René Martínez Pineda
@renemartinezpi
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La tercera tara es el mito de que el tiempo-espacio es newtoniano, salve es lineal y sin retrocesos ni sobresaltos ni historias frustradas, order es decir que, cheap como si fuera una vía férrea sin punto de llegada ni partida, va de aquí hacia allá en línea recta, sin salirse de sus paralelas, mito que fue el que propició la idea de eternidad y el concepto de “países en vías de desarrollo”, pero que jamás alcanzarán a los que van adelante porque no existe una forma histórica ni física de lograrlo, y esa noción llevó al eurocentrismo y al nazismo. Es entonces que se genera una ausencia sociológica vital: la realidad real (el tiempo-espacio no teológico) de los países pobres, los países no desarrollados, los países inferiores, los países que no tienen calles con nombres de pobres, por eso tuvieron que buscar la forma de existir y de tener presencia cierta en todos los estantes del planeta (corporeidad existencial) recurriendo al realismo mágico; por eso sus realidades se resumen o son materia en dos lugares tan míticos como reales en el imaginario popular: Macondo y el laberinto de la soledad.
La cuarta tara de las cc.ss. es el fantasma de la lógica y productividad capitalistas como medidas inexorables del universo; es la noción de que todo tiene que ser medido como productivo dentro de un ciclo de producción dado y controlado por el capital, y eso se aplica al hombre, a la ciencia, al sexo, al amor, a la felicidad y, últimamente, a la educación. Entonces la educación es productiva si se mide en horas-nalgas –o sea en un solo acto- y se cronometra con un reloj biométrico y no como una combinatoria de actos educativos y resultados de un proceso continuo (producción intelectual) que modifican el comportamiento y forman profesionales y ciudadanos críticos. Esa es una idea decimonónica que se gesta cuando la plusvalía sólo podía ser aumentada aumentando y midiendo el número de horas de trabajo, pues era una relación entre hombres y cosas. Eso se fue proliferando a todas las actividades productivas de la sociedad, hasta que la productividad capitalista se apropió de todo y lo midió todo como en una fábrica, generando así otra ausencia sociológica: desvirtuar el trabajo improductivo del sector público (o sea el que no aumenta el capital, dentro del que están las cc.ss.) aprovechándose de las propias quejas de los involucrados, tales como que el Estado está lleno de haraganes y oportunistas y, por tanto, toda la inversión es estéril, por lo que hay que privatizarlo todo, incluidas las utopías.
Esas son las taras (mitos y fantasmas) del ignorante, del oprimido-opresor, del tiempo-espacio newtoniano, del inferior, del científico sin compromiso social, del trabajador improductivo que hay que meter en cinta, del que no quiere recordar, de la racionalidad burguesa, de la realidad virtual, del malinchismo teórico, del ladino sin imaginario propio, del sin ideología que no se quiere emancipar. Con ellas se gestan las ausencias y amnesias sociológicas en nuestra sociedad (relegando la presencia y la nostalgia) con la complicidad de las cc.ss. que tenemos. Entonces hay que descolonizar las cc.ss. porque esa es hoy la tendencia hegemónica: la colonización del intelecto.
Por naturaleza, las cc.ss. neocolonizadas no pueden denunciar la explotación ni quieren rebelarse, pues la teoría social light parte del supuesto-impuesto de que la modernidad sólo puede ser tal si es estratificada, si las ciencias son estratificadas, y en ello subyace una relación de expropiación y violencia que usa como arma del delito al derecho moderno que hace de la verdad: lo legal; y de lo falso: lo ilegal, de la misma forma que pervirtió la diferencia entre lo legal y lo legítimo al referirse a la democracia. Del lado de las cc.ss. críticas surge –debe surgir- la teoría crítica propia que, por estar basada en la realidad concreta de cada país, pasa de esa fase de expropiación-violencia a la fase del compromiso social y recuperación de la cotidianidad.
Precisamente del lado de la cotidianidad están los imaginarios, utopías y saberes populares, cuyo contenido, vigencia, elegancia y poder de afectación del comportamiento individual y colectivo hace que estén más allá –o más acá- de la verdad y la falsedad, que es el binomio predilecto de las cc.ss. burocratizadas, para las que esas utopías e imaginarios no son conocimiento social, sino simples opiniones subjetivas, delirios, galimatías o un sentido común mágico-religioso que carece de lógica e importancia, por lo que no debe ser tomado en cuenta o, en el mejor de los casos, ser tomado en cuenta después de ser depurado por el filtro ideológico del investigador. Esta situación le plantea otro reto a las cc.ss.: marcar la línea divisoria entre la ciencia y su verdad (lo legal) y los imaginarios y sus falsas verdades (lo ilegal), sin caer en el error inducido de creer que ambos son incompatibles (agua y aceite) o son una cuestión jurídica (legal o ilegal), cuando el desarrollo de lo social como hecho histórico –o sea como voluntad humana- nos muestra que son complementarios y, por tanto, la línea del Ecuador que existe entre ellos es movediza y visible en todo momento para poder aplicar los conceptos. En ambos lados y hacia ambos lados de la línea que divide tanto a las cc.ss. como a las realidades que éstas abordan desde sus racionalidades e imaginarios específicos (Macondo y Disneylandia; Chávez y Obama; Chile sin Pinochet y Honduras con Zelaya; El Salvador sin Roberto Daubuisson y Cuba con Fidel) se mueven los nuevos sujetos sociales: el terrorista a destajo, el inmigrante indocumentado sin ombligo enterrado, el marero, el revolucionario sin revolución triunfante, el político sin utopías pero con alto salario, el pobre que se cree clase media y no está en medio de nada, el desaparecido por la dictadura de los medios de comunicación, el consumista sin tarjetas de crédito, el nostálgico sin recuerdos, el loco cuerdo. Todos ellos desaparecen y aparecen.
Creo que las cc.ss. salvadoreñas deberían iniciar un debate para saber hasta qué punto la Constitución es constitucional: hasta qué punto esa Constitución puede ser usada para explotar, para expropiar y destruir lo público y la identidad de forma constitucional. Ese sería un acto de resistencia del pensamiento de las cc.ss. que deben aprender a resistir. Esta es otra epistemología, otro saber social basado en la revolución intelectual como preámbulo de la justicia social.
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