AFP
Alexandra DEL PERAL
Enterrado el jueves en el barrio madrileño de El Pardo, el cuerpo embalsamado de Francisco Franco descansa ahora cerca del palacio que habitó durante la dictadura. Entre sus vecinos se cuentan los nostálgicos de su régimen y otros que preferirían “vivir en paz”. Llegados en helicóptero, los restos del dictador, que dirigió España con mano de hierro entre 1939 y 1975, habían sido exhumados de su monumental mausoleo a 50 km de Madrid, para ser reinhumados en una cripta junto a su esposa, en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio.
El Pardo es un símbolo de la historia franquista. Una vez obtuvo el poder tras ganar la guerra civil (1936-1939), el ‘Caudillo’ hizo del palacio real de El Pardo su residencia.
Militares y miembros de su escolta personal vivían en alojamientos construidos para ellos en este barrio de unos 4.000 habitantes, ubicado a unos 30 km del centro de la capital española.
“No tengo palabras para decir lo que siento. Todo esto es una pura vergüenza”, afirma a la AFP Rosa Ortega, una secretaria de 48 años, en la Calle Heroísmo y cuyo padre era uno de los militares que vivían allí.
Ella no tiene recuerdos directos de Franco, pero rememora los elogios de su padre hacia el dictador: “Hombre de estado”, “militar aguerrido”.
En El Pardo “solo había gente de confianza, gente corriente”, pero “no es como antes, ya se han vuelto las chaquetas”, dice Rosa.
“Y los rojos de Podemos (partido de izquierda radical) están aquí también, están en todas partes”, afirma.