Julio Martínez Molina | [email protected]
Cuba tiene un nuevo presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y la misma ansia fiel de continuar un camino de socialismo e igualdad, donde todos y cada uno continúen siendo tratados como semejantes en los planos de respeto, dignidad, atención y seguridad; pero donde, también, cada vez más personas puedan alcanzar condiciones materiales favorables para desarrollar sus proyectos de vida con menos escollos, tras alcanzar ese impostergable avance económico integral de la nación.
Es una aspiración fundamental de nuestro pueblo y gobierno, de cara a la cual hay proyectados o, en curso, innumerables programas en gran parte de los frentes; aunque siempre sin relegar al olvido que materializar el referido avance integral entraña cuotas extras de sacrificio en un país subdesarrollado, desprovisto por la naturaleza de grandes recursos materiales y –sobre todo– sometido, sin un minuto de interrupción, al
bloqueo más ponzoñoso y total que una gran potencia le haya impuesto en la historia a un pequeño país.
El diferendo histórico con Estados Unidos –no un deseo de nadie aquí, sino una obligación moral refrendada en la verdad de que cuanto está en juego es la anulación de la soberanía de la Isla–, no parece, en plano cercano, mermar. Quizá todo lo contrario, incluso posiblemente expandirse a escalas inusitadas, luego del pretexto –no obstante su total descrédito, en pie todavía por parte de Washington–, de los «ataques sónicos», el posicionamiento del vicepresidente Mike Pence en la Cumbre de las Américas y la designación de halcones anticubanos como Mike Pompeo y el abominable John Bolton en puestos centrales de poder en la Casa Blanca, a los cuales se unía con anterioridad el reaccionario senador Marco Rubio y su influencia personal de carácter bien pernicioso sobre el presidente Donald Trump.
Por consecuencia, el país deberá continuar su serio trabajo en la Defensa –de hecho, no ha dejado de hacerlo nunca; ni siquiera durante el periodo de relativa distensión con la anterior administración– bajo el concepto de Guerra de todo el pueblo, en pos de disuadir expectativas de confrontación o, en caso de producirse esta, encontrarnos en total capacidad de resistir y vencer, al precio que sea necesario. Este pueblo no va a regalar 150 años de lucha, esfuerzo, sangre y abnegación.
La Cuba que comienza con un nuevo presidente, pero con un mismo objetivo de libertad e independencia, e igual partido al frente de la nación, proseguirá preservando sus conquistas esenciales como la Salud, la Cultura, el Deporte, la Seguridad Ciudadana y la Educación.
Justo en la Educación focaliza este nuevo mandato, cuyo compás comienza a abrirse ya, una de sus principales encomiendas de fortalecimiento.
Nadie duda que habrá de concedérsele significación de primer orden a la educación integral de las generaciones emergentes en el orgullo de ser cubanos, en el acercamiento argumentado a la grandeza pretérita y actual de nuestra nación, en el conocimiento de las hazañas de los próceres, en la cultura integral que abre las miras y en la enseñanza artística conducente a la decantación entre lo genuino y lo intrascendente, avalado por el pensamiento hegemónico para obnubilar a seres humanos sin defensas críticas.
El fortalecimiento del modelo económico, la productividad, la empresa estatal socialista (su rol seguirá siendo clave), la inversión extranjera y las nuevas formas de gestión devendrán objetivos cruciales en el camino al desarrollo.
La Cuba que se prefigura podrá ser mejor en la medida que su gente sea más generosa, solidaria, sensible y cultivada. Y unida. Unida en el concepto de amor y respeto a su país, a su bandera. Unida en la premisa de ayudarnos, de apoyarnos los unos a los otros.
Entre todos, tenemos que creernos y fraguar esa mejor Cuba. Querida y defendida por más de 11 millones de compatriotas, en nosotros se encuentra la llave para abrirla al mañana y se cifra la esperanza para hacerla florecer.