José M. Tojeira
Al ver policías armados registrando en la calle a niños que van a la escuela, es obligatorio que nos preguntemos por la situación de los derechos del niño en nuestro país. Si a los registros se une el aumento de penas a los menores de edad que cometen algún acto ilegal, o se les quiere juzgar como si fueran adultos, la preocupación aumenta ostensiblemente. Y eso aunque el Ministerio de Educación presuma de firmar excelentes convenios con Unicef. Llevar a cabo buenas acciones en favor de los niños no tapa ni borra las acciones estructurales, como lo son el aumento de penas contra el menor infractor, que dañan los derechos de los niños. También los criminales de guerra, en muchas partes del mundo, trataban bien a los niños que no pertenecían a los sectores de los que desconfiaban.
La “ley penal juvenil” de 1994 significó un cambio positivo para El Salvador. Los propios legisladores reconocían que el “Código de Menores” hasta entonces existente, no respondía “a los principios reconocidos en la Constitución y en la Legislación Internacional, respecto del menor que ha infringido la Ley Penal”. Era obvia la brutalidad de la legislación que metía en la cárcel, a veces durante años en espera de juicio, a niños de 16 años mezclados con los delincuentes adultos, en cárceles como Mariona, en aquel tiempo plagada de corrupción, violencia y droga. El Salvador había suscrito unos años antes la Convención sobre los Derechos del Niño, y al ratificarla quedó comprometido a que “la detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevará a cabo de conformidad con la ley y se utilizará tan sólo como medida de último recurso y durante el período más breve que proceda”.
Nuestros diputados actuales parece que no han leído esta Convención convertida en ley de la República desde su ratificación. Ley, por cierto, incluso superior a las leyes ordinarias que ellos puedan aprobar. Y parece que no la han leído porque piensan en la cárcel como primer recurso y tratan de que permanezcan en ella durante el período más largo posible. Curiosa realidad de que la ley de los “corruptos” de1994 sea más humana y más coherente con Convenciones internacionales y con la Constitución que la ley de los diputados “limpios de todo pecado” de este año 2022.
La Convención sobre los Derechos del Niño descansa sobre cuatro puntos indispensables para cualquier legislación posterior de cualquier país que la haya ratificado: la no discriminación del niño o niña, la primacía del interés superior del menor, la garantía de sobrevivencia con pleno desarrollo de sus capacidades, y la participación infantil. Es difícil entender cómo se combinan estos principios con la tendencia a responder cada vez con más violencia estatal y legal a las infracciones de los niños. Cuando se quiere construir cultura de paz resulta indispensable comenzar a construirla desde la primeras generaciones. Pero para ello debe haber alguna forma de cambio o conversión en los adultos respecto al uso de la violencia.
Si los adultos continuamos pegando a los niños como castigo, estos últimos cuando sean adultos tendrán la tendencia a seguir pegando a quienes les molesten. Al nivel del Estado, que tiene el monopolio de la violencia, resulta indispensable reducirla lo más que se pueda, especialmente en lo que se refiere a los niños infractores. Pues el comportamiento del Estado influye fuertemente y tiende configura buena parte de los criterios de acción de quienes en él conviven. El Estado termina siendo responsable de la violencia de los adultos si es cruel con los niños, o alimenta la crueldad contra el menor infractor.
Si desde el poder del Estado se habla sistemáticamente de perseguir en vez de dialogar, se insulta y se polarizan los debates, condenando a quien no coincide en criterios respecto a los poderes de turno, no se puede después afirmar que estamos trayendo la paz al país. Quienes gustan de defender el castigo duro con la frase veterotestamentaria, “ojo por ojo, diente por diente”, no sería malo que meditaran en otro texto del libro del Eclesiástico 20, 4: “Como pasión de eunuco por desflorar a una moza, así el que ejecuta la justicia con violencia.”