Gloria Silvia Orellana
@DiarioCoLatino
María Ester Alvarenga Chinchilla, es víctima sobreviviente de la masacre del Río Sumpul, así como de las cárceles clandestinas de la extinta Policía Nacional.
En la década de los años setenta en El Salvador se había generado una situación socio política en la que las garantías de protección a los derechos humanos se habían vulnerado y supeditado a los intereses de los grupos oligárquicos, cuyo gobierno, en función de representar a estos grupos de poder económico, inició una escalada de represión, primero fue selectiva y después lo incrementó masivamente, reseñó María Ester Alvarenga, en entrevista exclusiva con Diario Co Latino.
– Ester, ¿cómo vivió el inicio del conflicto armado en el país?
Yo soy originaria del municipio de Ojos de Agua, Chalatenango, del lugar donde justamente sucedió la primera masacre el 14 de mayo de 1980, en el río Sumpul, ya que en la década de los setenta empezaron a desalojar a la población campesina de sus lugares de origen.
Chalatenango fue uno de los departamentos más golpeados por la represión y el conflicto. En 1980 más de 600 campesinos y campesinas se tomaron las tierras del caserío Las Aradas, porque habían sido desalojadas de las suyas. Provenían de diferentes cantones de los municipios de San José Las Flores, Las Vueltas, Arcatao, San Isidro Labrador y de Ojos de Agua. Allí se instalaron y empezaron a cultivar hortalizas para alimentarse, además estaban preparando la tierra para sembrar la cosecha del año.
Decidí acompañar a la gente junto con otras compañeras de mi generación, éramos jóvenes estudiantes de secundaria, entonces tenía 14 años, estaba por cumplir los 15.
– ¿Qué ocurrió ese 14 de mayo en el Sumpul?
Ese día el ejército y la Guardia Nacional acompañados por la defensa civil, bajo el mando del General Guillermo García, lanzaron un operativo y efectuaron la gran masacre, es por ello que el 14 de mayo lo puedo denominar como “el retumbo del Sumpul”, ya que solo se escuchaban disparos y metrallas.
Toda la población civil buscábamos la manera de sobrevivir. Junto a mi amiga Jesús, buscamos como escapar y no podíamos porque por donde saliéramos nos disparaban. Andaban helicópteros, ametrallaban desde arriba, había personas muertas por todas partes. Veíamos como a los niños los lanzaban hacia arriba y los recibían con yataganes puestos en los fusiles. Era horrible, muy angustiante, escuchaba los gritos de la gente, los miraba correr de un lado a otro queriendo escapar.
Los soldados llevaban grandes machetes, lo recuerdo porque con mi amiga nos quedamos en un árbol de aceituno, allí estaba una parra de “chupamiel” que sus ramificaciones llegaban hasta el suelo. Ahí nos tiramos como garrobos, ella encima de mí. Las hormigas me picaban, pero resistía pensando que allí nos protegeríamos; pero cuando empezamos a escuchar el ruido de los machetes cortando matochos (maleza) -le dije, Jesús- “aquí nos van a encontrar”, nos salimos agachadas para que no nos vieran, llegamos a la orilla del río, cuando vimos al otro lado, ya en territorio hondureño, un grupo de personas que había logrado cruzar, incluyendo a mi hermana que había llegado a verme unos días antes.
– ¿Cruzaron el Sumpul?
Sí, mi hermana nos hacía señas con el brazo para que cruzáramos el río y las demás personas también. Cuando lo cruzamos y llegamos a donde estaba las personas, vimos a los soldados hondureños que estaban escondidos detrás de ellas. Le dije a mi hermana “¿Y esto qué es, nos van a matar?” Mi hermana me dijo, “ellos dicen que nos van a proteger”. Allí nos tuvieron un rato esperando que más gente se cruzara.
Desde el día anterior, el ejército hondureño había acordonado toda la rivera del río, pero no logramos descifrar que era para evitar que las personas no se escaparan, todo esto en coordinación con los soldados salvadoreños. Es decir, que para reprimir a la gente los gobiernos se pusieron de acuerdo.
– ¿Qué pasó después?
Minutos después de cruzar vi cuando el jefe militar salvadoreño le hizo señas a los soldados hondureños para que nos llevarán, estos, nos empezaron a formar para llevarnos a un punto del río claro, para entregarnos.
Para ese entonces yo había leído un poco de historia por un pariente mío, maestro organizado en ANDES 21 de junio, Buenaventura Chinchilla se llamaba, quien en la materia de Ciencias Sociales nos hablaba del etnocidio de 1932. Ese día solo de eso me acordé, porque los primeros años de mi escuela los hice con él. Fue un maestro muy crítico y analítico de la realidad, por eso lo asesinaron en septiembre de 1979, él aparece en este monumento de la Memoria y Verdad. La escuela del municipio de San José de Las Flores lleva su nombre.
Nos llevaron a un vado, ya que el río había crecido mucho por la lluvia incesante de la noche anterior, por eso, mucha gente que no sabía nadar se ahogó al buscar escapar. Nosotras gracias a Dios sí sabíamos nadar. Cuando llegamos a ese lugar, vimos que en la rivera del río del lado salvadoreño estaba llena de soldados, a las personas con las que íbamos les dije, “ven que nos van a matar, para eso nos tuvieron allá”.
Al llegar a ese vado, inmediatamente el jefe de los soldados hondureños comenzó a agrupar a niños, mujeres y hombres; hizo tres grupos, solo los señalaba con el dedo y ellos tenían que pararse, así empezaron a pasar a grupos de 6 personas (dos niños, dos mujeres y dos hombres). Los soldados hondureños los escoltaban hasta que los salvadoreños los agarraban, los tiraban boca abajo en las piedras y les daban culatazos con el fusil. Así sucesivamente iban señalando a las personas y a los niños para entregarlos.
– ¿Cómo se libró de la masacre del Sumpul?
Cuando sacaron el tercer grupo, que por suerte no nos habían mencionado a nosotras, la mente se me iluminó. Se me ocurrió decirle al sargento, “bueno y a nosotras por qué nos van a pasar si somos hondureñas”. El sargento me dice ¿Quiénes?, “nosotras, le dije, y mencioné a mi hermana, a Jesús y a otra joven que también se llamaba Esther, a quien conocí allí en la toma de tierras.
El sargento me preguntó ¿y qué andaban haciendo en El Salvador?, le dije que una señora que estaba en Las Aradas estaba enferma y mi mamá nos había mandado a dejarle comida, como era tarde y se puso a llover, nos tuvimos que quedar allí porque no pudimos cruzar el rio. Ellos sabían que el río había crecido mucho porque había llovido toda la noche. El sargento nos dejó ir con la condición que no debíamos comentar nada de lo que allí estaba ocurriendo.
– ¿Este episodio a sus 14 años marcó su vida?
Desde luego, acordarme de ese momento aún me resulta una pesadilla, me recuerdo de los rostros de la gente, de los niños, de los gritos, realmente a menudo me hace llorar acordarme de ese episodio tan fuerte que me tocó vivir, allí asesinaron a familias completas muchos también se ahogaron buscando huir.
Eso pasó en 1980, ya habían asesinado a Monseñor Romero, las condiciones del país cada vez se tornaban más difíciles, por lo que las opciones eran limitadas: o tomabas la decisión de incorporarte a la lucha político militar o estabas en los refugios en condiciones precarias o te ibas de asilada política. Yo tomé la decisión más difícil que fue incorporarme a la guerra, porque me indignó la muerte tan injusta y miserable de tanta gente. Antes en mi familia ya habíamos sufrido persecuciones y la captura de mi hermano mayor, quien logró escapar de la cárcel pero después, como en julio de 1980 de nuevo lo capturaron y está desaparecido, el asesinato de Buenaventura Chinchilla, que era tan bueno, tan noble, él siempre ayudaba a los demás. Las condiciones estaban desbordadas e insostenibles.
Desde 1979 podemos decir que “ya no teníamos vida”, yo tenía 12 años y recuerdo que ya no podíamos quedarnos a dormir en la casa, porque de sorpresa llegaba la guardia a saquear o asesinar a personas, a violar jovencitas. También no era vida tener que presenciar una masacre de cientos de personas, entre ellas a niños y niñas, esa historia te marca.
¿Cómo sobrevivió al secuestro y las cárceles clandestinas?
Me secuestraron en 1984, estaba en San Salvador, yo iba a visitar a unos familiares en Santa Tecla, creo que me iban siguiendo desde que me subí al bus, porque cuando me bajé unos hombres me agarraron desde atrás, no pude verles nada, inmediatamente me vendaron, me subieron a una camioneta, creo que era una Cherokee. Yo no sabía lo que estaba pasando, supongo que más gente se estaba bajando del bus, porque luego escuché que dijeron, -allá va otra puta agárrenla- me ponen la capucha y me decían que les dijera dónde estaban las casas de seguridad y las armas, con quien iba a verme.
Me preguntaban un montón de cosas que desconocía. Allí empezó el calvario, me ponían la pistola en la cabeza, me volvía a poner la capucha, me amenazaban que me matarían si no les entregaba las casas.
Me llevaron al cuartel, aunque por la venda puesta no pude saber a dónde estaba. Desde el primer día empezaron los interrogatorios a cualquier hora. Perdí la noción del tiempo, en la celda donde estaba nunca se apagaba la luz, no sabía si era de día o noche. Me sacaban y me regresaban a la celda vendada.
En cada interrogatorio me preguntaban tantas cosas a la vez, distintos detectives haciendo preguntas diferentes; querían aturdirme, confundirme, enredarme para que hablara y, a lo mejor, para asesinarme o desaparecerme, como era su práctica en esos años.
En cada interrogatorio me hacían las mismas preguntas para ver si decía las mismas respuestas, querían encontrar una contradicción. Cuando me llevaban a la celda, no hacía más que tratar de recordar todo lo que me preguntaban y lo que respondía para volver a decir lo mismo, era una angustia permanente de qué vendría después.
– ¿Cómo logra la libertad?
Yo solo esperaba que abrieran la reja para que me llevaran a asesinar o desaparecer, porque las otras dos mujeres que pusieron en la misma celda conmigo y que llegaron el mismo día, a una la liberaron antes y a la otra a los 14 días de interrogatorio la mandaron a cárcel de mujeres, pero a mí no me sacaron, eso me generó más angustia porque la práctica de esos años era que si no te llevaban a las cárceles oficiales después de los 14 días resultabas muerta o desaparecida.
Esa noche que quedé sola no pegué los ojos, estaba pendiente de cada ruido. El día siguiente llegó un hombre que me dijo – vaya ponete guapa que vamos a salir- Eso me pareció un sarcasmo, porque durante 15 días había estado con el mismo vestido que andaba puesto cuando me capturaron, lo que me generaba más incertidumbre al pensar que me matarían. Me sacaron y me llevaron a una oficina, cuando entré observé que era la oficina del coronel; ahí estaba una señora bajita, blanca, que hablaba con él, creí que ella sería ahora quien me interrogaría, pero a la vez vi en sus gestos y ojos a una persona buena, veía que me transmitía paz.
Se trataba de María Julia Hernández, directora de Tutela Legal del Arzobispado, lo supe porque al salir de allí, ella se presentó. Ella firmó mi carta de libertad. María Julia se convirtió en mi ángel de la guarda y por ella estoy contando esta historia ahora. Ella me dijo que estaba ahí por Nemecio Chinchilla, me preguntó si lo conocía, le dije que sí que era mi tío. Nemecio era sacerdote, su parroquia, la tenía en el Barrio Santa Anita.
Cuando salimos del cuartel abordamos un taxi y hasta en ese momento pude saber que me habían tenido en el Cuartel de la Policía Nacional. Ella me llevó para el Arzobispado. Ese episodio lo recuerdo hasta el día de hoy, y cuando paso cerca de ese cuartel revivo esos duros días que fueron eternos para mí.
Ese cuartel como otros, de los mal llamados “cuerpos de seguridad”, debieron haberlos convertido en centros de memoria histórica en respeto a las víctimas inocentes que ahí tuvieron capturadas, asesinadas y desaparecidas, pero ni los gobiernos del FMLN fueron capaces de construir un memorial que dignificara a las víctimas y a sus familiares. Eso es una forma de reparación simbólica que tanta falta le hace al país para evitar que esos hechos horrendos la sufran las generaciones siguientes.
¿Cómo llega a Pro Búsqueda y se conviertes en defensora de DDHH?
He sido defensora de los derechos humanos desde mis 13 años o quizás de los 12, por raíces profundas de mi familia y la comunidad donde viví la infancia. Mi vinculación con PROBUSQUEDA se da en Chalatenango, después de la firma de los Acuerdos de Paz. Trabajaba por los derechos humanos de las mujeres en ese departamento. Fui fundadora del Movimiento de Mujeres Mélida Anaya Montes.
Con los grupos de mujeres adultas trabajé para su empoderamiento y reivindicación de sus derechos, después trabajé en la organización con mujeres jóvenes. Además de los procesos formativos, trabajamos la primera plataforma legislativa para mujeres jóvenes que se presentó a los diferentes partidos políticos para que lo incorporaran en sus plataformas, cosa que no hicieron.
Es mediante la vinculación de mi trabajo con mujeres en Chalatenango que inicia la relación con Pro Búsqueda, en 1992, cuando se instala la Comisión de la Verdad en Chalatenango con Ralph Sprenkels, un joven holandés de 22 años, apasionado en los derechos humanos que llegó a Chalatenango para dar su aporte honrando la memoria de sus paisanos periodista holandese, asesinados por el ejército durante el conflicto armado, quien después en 1994 fue director de Pro Búsqueda.
Ralph Sprenkels con el padre Jon Cortina fueron quienes ayudaron a los familiares de las niñas y los niños desaparecidos a denunciar sus casos ante la Comisión de la Verdad, yo también acompañé a muchas personas para que denunciaran.
– ¿Cómo fue la experiencia para las primeras madres en la búsqueda de sus hijos e hijas?
A esas madres que rompieron con el miedo de denunciar el desaparecimiento de sus hijas o hijos ante el Tribunal de Paz de Chalatenango y ante la Fiscalía, les llamaban “locas” o “irresponsables” que habían dejado “abandonados a sus niños“. Esa fue la respuesta que les dieron las instancias estatales en 1993. PROBUSQUEDA aún no existía todavía, por eso Ralph apoyaba a las madres como defensor de derechos humanos de la zona, muchas veces me pidió que lo acompañara para hacer diligencias investigativas y con gusto lo hacía los fines de semana o los tiempos libres después del trabajo en Las “Mélidas”.
Pero en realidad esa tragedia la conozco desde el conflicto, estuve con muchas madres que en los operativos militares les desaparecieron a sus niñas y niños, por ejemplo, Berta Castro, la mamá de Nelson Rutilio, que fue uno de los primeros casos que se presentaron al Juzgado de Paz, y gracias a Pro Búsqueda ese niño fue encontrado décadas después. Él fue desaparecido en un gran operativo cuando huía de la zona de Las Flores hasta la Laguna Monte Redondo, yo andaba con esa gente, eran cientos de personas civiles. Nos tocó caminar tanto durante el día y la noche. Con la investigación de PROBUSQUEDA se determinó que Rutilio fue llevado por el Destacamento Militar No.1 de Chalatenango.
El origen de PROBUSQUEDA se remonta en 1994, ante la negativa del Estado en dar respuesta al clamor de las familias que querían saber dónde estaban o están sus niños y niñas.
Formalmente llegué a trabajar ahí desde 1999, coordiné el área de organización de familiares, desde esa unidad hicimos acciones maravillas con la gente; desde la organización y formación para el empoderamiento, hasta acciones de incidencia pública y política, como marchas hacia la Asamblea Legislativa para exigir que crearan una Comisión de búsqueda de Niñas y Niños. PROBUSQUEDA presentó más de 6 propuestas en la Comisión de Justicia y Derechos Humanos que hoy la bancada Cyan, con sus aliados, las han mandado al archivo.
En 2007 coordiné el área de investigación, espacio en el que diseñé un plan con estrategias y líneas de investigativa contundentes y con resultados investigativos impresionantes, solo en un año logramos localizar a 17 jóvenes en diferentes países, esos como tantos otros éxitos se tuvieron.
En 2010, la directiva me pide que asumiera la dirección de la institución, lo que asumí con mucha dedicación y compromiso representando a la institución ante organismos nacionales e internacionales, presentando casos a nivel jurídico. Logramos dos sentencias contra el Estado, me refiero al caso denominado “Caso Contreras y otros” como también el caso “Rochac y otros”, se presentaron 50 casos ante el grupo de trabajo sobre desapariciones forzadas de la ONU, se presentaron nuevos casos ante la fiscalía general y Corte Suprema de Justicia, entre tantos otros esfuerzos a favor de las familias de los niños y las niñas, lamentablemente la justicia para esta problemática es ciega y sorda.
A nivel gubernamental realice muchas diligencias exigiendo al entonces ministro de Defensa David Munguía Payes la apertura de los archivos militares para la búsqueda de información que permitiera ubicar el paradero de más niños y niñas, que ante su negativa acudimos al Instituto de Acceso a la Información Pública y ni aun así obtuvimos la información solicitada.
Pude darme cuenta de la resistencia que existe en los gobiernos, independientemente del partido que los lleve al poder, de facilitar información que tenga que ver con la Fuerza Armada, lo que indica que prevalece la impunidad en estos crímenes atroces de la guerra.
– ¿Hábleme del trabajo que hizo en la Asamblea Legislativa y que opina del trabajo de la ley de Reconciliación?
En 2013 decidí renunciar de la dirección de PROBUSQUEDA porque estaba en un nivel de estrés laboral exacerbado, que estaba comprometiendo mi salud, es así como envié mi Currículum a la Asamblea Legislativa para analista de fracción (2014-2021).
En mayo la nueva Asamblea Legislativa decidió despedirme, aduciendo finalización del contrato, cuando legalmente los contratos se vencen hasta diciembre, es decir, esta Asamblea incumplió mi contrato y despidió a una víctima de la guerra, lo que les hace caer en contradicción cuando están hablando de elaborar una Ley de Reconciliación, donde supuestamente se contemplarán reparaciones y el presidente de la Asamblea, a través del Gerente, va y me despide. ¿A caso un empleo digno no es considerado como una medida de reparación? Sobre todo, cuando en mi caso cuento con el perfil profesional aceptable. Cuento con una licenciatura en Trabajo Social, Maestría en Ciencias Políticas y Maestría en Resolución de Conflictos y Mediación, además de una diversidad de diplomados y cursos recibidos en diferentes áreas del saber.
En la Asamblea no despidieron ni a una combatiente ni militante de ningún partido político, sino a una víctima y sobreviviente de masacres y de las tenebrosas cárceles. A nivel laboral en los años 2014-2016 mi aporte fue estrictamente técnico en la Comisión de Relaciones Exteriores, en la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, además, otros meses estuve en la Comisión de la Mujer y posteriormente me solicitaron que acompañara en la comisión adhoc creada para elaborar la ley de reconciliación.
En las diferentes comisiones que se me asignaban me caractericé por trabajar para el país y no para ningún partido político. Las leyes aprobadas y los diversos instrumentos internacionales ratificados dan cuenta de ello y los que no se lograron aprobar fue porque los partidos como ARENA, GANA y PCN, aliados al oficialismo, no votaban a favor, por ejemplo, las Convenciones de desaparición forzada de la ONU y la OEA, el Convenio 189 del Trabajo Doméstico entre tantos otros instrumentos de derechos humanos tan justos y necesarios para la gente.
Por ejemplo, para ratificar el Estatuto de Roma apenas se ratificó con 43 votos, es decir, con el voto de Reynaldo Cardoza, porque el PCN y ARENA no votaron, lo que supuso un viaje de este diputado a la Haya, para “convencerse” que el Estatuto no era aplicable de manera retroactiva. ¿Pero que paso después? Yo trabajé una propuesta de ley para la Implementación del Estatuto, pero ni siquiera fue presentada porque hubo resistencia de esos mismos partidos.
En cuanto a la ley de reconciliación siempre defendí que se aprobara el proyecto presentado por las mismas víctimas y desde mis competencias profesionales facilité análisis e insumos necesarios para ese fin.
También expresé que la Comisión no debía estar conformada por los actores de la guerra. Como víctima de masacres y de las cárceles, escuchar las aberraciones que allí se decían me estremecía. Después ese tema lo asumió la comisión Política y ya no participaba, lo que era mejor, porque de todos modos estaban empecinados por sacar una ley condescendiente en el componente de la justicia, concretamente en lo relativo a los enjuiciamientos. Por desgracia, en la Asamblea Legislativa son los políticos los que deciden, no los técnicos. Quienes votaron por la ley que vetó el presidente fue ARENA, GANA y el PCN que hoy, son sus aliados.
En general, mi trabajo en esos 5 años está respaldado en un informe resumido que entregué a la Gerencia de Recursos humanos, me atrevo a decir que fui la única técnica que deja constancia escrita de lo que hice. Siempre me he caracterizado por ser una persona que marca un antes y un después por donde transita. Me gusta ser exigente conmigo misma, planificada y ordenada con mi trabajo. Lo que sucede es que en la Asamblea Legislativa su forma de funcionar es otra, funcionan por aritmética y no por la razón y ahora estamos viendo lo mismo, pesa la aritmética.
– ¿Qué opina de los señalamientos que hace la diputada Santos, sobre su persona y las organizaciones, concretamente de PROBUSQUEDA?
Esa Comisión ha empezado mal al iniciar con señalamientos a organizaciones que con sus limitados recursos realizan la labor que debió hacer el Estado, por ejemplo, PROBUSQUEDA ha realizado y realiza una labor encomiable, y ha generado un hito en la historia de El Salvador en materia de justicia, le ha devuelto la alegría y las ganas de vivir a cientos de familias que por tantos años han llorado a sus niños y niñas que les desaparecieron forzosamente, son más de 450 casos resueltos, es una labor titánica, a pesar de que de parte del Estado solo han encontrado obstáculos y resistencias.
Es irónico que PROBUSQUEDA esté ayudando con su banco de datos de ADN a la misma Comisión Nacional de Búsqueda creada producto de Sentencia condenatoria, para que ellos puedan resolver un caso. En vez de que sea el gobierno el que facilite la investigación a PROBUSQUEDA.
Señalar a PROBUSQUEDA como lo han hecho en la Comisión de Justicia y Derechos Humanos es inaceptable, porque la labor de PROBUSQUEDA es noble y humana, por eso los familiares de las niñas y los niños desaparecidos van al encuentro de cualquier ataque, porque precisamente son ellos la razón de ser de PROBUSQUEDA.
Los señalamientos infundados de la diputada Rebeca Santos contra mi persona para empañar el trabajo tan valioso de PROBUSQUEDA sin duda, distan mucho de los valores éticos y profesionales, especialmente porque es la presidenta de esa comisión. Un principio ético antes de hacer una afirmación es que debe haberse constatado e informado verazmente, pero tendenciosamente saca de contexto dos fotografías que proyecta como “muestra”. Una de 2011 cuando efectivamente era la directora de PROBUSQUEDA y la otra en 2016, cuando ya estaba fuera de la institución a nivel técnico.
Con esos señalamientos infundados, la presidenta de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos me ha revictimizado y me ha hecho revivir situaciones de represión de los años 70´s que con mentiras capturaban, asesinaban y desaparecían personas injustamente, fue por esa represión que dio lugar a un prolongado y doloroso conflicto armado.
Las únicas verdades que dice la diputada Santos de todo lo que he escuchado es que, la Comisión Ad hoc no debió conformarse por los actores de la guerra y en lo que me corresponde lo expresé, pero políticamente quienes deciden son los diputados y ella muy bien lo sabe hoy que está ahí.
Otra cosa que tiene razón es que sí estuve en el Tribunal de Ética por un corto tiempo que fue justamente cuando se expulsó al señor Nayib Bukele, producto de un amplio proceso deliberativo después de conocer todas las evidencias. Es de entender que cuando una persona se inscribe en cualquier partido, antes debe conocer las normativas internas, conocer los derechos y deberes, cualquier militante que incumpla o cometa faltas graves a esas normativas pues recibe las sanciones establecidas. No creo que el señor Bukele lo desconociera. Es más, él no debió esperar la expulsión, él debió renunciar.
Es curioso que el señor Walter Araujo, su amigo, escribió en sus redes que “el partido FMLN fue el único que siguió el debido proceso para expulsar a Bukele, porque en ARENA, solo se expulsaban” y en efecto se siguió el debido proceso, de tal manera de dar lugar a la vulneración a derechos.
Pero la pregunta en esto es ¿Qué tiene que ver Pro Búsqueda con la expulsión de Bukele?, ¿Cuál es el propósito de la diputada Santos en reiterar la expulsión de Bukele en una Comisión donde están viendo la ley de reconciliación? ¿Qué relación existe entre ese tema con la expulsión?
– ¿Cree que los señalamientos tienen una intencionalidad política?
No quisiera creer que eso sea así, pero cuando me hace señalamientos como: vivía de las víctimas, que PROBUSQUEDA recibía fondos oscuros, que no hacía nada, que era la secretaria de Schafick (padre), a quien ni siquiera saludé alguna vez en mi vida. Pero lo grave de sus señalamientos es afirmar que respondía a los dirigentes del FMLN y los mismos que mandaron a masacrar, ese señalamiento linda con difamación, ella como abogada lo debe saber.
Quiero decirle y aclarar que en Pro Búsqueda solo obedecí las directrices que emitía la junta directiva formada por familiares de las niñas y los niños desaparecidos.
Lo que no ha dicho la diputada Santos, o quizá desconoce mis posicionamientos políticos en audiencias ante la Corte Interamericana en el caso Contreras y otros con la contundencia en la que me dirigí contra el Estado de El salvador en el gobierno del FMLN, tampoco dijo o no la conoce la Sentencia Rochac y otros, que es el resultado de no aceptar propuesta de solución amistosa presentada por el gobierno del FMLN en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por no contar con un plan claro y definido de cómo se iban a reparar a las víctimas, por eso decidimos solicitar a ese organismo que tramitara el caso ante la Corte Interamericana.
Tampoco dice o no conoce todas las solicitudes que mandé al ministro de la defensa, David Munguía Payes, solicitando acceso a archivos de operativos militares específicos quien siempre respondió que había revisado y no habían encontrado información que yo pedía. Siempre denuncie la reticencia de no dar información en el gobierno del FMLN, por eso hasta nos fuimos por la vía del instituto de Acceso a la Información Pública que emitió sentencia y aun así no la tuvimos. Nunca fue un obstáculo hablar y defender a las víctimas en el gobierno del FMLN, contrario a lo que afirma la señora Santos.
Que vengan a mezclar estos temas como lo ha hecho la diputada Rebeca Santos, es revictimizar a las víctimas. Cabe preguntarse entonces, ¿de qué víctimas hablan en esa Comisión y que hará que no sea lo mismo que los anteriores? Si la Comisión quiere trabajar de verdad por las víctimas, la mejor decisión que debe tomar es no juzgarlas y no revictimizar y tampoco criminalizar a las organizaciones que son las que han hecho el trabajo que debió hacer el Estado.
En lo personal le pido a la diputada Santos que de no confirmar sus señalamientos me ofrezca una disculpa pública en el mismo lugar y con las mismas personas que los emitió, que en materia de justicia restaurativa es un derecho conferido a las víctimas, precisamente porque están discutiendo una ley de “reparación”.
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