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Los periodistas estamos en deuda con la sociedad

Intervención en la presentación de la sección Mentiras y Medios del periódico Rebelión.org en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid

Pascual Serrano

Rebelión

Volver después de diez años a la que fue mi facultad no deja de tener un especial valor sentimental para mi. Si además es para explicar un proyecto informativo por el que un grupo de apasionados trabajamos desde hace más de seis años, mi ilusión no puede ser mayor.

En principio Rebelión no es otra cosa que una página web con contenidos informativos diarios que la convierten en un periódico electrónico, una agencia de prensa e incluso una revista de prensa en la medida en que reflejamos informaciones procedentes de otros medios. Cuenta con las habituales secciones de Internacional, Movimientos Sociales, Cultura, Ecología, Derechos Humanos, etc… Así como especiales informativos sobre grandes acontecimientos de actualidad, en este momento, venezuela, la política militar de EEUU, la crisis argentina, la nueva era en Brasil… Y ahora también la sección Mentiras y Medios que venimos a presentar a esta facultad.

Rebelión nace del encuentro entre una propuesta informática y un proyecto periodístico. No olvidemos que seis años atrás en informática es hablar del neolítico, hasta la idea de una página web era innovadora, el número de personas que accedían entonces a internet era mínimo comparado con ahora.

El informático sugería la viabilidad de poder poner con coste económico cero un servicio de noticias disponible para el mundo entero, el periodista afirmaba que el uso del correo electrónico estaba permitiendo un fácil acceso a la información alternativa para los periodistas que estuviesen dispuestos a apostar por esa información.

El informático conocía toda la técnica necesaria para el proyecto, hace seis años, repito, esa técnica no estaba tan generalizada. El periodista, llevaba años ya trabajando en esa otra información.

Ambos coincidían en el silencio de los grandes medios sobre los atropellos que sufrían los pueblos, las denuncias de colectivos ecologistas o de derechos humanos, las luchas de importantes grupos de liberación. Existía todo otro modelo de noticias diferente al impuesto por los grandes emporios. Internet ya había conseguido inmediatizar con el correo electrónico la comunicación entre individuos, la pregunta es si podíamos ahora pensar en crear un soporte común para todos esos particulares, un tablón de anuncios mundial.

Ambos coincidían en que esas noticias podían ser un buen material válido para los medios alternativos más tradicionales: radios libres, boletines de barrio, etc… Somos conscientes que internet es un medio limitado a una elite tecnológica, en nuestra opinión el proceso de difusión se cumple verdaderamente cuando nuestras informaciones saltan de la pantalla a otro medio, digamos más popular: una radio, una humilde publicación escrita.

Rebelión nace así en el otoño de 1996, a mi vuelta de Colombia. Una de nuestras primeras informaciones fue publicar una propuesta de paz de las FARC, absolutamente silenciada en Colombia. Dos semanas después nos llegaba una amenaza de un alto mando militar colombiano. La prensa colombiana comenzó a publicar la existencia de una web de la guerrilla, y nos llovieron las amenazas de muerte. Después lo haría la prensa española. Cualquiera que entrase entonces en Rebelión podía ver que otro de los temas estrellas de nuestra sección de Internacional era la lucha de Timor por la independencia, no parecía que fuese un tema que tratase la guerrilla colombiana, lo que evidenciaba la falta de sustentación de las acusaciones.

Siguiendo las recomendaciones de amigos colombianos decidimos ocultar las identidades y los correos electrónicos, tampoco participamos públicamente en ningún tipo de actos.

Poco a poco, Rebelión iba desenvolviéndose con total naturalidad entre los colectivos y organizaciones que luchaban por otro mundo más justo.

Teníamos contacto directo y credibilidad con todos ellos, nos relacionábamos en tiempo real, nos confirmaban o desmentían lo que se decía de ellos. El acoso contra nosotros no cesaba: amenazas, insultos, intentos de infiltración.

Pero el número de lectores, colaboradores y corresponsales no cesaba de crecer. Cada acontecimiento de relevancia mundial multiplica los accesos a Rebelión: el asalto a la embajada japonesa en Lima, la guerra de Kosovo, la guerra de Ruanda, la llegada al poder de Kabila en el Congo, las manifestaciones de Seattle…

Los apoyos y ánimos son constantes, la mayoría de los intelectuales y firmas acreditadas de la izquierda nos mandan espontáneamente sus colaboradores desinteresadamente. Nadie, por prestigioso que sea, nos niega sus colaboraciones. Lo que, por otro lado, demuestra la voluntad de ayuda y desinterés de tantas y tantas personas. Recibimos una media de cuatrocientos correos diarios. Hace una semana, ante las peticiones de algunos lectores que nos solicitaban el envío de las informaciones porque no podían estar conectados mucho tiempo, pedimos la colaboración de voluntarios dispuestos a coger las informaciones y mandarlas a esos lectores. A las dos horas tuvimos que quitar el llamamiento porque habíamos recibido doscientos ofrecimientos.

A pesar de todo ello, seguimos fieles a nuestros proyecto original, en el que, entre otras cosas, no se contempla la existencia de publicidad.

Y no es por humildad, de verdad, pero creo que ese éxito de accesos, dos millones de páginas leídas el mes de noviembre, no es tanto un mérito de Rebelión, como la sensación y confirmación generalizada de los ciudadanos del mundo de que la información que les dan los grandes medios no es la verdadera.

Si media docena de tipos, sin dinero, sin recursos, con solamente su ordenador personal son capaces de ser un referente en la contrainformación en castellano es porque a toda esa banda de vasallos y mercenarios de los grandes emporios económicos, que se enriquecen engañando, mintiendo y ocultando desde sus medios de comunicación están absolutamente desacreditados.

Probablemente esta facultad siga intentando enviar ese mensaje de imparcialidad, independencia y objetividad del periodismo. Eso no se lo cree ya nadie, la información es una guerra, una guerra entre modelos sociales.

Entre apologetas de un mundo desigual, injusto, mandando por depravados y auténticos terroristas que imponen a sangre y fuego un modelo económico que condena a muerte a miles de personas en todo el mundo y los que apostamos por estar al servicio de los grupos, movimientos, intelectuales y luchadores que todos los días se juegan la vida por defender otro modelo de mundo posible. Los primeros informan de los oscar, el fútbol, las ruedas de prensa de los grandes conglomerados empresariales o las declaraciones de los grandes partidos políticos. Nosotros, y otros muchos, hemos decidido informar de los crímenes que cometen los paramilitares en Colombia, de cómo son perseguidas las minorías étnicas ahora en el Kosovo otanizado, de las cifras de pobreza de EEUU que todos ocultan, de cómo están conspirando para provocar un golpe de estado en Venezuela o de cómo se están levantando los indígenas en Bolivia o en Ecuador. Me temo que esta visión del periodismo es otra de las tantas cosas que no se enseñaba en la facultad.

Yo soy consciente de que estamos en una facultad donde los estudiantes aspiran a licenciarse en periodismo, trabajar de periodistas y vivir de ello.

Mucho me temo que el futuro laboral suele ser en esos gabinetes de comunicación al servicio de imágenes corporativas e instituciones, en medios de comunicación con instrucciones precisas de servir diligentemente a accionistas y anunciantes. Yo os pido que nunca olvidéis que los profesionales de la comunicación tenemos una obligación moral, la obligación moral de informar al mundo sobre tantas y tantas luchas de hombres y mujeres que lucha por su supervivencia y su dignidad. Ellos no organizan lujosas ruedas de prensa, ni invitan a cenar a los periodistas, ni ofrecen bonitos y esplendorosos dosiers de prensa en papel couché. Los jefes de las empresas que os darán trabajo no tienen ningún interés por llevar a la sociedad la verdad, ellos son dueños o asalariados al servicio de un proyecto económico. No van a denunciar las masacres del gobierno kuwaití si peligra la publicidad de las petroleras; ni van a informar de los despidos en El Corte Inglés en plena campaña de Navidad; ni de las condiciones laborales de los trabajadores del BBVA, si es una de las empresas accionistas de ese medio.

Vuelvo de nuevo a pediros que, cuando estéis atravesando la impoluta moqueta de un ministerio acudiendo a una rueda de prensa de un ministro de trabajo, os acordéis de que quizás los inmigrantes ilegales que trabajan en El Ejido, también tienen muchos asuntos laborales para informar en rueda de prensa.

Que cuando os llegue un dosier con brillantes gráficos de barras y quesos de una petrolera que opera en México, penséis en esos indígenas que han expulsado de sus tierras para que extraer el petróleo, ellos también podrían facilitar muchos datos para un buen dosier de prensa.

Esas gentes también tienen derechos a ser oídos, su voz también debe ser llevada a nuestras páginas, nuestras ondas o nuestras imágenes. Además, es un derecho de los ciudadanos del mundo escucharles.

Muchas gracias

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