José M. Tojeira
Lamentable pero cierto: La presidencia de Trump está arrastrando a Estados Unidos a alentar la confrontación y las tensiones en el mundo actual. No se trata solo del abandono de la UNESCO, una institución universalmente respetada, sino de opciones activas en favor de mantener tensiones en países donde la confrontación crea muerte y violencia. Los casos de las elecciones en Honduras y del traslado de la capital de Israel muestran la capacidad de prepotencia de la política gringa y la voluntad explícita de acelerar confrontaciones y violencia. Siendo el país más poderoso del mundo, tanto económica como tecnológica y militarmente, lo lógico sería que sus intervenciones en conflictos internacionales tuvieran como objetivo mediar entre las partes en pugna, asumiendo posición de diálogo. Pero con Trump, y no solo con él, estamos acudiendo a un escenario en el que se aceleran los conflictos, en vez de contribuir a aminorarlos o solucionarlos. Y ciertamente terminan siendo víctimas de ese estilo conflictivo e imperial los más pobres, los que no encontraron sitio en la posada de Belén y tuvieron que nacer en un refugio para animales del campo. En medio de las guerras y migraciones, siguen muriendo niños inocentes.
Recientemente el New York Times publicaba un artículo sobre Honduras titulado “El tirano en Honduras que Estados Unidos pretende no ver”. La OEA ha hablado con claridad en torno a las graves deficiencias habidas en las últimas elecciones y ha recomendado una repetición de las mismas con nuevos estándares de eficiencia y credibilidad. Lo mismo han recomendado otra serie de personalidades independientes, como el P. Melo y otras personas realmente preocupadas por el bien común y el desarrollo hondureño en justicia y paz. Pero a Trump no le interesan los muertos ni la violencia si quien la produce es su amigo, responde a sus intereses económicos o vota en la Asamblea General de las Naciones Unidas a su favor. Si Honduras padece una fuerte violencia que tiene como trasfondo pobreza injusta y desigualdad creciente, Trump añade violencia a la violencia existente con su apoyo al tirano, como le llama el New York Times a Juan Orlando. Como ya anteriormente añadía violencia al cerrar esa válvula de escape hondureña que se llama TPS. Las campañas antimigración de ese presidente gringo insensible y xenófobo añaden violencia a este triángulo norte de Centroamérica que mentirosamente dice que quiere ayudar. Pero su modo de proceder en Honduras, de un modo especial, marca un estilo político que favorece la polarización, la violación de normas democráticas de convivencia y, finalmente, multiplica la violencia. El hecho de que respecto a Palestina se siga también una política que favorece la violencia y la desunión nos hace pensar que los partidarios de las soluciones pacíficas y dialogadas vamos a tener una época difícil, especialmente en las áreas más dependientes de ese poder norteamericano que a algunos de sus vecinos los considera fundamentalmente “patios traseros”. Recientemente Daniel Barenboim, un excelente pianista y director de orquesta de origen judío y fervoroso trabajador en favor de la paz entre árabes y judíos, exigía que se reconociera a Palestina como Estado independiente a nivel mundial y como miembro permanente de las Naciones Unidas. Incluso decía que no veía inconveniente en que la Jerusalén Este fuera la capital del Estado Palestino y el otro sector capital de Israel. Son propuestas dialogables, pero en la buena dirección. No en la dirección de Trump, que sistemáticamente da la impresión de que solo sabe resolver los problemas histórico-sociales entre seres humanos desde la ley del más fuerte.
Estamos en tiempo de Navidad. Tiempo de solidaridad en el que los cristianos recordamos que el Hijo de Dios, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos a todos (2Cor 8, 9) con un sentido profundo de hermandad universal y solidaridad tan activa y propositiva como pacífica. El desplazado Niño de Belén nos sigue invitando hoy a enfrentar la cultura de la violencia o, lo que es lo mismo, la ley del más fuerte que propone Trump. Palestina, Honduras, los migrantes en riesgo de expulsión son hoy los amigos y los herederos del Niño de Belén.