Nelson López*
Lo que más hemos oído es el llanto amargo y los trágicos lamentos de todos aquellos que no aceptan los cambios: ya sean ricos, rx políticos o empobrecidos, ask son los mismos de siempre que siguen anclados en una sola época: la de las vacas flacas para todos… menos para ellos.
Lo más triste de todo es que tienen aguante, es demás, no se cansan de llorar y llorar, para dar lástima, y que todos creamos en esas lágrimas de cocodrilo que solamente pretenden que borremos de la memoria los años de la corrupción e inseguridad, y que los empobrecidos regresemos a más de lo mismo, “solo milando como el chino”, a estos grupos que se reparten pero no comparten.
Los empobrecidos sabemos cuales son las diferencias entre un gobierno excluyente y otro incluyente, porque lo hemos vivido y por lo que estamos viviendo, y por mucho que los llorones insistan en que -merecen más- todos sabemos que en eso se concentran -en tener más- y por eso el llanto que ya todos conocemos desde 2009, cuando iniciaron los cambios.
Los empobrecidos somos los que siempre hemos padecido las estafas de los bancos que eran propiedad de esos grupos de poquitas familias ¡nunca pagaron impuestos!… y hasta que los exprimieron bien, negociaron y vendieron el Banco de Comercio, Banco Salvadoreño, Banco Agrícola Comercial y el otrora Banco Cuscatlán que no permitió que existiera el Banco de la Fuerza Armada porque le arrebató la pirámide.
Los empobrecidos nunca tuvimos escuela para nuestros hijos si no pagábamos matrícula, si no comprábamos útiles, si no les mandábamos a hacer los uniformes, si no les dábamos el pago del pasaje del bus, si no les poníamos el refrigerio… era la de no acabar… y mientras tanto los llorones seguían contando los colones por millones.
Los empobrecidos no teníamos derecho a la salud porque las droguerías nos surtían de pastillas mejoral, commel, aspirinas, antidiarreicas, diazepam 10, Lisalgil, Darbon compuesto, y hasta para desvelarnos en las maquilas nos metíamos la supertiamina, pero en los hospitales si no adelantábamos la cuota “voluntaria” no teníamos atención y teníamos que pagar las radiografías. Los llorones hicieron su hospital como para confundirse entre las mujeres.
Los empobrecidos en navidad y en la fiesta de fin de año soñábamos con los estrenos, y esa era la ropita para todo el año de los empobrecidos papás, de las mamás, de los hijos, de los abuelos, de los primos, de los tíos, de toda la pobrería, que solamente en navidad y año nuevo podía estrenar si esperanzas de otro pantalón aunque fuera en el cumpleaños.
Por eso los empobrecidos debemos aceptar que todo eso cambió para bien y no para mal, y que a partir de los cambios ya podremos ¡todos los ahora incluidos! gozar de educación gratuita, de hospitalización sin dar ni cinco centavos de dólar, de trabajos dignos, de alfabetización, de mejor alimentación, de un servicio de transporte colectivo modernizado, de subsidios para los pobres más pobres, de proyectos para desarticular toda la inseguridad que nos dejaron los que nunca compartieron nada . ¡Bienvenido 2015!