José M. Tojeira
Recientemente la comisión económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, de las Naciones Unidas, publicó un informe sobre los cambios de edad en nuestras tierras americanas. Al hablar de los ancianos decía que en el año 2015 había en El Salvador, aproximadamente 700.000 personas mayores de 60 años. Y añadía que el año 2060, en otras palabras, dentro de cuarenta y un años los mayores de 60 años sería un millón novecientos mil. Los jóvenes serían muchos menos. Y a los niños de hoy cuando tengan cuarenta años, les tocará atender, cuidar, tener en cuenta y asegurar los derechos de los mayores. Aunque muchos ya no estaremos en esas fechas ¿nos gustaría que los cuidadores de dentro de cuarenta años fueran machistas, violentos, egoístas y despreocupados de la tercera edad? El Presidente electo Nayib Bukele, por poner un ejemplo y entendiendo que hoy tiene 37 años, tendrá setenta y ocho años en el año 2060. Como todos los de esa edad que serán muchos más que en la actualidad, necesitarán apoyo de diverso estilo. Trabajar hoy en la primera infancia y en una educación de calidad desde el inicio de la vida hasta los 18 años; mejorando también el acceso y la calidad de las universidades es una tarea indispensable si no queremos enfrentar un futuro desastroso. Un millón de personas que a partir de los sesenta comienzan a tener mayores necesidades de salud y apoyo personal serán una carga social severa si no nos preparamos desde ahora para ello.
Poco tiempo antes de que comenzara la campaña presidencial, UNICEF, la institución de las Naciones Unidas dedicada a proteger la infancia y la adolescencia, presentó un excelente informe y proyecto titulado “Invertir en nuestros niños; el norte común”. A la exposición pública del mismo asistieron la mayoría de los candidatos a la presidencia o a la vicepresidencia de la República. Todos en algún momento se comprometieron a desarrollar un política de desarrollo que tuviera en cuenta de un modo especial y estratégico a la infancia actual. El informe de UNICEF insiste en la importancia de los dos primeros años de los niños para su adecuado desarrollo. Por supuesto que añade que hay que continuar con una educación de calidad. Pero en los dos primeros años en los que las conexiones cerebrales se desarrollan rápida e intensamente es el tiempo, según la neurociencia, en el que se crean las capacidades y actitudes básicas para el desarrollo humano y personal. Además, según prestigiosos economistas y estudiosos, el acompañamiento de esos primeros dos años no es muy caro y ofrece un retorno de la inversión hecha muy superior a otras inversiones que se hacen en el desarrollo de la persona. En otras palabras, que no invertir en la primera infancia, y en la infancia en general, nos condena a continuar en la cola de los procesos de desarrollo o incluso a empeorar.
La inversión en los niños en ese sentido, es estratégica. Y tiene la gran ventaja, en nuestro El Salvador actual, que todos los representantes de los partidos políticos aseguraron que se preocuparían por el tema de la primera infancia y que seguirían en muchos aspectos las pautas presentadas por UNICEF. Y por supuesto no es solo a los políticos a los que les preocupa el tema de la primera infancia. Es a todos los salvadoreños. Invirtiendo en la primera infancia la gente de cuarenta años que hoy gestiona una buena parte del presente de El Salvador, estará invirtiendo también en su propio futuro. Un futuro en el que como es normal y obvio, la edad nos vuelve mucho más vulnerables y necesitados de cuidados. Si bien es cierto, como dice en una novela el filósofo Savater que el cuerpo humano trabaja en favor de la vida hasta básicamente los treinta años, y que a partir de los sesenta el cuerpo trabaja a favor de la muerte, a nosotros, como cuerpo social, nos toca trabajar en la construcción de estructuras y políticas sociales que trabajen por una vida cada vez más digna. Para ello es indispensable invertir en la primera infancia. Los ciudadanos esperamos que el nuevo gobierno, con sus “nuevas ideas”, recoja los datos de la neurociencia, escuche el clamor ciudadano de preocupación por nuestros niños/as y diseñe una política para la primera infancia, para la infancia y la adolescencia que nos conduzca a todos a un futuro justo y equitativo.