Luis Armando González
A lo largo de su trayectoria, como líder magisterial, comandante guerrillero, diputado y Presidente de la República, Salvador Sánchez Cerén ha sido portavoz de ideales humanistas, de justicia, de igualdad y de compromiso con el bien común, que en cada momento de su vida han adquirido una concreción específica, atendiendo a las circunstancias históricas del país y al papel que le ha tocado jugar en ellas.
En su rol como Presidente Constitucional de la República –que es coincidente con una etapa de su vida caracterizada por la sobriedad y la sabiduría— aquel cúmulo de ideales, fraguados y defendidos desde su juventud, ganaron no sólo en claridad, sino en su forma de ser fundamentados a la luz de un marco filosófico –el paradigma del Buen Vivir— y en su capacidad para potenciar cambios necesarios en El Salvador desde las exigencias y criterios de una democracia política, social y económica.
La expresión viva y actual de los ideales de Salvador Sánchez Cerén es palpable en prácticamente todos sus discursos, especialmente en los más significativos y sistemáticos. En esos discursos, Sánchez Cerén deja constancia, en el momento presente, de su ideario como ciudadano, luchador social y hombre de Estado comprometido con el bien colectivo y la democracia.
¿Cuáles son los ejes principales de ese ideario? O dicho de otra manera, ¿cuáles son los pilares de las ideas filosóficas y políticas, a partir de las cuales se pueden explicar sus decisiones y acciones como gobernante? En primer lugar, el paradigma del Buen Vivir; en segundo lugar, el diálogo como instrumento estratégico de gobernabilidad democrática; y en tercer lugar, la participación ciudadana como cimiento de una democrática sólida.
a) El paradigma de Buen Vivir: Se trata de un paradigma, esto es, un marco de conceptos, valores, creencias y actitudes acerca de lo que debe ser la vida humana, tanto en las relaciones interpersonales, comunitarias e históricas como en sus relaciones con la naturaleza. Es decir, el Buen Vivir es una visión de la realidad humana (social, histórica y natural), elaborada a partir de concepciones religiosas, filosóficas, éticas y humanistas provenientes de tradiciones ancestrales sudamericanas—, pero también de tradiciones clásicas occidentales. En el Buen Vivir lo central es la persona humana, pero no vista como un átomo suelto, sino integrada a su familia, a su comunidad y a su entorno natural; con una historia y unas tradiciones culturales; con necesidades concretas (económicas, educativas, de salud, de seguridad, ambientales); con sueños y esperanzas de una vida mejor. Se trata de una cosmovisión que niega lo que deshumaniza. El Buen Vivir es, por tanto, inclusivo: incluye en lo educativo, en lo cultural, en lo social, en lo económico. Se opone a la exclusión, que se caracteriza por poner a amplios sectores sociales al margen del acceso de bienes y recursos esenciales para su vida. La exclusión es fuente de conflictos y violencia; la inclusión, previene esos conflictos y esa violencia, y por ello es el mejor motor para una convivencia social pacífica. Como visión de la realidad humana (como paradigma), el Buen Vivir no debe ser confundido con la realidad. De hecho, ningún paradigma es equivalente a la realidad, aunque ello no quiere decir que no tenga (o no busque tener) implicaciones sobre ella. Asimismo, por ser ante todo una cosmovisión, el Buen Vivir debe tener una existencia en la mente de las personas, pues sin esa existencia mental (sin esa existencia subjetiva) ese paradigma no podría ser compartido con nadie ni divulgado públicamente. El Presidente Salvador Sánchez Cerén, cuando era candidato a la Presidencia de la República, fue uno de los primeros en apropiarse subjetivamente del paradigma del Buen Vivir, y no sólo eso: fue uno de los primeros en sistematizar y compartir con distintos sectores de la vida nacional sus componentes. Como Presidente de la República, ha continuado con ese esfuerzo no sólo en Casa Abierta y Gobernando con la Gente, sino en los lineamientos estratégicos dados a su equipo de gobierno, y plasmados en el Plan Quinquenal de Desarrollo 2014-2019. El Buen Vivir está en su mente y está en sus palabras. Sin ese paradigma, no se puede entender el sentido sus acciones y decisiones políticas como gobernante.
b) El diálogo como instrumento estratégico de gobernabilidad democrática. Un ejercicio de gobierno tradicional descansa en una filosofía del poder según la cual lo que importa son las jerarquías –a mayor jerarquía, mayor poder— y la centralización de las decisiones estratégicas en la cúspide de aquéllas. En esa visión, un Presidente de la República, en lo que concierne al poder Ejecutivo, debe imponer sus decisiones, debe ordenar desde arriba y esperar que los demás acaten, pues al no proceder así estaría dando señales de debilidad. Para cambiar la concepción tradicional del poder (y su ejercicio) se requiere de una visión filosófica en la cual el diálogo político sea el mecanismo esencial para la toma de decisiones.
Por definición, una vez que se establece el diálogo como eje del ejercicio político, se desencadenan otros mecanismos que lo complementan –como las mesas de trabajo, los consejos y las comisiones—, que animados por los principios de horizontalidad, colegialidad y pluralismo, son tres de los mejores logros de la democracia.
El Presidente Salvador Sánchez Cerén, desde su toma de posesión en junio de 2014 hasta el día de ahora, ha dado vida a un ejercicio de poder presidencial inspirado en una filosofía según la cual el diálogo político es el principal mecanismo para el debate y solución de los problemas nacionales. Gracias a ello, se han podido sumar esfuerzos y energías ciudadanas para hacer frente grave problema de la violencia criminal –a través del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia—, lo cual pone de manifiesto lo eficaz que puede ser un espacio de concertación, si quienes participan en el mismo comparten una preocupación genuina por el destino de El Salvador. Se trata de un ejercicio político distinto desde la Presidencia: dialogante, forjador de acuerdos y en consulta permanente con los ciudadanos. Se trata de un ejercicio de poder presidencial inspirado en el Buen Vivir.
c) La participación ciudadana como cimiento de una democrática sólida. Desde el inicio de su gestión, Sánchez Cerén comenzó a plantear la idea de que la participación ciudadana debe ir más allá de la asistencia a las urnas. No ha dejado de insistir en ello, especialmente en eventos públicos de envergadura, como Gobernando con la gente y Casa Abierta, en los cuales ha buscado incentivar formas más diversas de participación. La idea del mandatario salvadoreño hace parte de una concepción de la democracia, aceptada en la actualidad, según la cual un régimen político democrático descansa en una participación ciudadana que no se agota en lo electoral, aunque lo incluye como un componente esencial.
Así, la participación electoral es una pieza clave de la democracia, y por ello se la debe estimular y proteger. Pero junto con ella, complementándola, se tienen otras piezas que, de faltar, restan calidad a la democracia. Sin que este listado sea exhaustivo, se pueden anotar los siguientes ejes de participación, que otorgan calidad a la democracia: a) plebiscitaria y asamblearia; b) comunitaria y de base; y c) político-partidaria. Cada una de estas expresiones (y concreciones) de la participación ciudadana tiene sus peculiaridades e importancia, y si una de ellas falta, o no puede desplegar todas sus potencialidades, la democracia se empobrece. Y un compromiso genuino con la democracia implica una defensa incondicional por la implantación de formas de participación ciudadana que, cuando menos, cubran los tres ejes anotados arriba. El Presidente Sánchez Cerén, al alentar y promover desde su gobierno formas de participación que van más allá del ejercicio electoral, ha hecho suya una rica y novedosa de la democracia; una visión que está en sintonía con las luchas sociales y populares que son el crisol histórico de la democracia salvadoreña.
En resumen, Salvador Sánchez Cerén ha tejidos sus acciones y decisiones como gobernante a partir de ideales filosóficos y políticos no sólo de carácter humanista, sino coherentes con los valores y las exigencias de una concepción de democracia que se asienta en el diálogo como herramienta para la solución de los problemas de una nación y en la participación ciudadana como criterio de legitimidad de la autoridad pública. En su ideario, como lo dijo en la Colonia Monserrat el 29 de noviembre de 2014,
“Ciudadano es el que participa y es parte de las soluciones. Esa es la ciudadanía que se activa, que demanda sus derechos, pero que además trabaja porque esos derechos se cumplan. Este es un ejercicio de participación ciudadana; es un ejercicio de una democracia que, además de la representatividad que se realiza a través de los mecanismos electorales, ahora tiene el mecanismo de la participación en el territorio”.