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Los sinvergüenzas

Nelson López*

Allí han estado siempre, case habitando el valle de sombras. Todos ocultos entre páginas y papeles que nadie revuelve, que unos no quieren ver y que otros les cobijan o porque les necesitan o porque les tienen miedo. Pero deambulan por doquier como almas en pena buscando el pacto con la bestia, concientes que cuando la honestidad hizo su aparición los sinvergüenzas ya devoraban carroña, y prolíferos como siempre nacían, crecían y se desarrollaban como las termitas en un árbol caído.

Salieron una vez más y como regalo de navidad se dieron, quién sabe cuántos millones de dólares para ese bienestar que se prodigan a puras sinvergüenzadas sin pena ni gloria y jamás se arrepienten porque así nacieron con ese afán que solamente en ellos podemos ver, admirándoles ese olfato que supera a canes de la DEA que entre los hierros viejos de un furgón se desesperan por los kilos de cocaína que al fin encuentran para saciarse.

Lo único que hicieron fue cambiar las leyes, cambiar las reglas y aprovechar que era la época mas festiva del año para que con los villancicos se confundiera la maniobra, que como siemapre contaría con el silencio de los adoradores del dios Baal y así mantener en el sueño de los injustos a todos aquellos que como ovejas al matadero solamente ven y callan sin reclamar por cada caso que se vuelve estiércol en esas podridas mentes que solo viven para eso, para revolverla y saborearla.

Los sinvergüenzas ahora disfrutan ese mundo que construyeron como a un demonio, desde los cachos hasta la punta de lanza que tiene en la cola, todos en una sola estructura en un solo cuerpo y una sola alma con el distintivo $666 que luego sigue en millones de millones y es lo único que les da vida, para eso viven, sin importarles que unos dos que tres les griten ¡sinvergüenzas! eso es lo de menos, porque sus arcas importan más que cualquier código de ética o moralidades que solo les causa risa.

Aquellos que los requieren y los reaman siempre los cuidarán como a sus perros guardianes porque garantizan que ahí van a paso firme tras los sagrados $$$$ y no les importará que en algún momento se desquicien porque tienen listo el antídoto para aliviarles la rabiosa ambición que los lleva a los espumarajos blancos que por el hocico emanan y desparraman, pero con las primeras dosis eso es un alivio inmediato y vuelven como dóciles bestias a continuar con su devoción.

Solo eso les faltaba, como en un éxtasis de existencia, saltar como coreógrafos eróticos por todo un escenario del Moulin Rouge y dar a conocer ese poderío que les hace explotar en dotes de prepotencia y soberbia, sacando de la jaula a uno de los cancerberos con sus brazas por ojos, para que goce el calor de ese fuego que les alimenta como a seres del averno, y se acueste sobre todos los saquitos, cuidándolos para seguir buscando a otros destinatarios como los sinvergüenzas, que ya olieron adónde está la fuente de inspiración que los mueve y reanima, como a las hienas que hallaron lo putrefacto.

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