@renemartinezpi
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Muchos de los asesinatos y cruentos interrogatorios, health mediados por “la capucha”, order se realizaron en las residencias de simpatizantes o miembros de los Escuadrones, seek ya que esas operaciones fueron apoyadas por civiles de ingreso medio y por una red de informantes paramilitares a los que coloquialmente se les llamaba “orejas”. El propósito de la táctica de exterminio era dirigir la violencia militar para destruir la logística de apoyo de la izquierda, así como hoy ese partido de derecha trata de romper la memoria histórica a través de algunos jóvenes que, como jaurías, atacan a todos aquellos que tengan que ver con el pasado proceso revolucionario con la coartada de que es “historia antigua”. En la red de los Escuadrones estaban –según el Journal- empresarios ilustres; jóvenes de 20 años que ponían bombas en edificios; pilotos privados que contrabandeaban armamento especial diseñado para actos clandestinos y para el asesinato político.
Ante la proximidad de las elecciones de marzo de 1982 y buscando legitimidad, los escuadroneros organizaron un partido legal con los lemas del Partido Republicano y la lógica nazi. La derecha salvadoreña admiraba a la derecha reaganiana y moldearon su partido, en parte, según la plataforma republicana de 1980. Después de los resultados de las elecciones de 1982 quedó claro que la derecha violenta había concluido su mutación de fuerza clandestina y genocida (aunque siguieron operando los escuadroneros y la represión no se detuvo), a fuerza política influyente. ARENA logró el 25% de los votos y D’Aubuisson la presidencia de la Asamblea Constituyente.
Con su triunfo electoral el partido había logrado algunas metas tácticas: sacaron a los demócratas cristianos que tenían el apoyo de EE.UU. y lograron desmantelar al sector progresista del ejército, algunos de cuyos mandos ya se habían pasado a las filas de la guerrilla. Tanto en ese entonces de guerra, como hoy, el corazón ideológico de la derecha, abonado por los Escuadrones, lo constituyen –según las propias palabras de los fundadores- “las familias de tercera” que se saludan de lejos, pero sólo en los procesos electorales; “los igualados” que no tienen ni la más mínima idea de lo que significa ser rico; “los copiones” que usan productos piratas y le ponen el nombre de “residenciales” a sus colonias, cuyas casas comparten la pared con el vecino; los que apenas ganan más del mínimo (y están a un universo del máximo) y se endeudan para comprar un carro del año; los que se creen “clase media” aunque están en medio del tugurio y el centro comercial, aunque estudien ciencias sociales en la universidad pública, lo cual los convierte en una obscena paradoja viviente porque son la opción derechista de las ciencias sociales, a pesar de que los libros de texto y la calle de la que se nutren apuntan hacia el lado contrario.
Excepto por los hacinados tugurios que se van arrimando cada vez más a los vecindarios de las pseudo-mansiones, “los de tercera” de la derecha más reaccionaria vivían en una isla gringa llamada anticomunismo que, después de la guerra, se llamó consumismo, aunque este sea un consumismo de tercera: llevan a sus hijos al McDonalds y a la Escuela Americana en carros blindados, les imponen uniforme a sus empleadas domésticas, juegan a ser ricos en la Gran Vía con billetes de mentiras y, sin saber qué significa, le siguen temiendo al comunismo y, por eso, han importado como sus enemigas acérrimas a la Cuba de Fidel y la Venezuela de Chávez y Maduro.
Hay que reconocer que el principal líder y los fundadores de ARENA hicieron bien su trabajo de domesticación ideológica. A inicios de los 80s el que fuera su vicepresidente, Hugo Barrera, sintió tanta alegría al unirse a D’Aubuisson que compuso un himno de guerra cantado devotamente por los areneros: “¡Tiembla, tiembla comunista!”. En una reunión con asesores norteamericanos dijo: “si ustedes tuvieran comunistas en los EE.UU. destruyéndoles su Golden Gate (Puente de Oro) y sus fábricas, también odiarían a los comunistas”, aunque nunca admitió haber formado parte de los Escuadrones. Otros miembros de ARENA que –según la CIA y la ONU- admitieron haber participado, narraron, letra a letra, cómo fue evolucionando su actitud frente a los comunistas, volviendo para ello al imaginario de 1932: de odiarlos a matarlos. Esa es la razón por la cual ARENA inaugura sus campañas electorales en Izalco, ciudad que no tiene peso en términos electorales, pero si en términos ideológicos, pues sufrió en carne y cultura propia el genocidio del General Martínez.
Temas recurrentes en la derecha de los 80s era la necesidad de dirigir y financiar el caos social (recurriendo a la tortura, el asesinato y la exhibición pública de los cadáveres a plena luz del día) y propiciar las condiciones subjetivas de los Golpes de Estado (Golpes de Gobierno, en sentido estricto, tanto entonces como hoy). Esas temáticas fueron delineando el ambiente político-militar de los 80s (que inició con el asesinato de Monseñor Romero atribuido, en el Informe de la Comisión de la Verdad, al líder de ARENA, Roberto D’Aubuisson, a quien se le levantó un denigrante obelisco frente a un centro comercial) y en el marco de ese escenario que invitaba a la barbarie (cuyo punto de cierre fue el asesinato de los Padres Jesuitas, en 1989, y en el cual fue involucrado el presidente Cristiani) los estados de ánimo de le derecha se movían arbitrariamente entre la paranoia y la certeza. A la guerra sucia de los Escuadrones sus autores le llamaban, cínicamente, “la parte militar”.
Sobre este último caso de genocidio, la querellante del Caso Jesuitas, en España, valora que en la actualidad existen pruebas fehacientes contra Cristiani, por las que incluso podría ser procesado y extraditado. Luego de 26 años de la “Masacre Jesuita”, los pelos todavía se paran de punta, la piel se eriza e internamente mucha gente siente escozor y miedo. Almudena Bernabéu, la principal abogada querellante contra los militares presuntamente autores materiales e intelectuales del crimen que horrorizó al mundo, un 16 de noviembre de 1989, reveló en una entrevista que Cristiani “está implicado en el asesinato”; que hay pruebas documentales y testificales, y que por tanto podría ser encausado por la Audiencia Nacional de España y extraditado si el juez, Eloy Velazco, así lo requiere, junto a trece militares que participaron en las órdenes y en las ejecuciones directas contra seis sacerdotes –cinco de ellos españoles- y dos empleadas.