Por Carlos Roberto Paz
Bajo este título que connota impresionante energía, Luis Antonio Chávez entona una visión poética motivado por el contenido de la historia y por el impulso intimista que hilvana al sentimiento de soledad con la esperanza colectiva. El poeta ofrece un testimonio implícito de su conflicto interno, una constante preocupación por la vida y temas como “la angustia”, y “la convicción de alcanzar los sueños”. En el sentido semántico, la efusión intimista avanza hacia una postura más colectiva, entrecruzando evocaciones históricas, momentos recientes y expresiones reflexivas acerca del dolor inmemorial. La primera parte del libro es presentada con el título “Hablando de tormentas”. Este último término se inclina con mayor énfasis hacia el impacto devastador: la invasión peninsular europea sobre la cultura precolombina. Las reminiscencia (padre sol, viejas llagas) acerca de este acontecimiento, son articuladas desde una perspectiva semi lírica, dominante a través de ejes temáticos (amor, soledad, esperanza) que coinciden con la idea central: transmitir ideales en esta metamorfosis de la vida”.
El poema epigramático de apertura sugiere la idea de continuar, frente a las condiciones adversas, el esfuerzo iniciado “porque el camino es vasto para conquistar los sueños”. Textos como “Metamorfosis”, “Después de la tormenta”, “Mi forma de amar” sintetizan especial preocupación por nuestra identidad. El canto a la naturaleza y la sensibilidad social que se manifiesta indica un preámbulo de la segunda parte, donde el contenido histórico social es relevante.
“Amo la frase sutil
estampada en la limpidez del agua
que sacia la sed del moribundo
el canto del cenzontle
entumecido por la fuerza de la angustia
El aroma de las flores
que esparcen su fragancia en el cosmos
(…) las manos del obrero
que luchan por conquistar
un nuevo día…”
En el apartado complementario Raíces, el poeta extiende su voz hacia la cultura indígena y rescata la imagen perdida, casi olvidada, de un rostro cultural que emana como el “humus” y se conecta con las flores y el maíz de nuestra raza sobreviviente. “Los muertos”, principalmente figuran en varios poemas, son vistos con dilección por el autor, inscrito en el proceso de la historia.
“Ellos
son hermanos:
antiguas voces formadas por la arcilla
cánones trazados por la llaga” …
El contenido poético infiere un diálogo entre la primera y la segunda persona gramatical. Asimismo, una síntesis en el “nosotros”, incluyendo al “ellos” históricos, para crear un signo pluritemporal. La visión planteada abarca el sincretismo y se desborda sobre el maíz ancestral. Dos poemas unificados, “Los hijos del trueno” y “Cicatrices del fuego”, sugieren una concepción de mundo y rasgos de identidad de una manera intensa. Los aborígenes, “son la sangre diseminada por siempre”, evocados como hijos del trueno, incluidos en el porvenir que avista el poeta.
Otra finalidad es la representación del acontecer social, nuevos retos magnifican la actitud emprendedora, capaz de burlar el punto débil de la utopía. Aparece, entonces, la imagen familiar, el hijo “jineteando la vida”, y “los niños de hoy”, entramándose en la fuerza del volcán lleno de soles. Es la idea final que Luis Antonio Chávez nos confiere, expresando la plenitud del fruto campesino.
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