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Los papás y las mamás andan las calles

Gabriel Moraes

Cuentista

Mi papá y mi mamá sólo afuera pasan, cheap casi ni viven aquí. Dicen ellos que si no van a trabajar no hay para la comida, site y si no comemos, shop nos morimos de hambre.

Las calles se llenan de hombres y mujeres, que van y vienen de sus trabajos, que se van temprano para poder subirse a los buses algo vacíos, aunque ahora, y mi mami lo asegura, toda la gente se levanta de madrugada porque entran al trabajo bien de mañanita.

Yo me despierto aunque no quiera cuando salen de la cama, y por la gran bulla que hacen al prepararse para irse; pero sólo los oigo, no los alcanzo a ver porque tengo un gran sueño que no me deja abrir los ojos.

Allá al gran rato de haberse ido los dos, mi Abue, poniéndose las manos en la boca como embudo, me habla duro para que me levante.

A mi no me gusta hacerlo de un sólo porque la colcha está calientita y también me cuesta bañarme porque el agua, como es de barril, está bastante helada como el hielo que le echan al fresco de tamarindo que venden en la escuela.

Después de haberme comido un huevo estrellado con dos franceses y una taza de café, es la hora de irse para clases.

Mi Mamá Rita, que es la mamá de mi mamá, me ha dicho varias veces que sí me quedo, aquí en la casa, me voy a ser burro igual como cuando uno come mucha sal.

Yo no le digo muy seguido abuelita porque me gusta más decirle Mamá Rita porque es la que me cuida todo el día, me hace la comida, y además, ella es la que me enseñó a amarrarme las cintas de los zapatos. Yo la quiero mucho porque me abraza cuando estoy enfermo y me consiente si me dan ganas de ver televisión. Ella es la más viejita de toda mi familia y sin ser así, de vez en cuando juega pelota conmigo, aunque sea sólo con las manos, como cachando.

La que me va a dejar a la entrada de la escuela, donde aprendo a leer y a escribir, es mi hermana, y como es más grande que mí, me lleva de la mano. Dice que el palo que agarra con la otra mano es por sí nos sale algún chucho y sí nos quiere morder, le va a dar con él en la cola o a donde le caiga el pencazo.

Qué puño de gente se mira por las calles,  para arriba y para abajo, como si fueran hormigas acarreando hojitas, caminando ligero y sin descansar.

Mi hermana dice, que multiplicando toda esa gente por dos, salen a saber cuántos pares de zapatos porque ya se me olvido. Y yo digo que todo ese montón de hoyos por las calles los han de hacer los que tanto caminan por allí.

Sí llueve y el agua se queda trabada en esos hoyos, se hacen tamaños charcos,  y cuando las  ruedas de los carros la hace brincar, le dejan toda chuca la ropa al que le cae encima.

Yo no sé porque unas calles se llaman avenidas, sí no sólo sirven para venir sino también para ir, o sea ida y vuelta; yo no entiendo eso, talvez cuando crezca sí.

Yo no me canso porque la escuela está cerca, pero mi mamá y mi papá que van lejos, además de volver noche, vienen enojados y de mala gana. Quizá por eso me dicen: “Peráte, estoy cansado, otro ratito jugamos…”

Nada que se parecen a mi mama Rita que siempre me dice: “mamoy, que quiere mi niño lindo…”

Mi papá y mi mamá sólo trabajando pasan. A mí y a mi hermana nos han dicho que es un sacrificio que ellos hacen y aunque las horas extras las pagan poquito, es un dinero que ayuda para medio irla pasando.

Hay veces que hasta van el domingo, que es el sétimo día que Dios recobró fuerzas después de haber creado el cielo y la tierra… Así dice mi mamá Rita que lee la Biblia con sus anteojos que sólo tienen una pata.

Por eso digo yo que los dueños de las calles son los papás y las mamás, porque sólo ellos las andan.

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Ilustración de Iván Alvarenga. Sin título. Portada Suplemento Cultural Tres Mil, sábado 14 diciembre 2024