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Los días de enciclopedias

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y coordinador

Suplemento Tres mil

 

Me encantaban las Ciencias Naturales. En tanto crecía esa materia resultaba mi oasis. Siempre fui un entusiasta de los estudios sociales y Lenguaje y literatura, pero la Naturaleza me hacía volar, era como abrir un libro de ciencia ficción, pero todo eso tenía sentido. ¿Acaso existe algo más increíble que la realidad? Conforme uno conoce más se da cuenta que menos conoce, por eso tuvieron tanto éxito los almanaques que aportaban un poco de conocimiento cada año. En cambio ahora siento que las redes sociales nos hacen desperdiciar un poco la vida.

Recuerdo como dibujaba en mi mente todo lo que decían las guías sobre el cuerpo humano, buscaba cada detalle en los cromos. Me fascinaba que los riñones parecían dos frijoles que se conectaban al resto de órganos con unos espaguettis (Así veía la anatomía de niño), y así le iba buscando parecido a todo, y me encantaba aprenderme esos nombres extraños que enlazaban nuestro cuerpo y la vida. Creo que en eso seguimos igual. Pero ahora sabemos que el sistema nervioso es mucho más que unos cuantos alambres de cobre

Fue gracias a las Ciencias Naturales que las horas de estudio resultaban agradables y a veces excitantes. Fue una de las materias que disfruté hasta que llegué a bachillerato, quizá porque tuve buenos maestros que estimularon mucho como el profesor Emilio Peña, que dejó una buena huella en nosotros.

En las casas de mis abuelos procuraba sacar de los escondites las enciclopedias y descubrir que la vida se funda en el Carbono, y que la vida implica una chispa o una consecuencia. Entre mis enciclopedias favoritas estaba la Combi que tenía una sección para las diferentes razas de los perros y gatos. Pasaba horas repasándola como si me fueran a examinar. En esos años era un experto en adivinar razas y sus orígenes.

Cuando llegaba a Tonacatepeque eran mis compañeras tras estar arando, paleando y haciendo todas las actividades que mi mamá Yuly me ponía a hacer para aprender de la vida, junto a Jaime. Nos sentábamos con mi amigo y comenzábamos a explorar las banderas y monedas del mundo, las composiciones minerales, los mapas del planeta y a volar.

Esos días me imaginaba la vida en Júpiter y Marte, me cuestionaba el parecido de la Tierra y Venus. Y esa terrible interrogante ¿Somos los únicos seres vivos del Universo? Estaba convencido sin fundamentos de que el cosmos es tan grande que no puede estar despoblado.

Así fuimos creciendo hasta que la literatura le comenzó a ganar el lugar. Aunque en ocasiones compiten y las ciencias naturales me devuelven a esos años de asombro cuando una enciclopedia nueva era como ganarse la lotería. y descubrir que el asombro está en la vida, pero siempre se traduce con palabras.

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