Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
En los días previos al conflicto con Honduras, los nacionalismos exacerbados impidieron a los más advertir el propósito subterráneo que promovió a aquel conflicto.
Los mayores recordamos como los años que le siguieron a la caída del martinato supuso la imposición del régimen militar que nos mal gobernó hasta 1980, cuando finalmente se cerró aquel ciclo.
El hecho es que la población estaba harta del régimen militar, por lo que en la década de los 60’s estaba a punto, animada por el agotamiento del régimen, la organización social y el convencimiento de que debía adelantarse una gesta cívica que apartara a los militares del poder.
Nada tenía aquello que ver con una lucha de clases por defecto o lanzarse al enfrentamiento porque sí con las manos desnudas contra el régimen militar.
Pero además en aquel momento los regímenes de la región sabían de su agotamiento como opción política, como de su aislamiento, por lo que algo debían inventarse para superar aquella crisis existencial.
La solución: apelar al patrioterismo bajero propio de naciones poco viriles y simples, volcándose ambos regímenes y de común acuerdo, a la generación de un artificioso clima confrontativo que incluyó vejámenes contra las minorías extranjeras residentes en los territorios, justificando el enfrentamiento militar, instalando como logro de esa trama, la estabilidad para los regímenes por esa vía, y apaciguando de paso las demandas sociales de ambos pueblos.
Pocos advirtieron la trampa denunciándola, intelectuales y académicos sobre todo, mientras el resto, incluso el PC, se plegaron ingenuamente al plan, convirtiéndose en cómplices necesarios de aquel error histórico que tantas vidas valiosas costo para ambos pueblos.
Ahora tenemos un escenario que, aunque distinto supone las mismas condiciones históricas, pues el régimen se vale de una narrativa y un clima artificioso, construido por él mismo en el ánimo de sobrevivir, procurando plegar en base a mentiras, a la población sobre sí.
El cuento ahora es “…si me voy las pandillas regresan…”, mientras libera a los líderes de las pandillas, les entrega armas y los subvenciona para que residan en lujosas residencias a costa del erario público, negociando su liberación por intermedio de influyentes pastores evangélicos que se benefician financieramente.
Pues debemos entender que la relativa seguridad que tenemos es político electoral, y que las condiciones objetivas para que se ancle socialmente pasan por atacar sus causales estructurales, lo que no se ha hecho ni se hará, lo que supone, comprendámoslo, la hace transitoria.
Por otro lado, el control de las pandillas ahora lo comprobamos, siempre depende del llano interés político, y se las hace ahora de lado porque sencillamente el régimen las supera encontrando otros aliados.
Como sea, el progresismo debe cuidarse de no caer en la trampa de sumarse a esa vía por razones político electoreras, conservando su identidad y ofertando a las fuerzas vivas, la construcción en común de una alternativa integradora que procure para todos la justicia que se nos negó históricamente.
Construyendo a la República.