Iván Escobar
@RedacciónCoLatino
“ Para conocer el presente es necesario conocer el pasado. Porque el presente no ha salido de la nada, sino que el presente es un producto del pasado”, con estas palabras sintetiza el escritor Mario Mejía las razones que lo han motivado en los últimos tiempos a profundizar en el tema de la masacre de 1932. El joven escritor considera que debe ser prioridad en la sociedad salvadoreña estudiar las causas que llevaron al levantamiento indígena a principios del siglo pasado.
El poeta salvadoreño conversó con Diario Co Latino en el marco del 86 aniversario de la masacre indígena en la zona occidental, cometida al inicio de la administración del General Maximiliano Hernández Martínez, quien llegó al poder a través de un golpe de Estado, y quien instauró en El Salvador una dictadura militar que se extendió por más de 60 años.
2018 es un año nuevo, pero también es una oportunidad para continuar profundizando en uno de los hechos más duros que sufrió el pueblo salvadoreño, y en particular las comunidades indígenas de la zona occidental del país que vivieron el peor genocidio de la historia aquel enero de 1932.
Mejía enfatiza que sus investigaciones en la temática han sido a partir de la creación de su poesía social, cuya finalidad, entre otras cosas, es contribuir a recuperar la memoria histórica que es tan distorsionada por los sectores de poder. Y es que 1932 es un tema que poco o nada se abordó durante el período de la dictadura militar, posteriormente intelectuales extranjeros y nacionales indagaron, pero las dudas del por qué reprimir y asesinar a las comunidades indígenas sigue vigente.
Mario Mejía representa a una nueva generación de escritores contemporáneos que están escribiendo sobre la historia desde la poesía, desde la prosa, desde los relatos y sus propias investigaciones; quieren explorar y continuar profundizando para recuperar esa memoria histórica, y hacer caer los velos que por años han invisibilizado la temática.
“En el caso del tema de 1932, del por qué me ha interesado, es porque El Salvador tiene una gran tradición de explotación y de desigualdad, al parecer las represiones de los estados, digamos, de la época de la guerra civil, la represión del Estado se ha basado en la ideología del anticomunismo”, comenta.
A finales de 2017 Mejía presentó su investigación “La crítica de Salarrué a los patriotas”, un estudio que se basa en el documento que Salarrué escribió en 1932 y que tituló: “Mi respuesta a los Patriotas”, escrito en que refleja su interpretación de la crisis sufrida en las tres primeras décadas del siglo pasado y el valor de la tierra para los pueblos originarios.
En esta oportunidad Mejía abordó tres subtemas: la crisis previa a la insurrección de 1932; la insurrección del 32 y sus consecuencias; así como las críticas de Salarrué a la idea de patria.
En la tesis que plantea Mejía acerca del documento de Salarrué explica que “él consideraba que las ideologías radicales, incluyendo la religión cívica, que se disputaban El Salvador eran ideas dañinas que nada o demasiado poco tenían que ver con la propia esencia de Cuscatlán. Inculcaban odio, división y una pobre concepción de mundo”, concluye en su estudio.
Mejía opina que la masacre de 1932 dejó en claro el odio de un sector poderoso del país contra familias pobres, sumado a esto la crisis económica de finales de los años 20 y la cual se agudizó en los 30 cuando las comunidades indígenas sufrieron los efectos del desempleo, el despojo de sus propiedades y la represión plena.
La antropóloga Patricia Alvarenga en una de sus investigaciones, cita Mejía, identifica las razones del malestar existente en las comunidades indígenas, y los desafíos que se habían planteado para superar su crisis, esto significa: mantener su identidad indígena, recuperar sus tierras comunales que les fueron expropiadas. “Ellos (las comunidades) se vieron en la necesidad de establecer alianzas con el Partido Comunista Salvadoreño, que era el discurso que estaba tomando hegemonía desde los años 20”, recuerda.
Otras investigaciones apuntan que las “cofradías” fueron espacios de organización que las comunidades aprovecharon para preservar su identidad e impulsar en su momento el levantamiento, que desembocó en la masacre.
Desde 1932 se plantea la “ideología del anticomunismo” como un elemento negativo, y que los sectores oligárquicos satanizaron, ya que consideraban que la organización popular y de las comunidades indígenas, en este caso, con las fuerzas progresistas como el Partido Comunista Salvadoreño eran un riesgo inminente a la estabilidad de la institucionalidad estatal, es decir, corría riesgo el Estado, pero sobre todo el poder económico.
Con ello surge otro elemento represor que contribuye en un primer momento a la erradicación de toda expresión de organización popular, este elemento adicional eran las fuerzas armadas, que se encargaban de reprimir y que fueron un factor decisivo para desmontar el levantamiento indígena. Esto también dio paso a la instauración de la dictadura militar que se mantuvo por más de seis décadas, posterior a la masacre.
Aunque la historia recuerda que en tiempos de la administración de Pío Romero Bosque, gobernante que antecedió al presidente Arturo Araujo, quien fue derrocado por Martínez, se cometieron hechos represivos con la utilización de fuerzas militares. En el libro “El Salvador, 1932” de Thomas Anderson recuerda por ejemplo la represión y capturas de muchas personas que simpatizaban con ideas “izquierdistas” o por “agitación sindical”.
¿Por qué se inaugura la dictadura militar a partir de 1932?, advierte Mejía, y responde al mismo tiempo, “primeramente, los Meléndez Quiñones entran al poder tras el asesinato de Manuel Araujo, en 1913 hasta el año 1927. Los Meléndez Quiñones aunque eran civiles su régimen se caracterizó por violar los derechos fundamentales de la ciudadanía y violar los derechos políticos de la ciudadanía”, comenta, reforzando además que los mecanismos de represión en contra del pueblo no son nuevos, pues ya vienen de mucha data.
Incluso, cuando se da el levantamiento indígena de los nonualcos, encabezado por Anastasio Aquino, en 1833, las comunidades sufrieron también el despojo de sus tierras, trato inhumano de los campesinos “y eran víctimas de reclutamiento forzado”, estas poblaciones buscaban autonomía. En respuesta el Estado les reprimió brutalmente.
1932 en la historia
Como ya es sabido el tema de la masacre de 1932 en un principio poco se abordó y se invisibilizó por décadas. Algunos escritos, sin embargo, han dado luces sobre los hechos, aunque muchos académicos reflexionan que hace falta un abordaje profundo.
Mejía continuará estudiando estos sucesos, y desde su visión de escritor pretende motivar a las nuevas generaciones a dar seguimiento al tema, y así contribuir para lograr comprender el por qué de muchas situaciones que hoy se viven.
“Una comunidad imaginada es una comunidad de gente que en realidad no se conoce mutuamente”, concluye citando al célebre historiador Yuval Noah Harari.
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