Liliana Martínez
LOS ÁNGELES/dpa
La trama de la segunda parte está ambientada cinco años más tarde, con un Hiccup adolescente, considerablemente más mayor, y apegado aún a su dragón negro, Toothless, esta vez con la misión de enfrentarse no tanto a los dragones sino a un hombre que los controla en su propio beneficio y que supone una amenaza para el pueblo.
Y como explica el propio director y guionista, Dean DeBlois -que también estuvo al frente de la primera-, el hecho de ser un pueblo vikingo enfrentado por dragones que pasa a poder controlarlos y volar sobre ellos les abre las puertas a explorar nuevos territorios y expandir sus horizontes.
Así, surge un personaje antagónico que se mueve entre nuevas criaturas, con dragones de todo tipo y color que a buen seguro harán las delicias de los aficionados a la saga, especialmente entre el público infantil. Además está el elemento emocional: la aparición en la película de la madre de Hiccup, que unido al reencuentro con el padre del protagonista, Stoick (doblado de nuevo por Gerard Butler), le da un giro más que interesante y atractivo a la historia.
También es distinto el terreno que exploran, los paisajes y los cielos que surcan los dragones. Para inspirarse, DeBlois explica que se fueron a un archipiélago noruego, Svlabard, un lugar remoto y con la clase de parajes que le han dado un colorido inusitado a la cinta. Ya hay críticos que comparan su puesta en escena con “Avatar”, de James Cameron, por su nivel de fantasía y exuberancia.
“Nunca he visto un lugar como Svalbard”, indicó DeBlois durante su paso por el festival de cine de Cannes, en Francia, donde se presentó la película antes de su estreno formal en cines de todo el mundo.
“Fue increíble e inspirador de muchas formas distintas. Su luz, sus cielos, las extensiones de territorio ártico virgen y la forma en que el color se filtra en esas latitudes al norte encontraron una forma de meterse en la película”, dijo.