar lo invertido en la Segunda Guerra Mundial (IIGM). Dicho orden económico solo obedeció al mantenimiento del Status Quo del Modelo Liberal del Sistema Capitalista. A continuación la segunda parte.
…Fue así como en 1973 se inicia en chile el “Primer Modelo Económico Neoliberal”, cuyo propósito sería la búsqueda de la reivindicación del Sistema Capitalista, mediante la privatización de las empresas del Estado y de proyectos claves y estratégicos como las pensiones; por otra parte, se planteó la reducción drástica del Estado en los asuntos privados. Para ello contaron con el total respaldo del Gobierno Dictatorial de Augusto Pinochet, el cual estaba siendo respaldado por Gran Bretaña.
La implementación del Modelo Económico Neoliberal en Chile y sus resultados alentadores en los primeros años, permitieron implementarlo en los demás países de América Latina y Centroamérica, principalmente en Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, México, Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y El Salvador, entre otros, excluyendo a Cuba. Dicha intervención estuvo acompañada de sendos empréstitos y de programas paralelos como los Tratados de Libre Comercio y la dolarización, cuyo propósito consistió en fortalecer aún más, el Sistema Capitalista Neoliberal, desde la perspectiva macroeconómica, en detrimento de las grandes mayorías que hemos vivido la más grande de las recesiones. Los resultados de estas implementaciones dieron origen al incremento de la crisis económica a nivel microeconómico, viéndose reducidos los salarios e incrementado el desempleo: Como consecuencia de esto, se redujo la calidad de vida de las mayorías y la ampliación de masas desocupadas; por el contrario, se comenzaron a evidenciar mejoras en el sector privado: eliminación o reducción de impuestos a las grandes empresas, creación de subsidios arancelarios para “proteger y garantizar los procesos productivos”. En fin, tantos beneficios que obligaron a los países a realizar levantamientos sociales, iniciados en Venezuela y continuados por Bolivia, Ecuador, Uruguay, Perú, Brasil y El Salvador, entre otros.
Dichos levantamientos dieron origen a un cambio de políticas en el FMI y el Banco Mundial, las cuales fueron aprobadas, en la línea del llamado “Consenso de Washington”, que incluyó reformas a la implementación del Modelo Económico Neoliberal, entre las que se aprobaron planes de estabilización, reestructuración macroeconómica y renegociación de la deuda externa, incluidos dentro del Plan Brady, el cual constituyó una oportunidad valiosa para imponer drásticas reformas neoliberales en América Latina.
En el Consenso de Washington, el FMI y el Banco Mundial modificaron su estrategia de intervención en la región, de tal manera que si antes, el financiamiento se orientaba al desarrollo de proyectos específicos de apoyo al fortalecimiento de la capacidad productiva, en la actualidad, la financiación se orientó a programas de ajustes al conjunto de la política macroeconómica a fin de garantizar el pago cumplido de la deuda externa y la estabilidad del sistema financiero internacional.
Como puede evidenciarse, desde 1973 hasta el 2013, han pasado cuarenta años, que podrían considerarse una tercera generación de implementación del Sistema Capitalista, a nivel latinoamericano, indistintamente del año en que se hubiera comenzado en cada país. El propósito último de esta serie de implementaciones en cada uno de los países, no era más que continuar en la búsqueda de la recuperación de lo invertido en la post guerra en 1946.
Ya desde inicio del nuevo milenio, año 2000 en adelante, se venían evaluando situaciones de impago, a nivel de algunos países latinoamericanos, como el corralito en Argentina, la negativa de pago de la deuda por parte de Venezuela y Bolivia. Estas acciones, junto con los alzamientos revolucionarios de la mayoría de países latinoamericanos, dieron origen al diseño de un nuevo modelo económico, denominado, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, (ALBA) y la creación de la Unión de las Naciones Unidas de países Suramericanas (UNASUR) el cual comenzó a liderar Venezuela siguiéndole, Brasil, Bolivia, Ecuador y otros. Ambos proyectos, surgen a la par de las luchas contra el proyecto implementado por el FMI, a desarrollarse en aquellos países con tendencia socialista, como El Salvador y Nicaragua.
Los resultados obtenidos en los primeros años de implementados estos proyectos, obligaron al FMI a crear planes alternativos para conservar su Status Quo. Lo más evidente, la declaración de la crisis inmobiliaria del año 2008, que permitió legitimar procesos económicos arbitrarios coincidentes con su política original, tales como crecimiento de desempleo, reducción de prestaciones laborales, reducción de servicios sociales, endeudamiento personal y otros que a diario podemos confirmar.
Si analizamos el caso de El Salvador, el Modelo Económico Neoliberal, comenzó a principio de los años noventa, coincidiendo con el arribo de los gobiernos de ARENA; para el año 2020, estaríamos llegando a treinta años, que coinciden con uno de los ciclos económicos que el FMI ha trazado para el país. No obstante, en las condiciones coyunturales por las que atraviesa El Salvador en la actualidad, en términos de crisis económica, violencia, crisis política y corrupción entre otras, las expectativas de recuperación de la inversión del FMI, se encuentran en vilo. En estas circunstancias, la única receta sería la de refinanciar la deuda con más deuda. Por lo tanto, es comprensible la presencia de la Comisión del FMI, y su insistencia para que las distintas fuerzas políticas del país aprueben el préstamo de los 1,200 millones que hasta ahora se han convertido en el tema y polémica de los últimos días y que ha permitido destapar muchos actos de corrupción, como forma de confirmar el fin de algunos fondos del Estado. Si bien el FMI viene trazando su Plan de Financiamiento para 30 años, para cada uno de los países, los alzamientos revolucionarios en América Latina, le han venido restando fuerza, dando oportunidad para que otros países como China, comiencen a generar nuevas opciones de financiamiento, hasta llegar a la posible compra de la deuda externa, a más bajas tasas de interés.
De ser posible un cambio de esta naturaleza podría permitir un mayor respiro y un nuevo cambio de cultura que a lo mejor permita trascender más allá de lo que actualmente mantenemos. Por tanto, la presencia del FMI, en El Salvador en la actual coyuntura política y económica, no es más que la respuesta a un diagnóstico que indica que las cosas no andan nada bien para sus intereses, en tanto que mientras exista crisis, habrá impago y por consiguiente, el país no podrá pagar la deuda. En esto consiste el Nuevo Orden Económico Internacional que tanto se encuentran difundiendo los Gobiernos aliados.
Bien dicen los gurúes del desarrollo socioeconómico, que a las crisis siempre es bueno sacarles el mejor provecho… Lo interesante del FMI, es que primero crean las crisis para luego obtener sus beneficios. Qué Dios bendiga a El Salvador.