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Los desafíos nacionales (2/3)

Ricardo Olmos Guevara
Economista

¿Es suficiente el incremento del salario mínimo de manera periódica, para resolver las asimetrías que existen en el mercado laboral?, ¿eso es lo que únicamente se debe hacer en materia laboral, para resolver las graves inequidades y las asimetrías estructurales en materia de empleo en nuestro país? Y aquellos salvadoreños que se encuentran ocupados pero que no gozan de un contrato de trabajo, que son el 80 % de la PEA, y por consiguiente, no son favorecidos por la seguridad social tanto el trabajador como su grupo familiar, ¿son suficientes las políticas públicas vigentes para resolver tal problemática?

Este tema, aún no es objeto de debate en la sociedad salvadoreña. Por ejemplo, en el caso de las universidades, que son productores de saber, no realizan las investigaciones que deberían de estar con procesos de diagnóstico y de propuestas, no solamente en estos temas sino en las variadas realidades específicas que viven los salvadoreños. ¿Qué ha hecho el ministerio de Educación para que en efecto exista investigación en las universidades, exigencia que es regulada por la Ley, y que debería ser parte de los requerimientos permanentes, que son por cierto fundamentales, como ente contralor?

América Latina, ha desarrollado su pensamiento económico propio en relación a las limitaciones para emprender la senda del desarrollo. A ese tipo de limitaciones les ha denominado problemas estructurales los que se definen como aquellas asimetrías, que de manera persistente se encuentran en toda la estructura del sistema económico, ya sea en el área social, económica, cultural, etc. de un país determinado. ¿Cuáles son las características relevantes de esas asimetrías que se observan en el mercado laboral y que forman parte del problema estructural salvadoreño?

El Salvador cuenta con la Población Económicamente Activa, PEA como aquella que realiza alguna actividad económica u ofrece su fuerza de trabajo en el mercado de trabajo prevaleciente, el cual está constituido por 2,960,788 personas, sin embargo, la población ocupada asciende a  2,752,094 personas a nivel nacional con dos terceras partes ocupadas en el área urbana. (EHPM, 2017). Con la información a este año que se tiene disponible, información estadística oficial sobre los salarios reales, se logra determinar que el ingreso promedio recibido disminuyó 1.5 % mientras que los salarios percibidos experimentaron 0.5 a la baja. Esta situación solamente se pudo mejorar en las condiciones de vida de los trabajadores, con los incrementos salariales efectuados en el año 2018.

En primer lugar, la población ocupada en sus tres cuartas partes está vinculada con los sectores de baja productividad, y por consiguiente, con oportunidades de bajo ingreso, y en muchos casos, por debajo del salario mínimo oficialmente establecido. Esto último se observa en la sub-ocupación, es decir, en aquellas actividades económicas en donde se vincula más de la tercera parte de la población ocupada que junto con el desempleo abierto del 7 % más el servicio doméstico con 4.1 % la cifra llega a 48.1 % del total de la trabajadores en condiciones de vulnerabilidad. En segundo lugar, las asimetrías en el mercado de trabajo se notan en los ingresos dentro de la misma población ocupada. Los salarios de las mujeres alcanzan el 83.8 % al salario que obtienen los hombres. Aún más, esta asimetría se profundiza cuando se analiza aquellos sectores sociales que pertenecen a los trabajadores inactivos, que forman parte del 52 % de esa población, que están fuera de la contabilidad de la PEA por su condición de no estar vinculados con una actividad de mercado, que se consideran población económicamente inactiva, y generalmente están las actividades referidas a los cuidados de los hijos y adultos mayores en los hogares, actividades que no son remuneradas aunque generan valor para la economía nacional, y generalmente son ejecutadas por mujeres.

En tercer lugar, en el mercado del trabajo se observa una dicotomía en el sentido que del total de ocupados se identifica a un sector formal con el 57 % de trabajadores mientras, que para el sector informal lo hace el 43 % de la fuerza laboral salvadoreña con mínimos niveles de productividad en el PIB, por consiguiente con menos salarios. Estas cifras son similares para América Latina. Mientras se tengan esos niveles de trabajadores vinculados en demasía en este mercado informal, tendremos como realidad un problema estructural que reducirá las oportunidades de modernización, de crecimiento económico y de desarrollo.

Por último, hay que mencionar un cuarto aspecto que revela el problema estructural mencionado y que frena las oportunidades de trabajo decente y es que en el país casi el 80 % de los trabajadores ocupados carecen de contrato, por consiguiente, el trabajador y su grupo familiar no poseen la seguridad social contributiva. Este hecho posee incidencia en los reducidos niveles de capital humano, que se tiene en la sociedad salvadoreña con los mínimos de seguridad social en sus condiciones para asegurar la salud y la reproducción material de los trabajadores. Aún más, no se cuenta, por consiguiente, con las oportunidades de las pensiones decentes, ni la seguridad social del sistema nacional de salud.

Esta descripción no pretende ser exhaustiva sino únicamente  revelar la sintomatología de las diferencias en el mercado laboral, que frena el pleno desarrollo humano en nuestro país.

Se debe pasar de este diagnóstico a la formulación de la estrategia nacional para elevar y fortalecer el capital humano en el país. Ya en el Diario Co Latino escribía el 25/01/2019 el artículo sobre “Qué sabemos de los jóvenes” https://www.diariocolatino.com/que-sabemos-de-los-jovenes-principales-desafios/. “Hay que tener en cuenta la voz de los jóvenes para que los nuevos planes y programas respondan a los ideales de ellos mismos. Sin duda, debe de conocerse la demanda de las capacidades laborales que las empresas requieren. Hay que revisar el entorno nacional e internacional y las oportunidades, para desarrollar económicamente nuestra economía para que exista una sincronía, elevando al mismo tiempo el perfil técnico y vocacional de nuestros jóvenes”.

No podemos obviar este tema de la juventud en relación al mercado laboral, en el sentido de elevar sus competencias hacia el trabajo con formación profesional y vocacional, esté o no dentro de la educación formal.

Brindar los diferentes programas de formación en el marco de la estrategia nacional por el empleo de la juventud, será el mejor acierto de cualquier política que se oriente y se ejecute en El Salvador.

En síntesis, para superar las asimetrías en el mercado laboral, en la que se sabe que es un tema candente y cuesta arriba, hay que definir los programas pues con más formación profesional y vocacional se puede estimular la educación técnica, eso pasa por la edificación de infraestructura educativa tecnológica para enfrentar efectivamente con seriedad estos desafíos nacionales; solo así, se podrá empezar a cerrar las brechas salariales y de ingreso en el país. Finalmente, esto además contribuirá a dignificar a la clase trabajadora con la oportunidad de obtener contratos de trabajo que aseguren la protección social, necesaria para las presentes y nuevas generaciones.

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