Por Mushtaq Mojaddidi/Anne Chaon
Kabul/AFP
Los talibanes afganos anunciaron el viernes el lanzamiento de su ofensiva de primavera, llamada «Operación Mansuri», en nombre de su fallecido líder, indicando que su principal objetivo son «las fuerzas extranjeras» para expulsarlas del país.
El anuncio se produce cuando el ejército afgano está desprovisto de ministro de Defensa y de jefe del Estado mayor. Ambos dimitieron tras el mortífero asalto talibán contra una base militar la semana pasada en el norte del país, que dejó al menos 135 muertos, según un último balance oficial.
En su comunicado, los talibanes avisan de que «el principal objetivo de la Operación Mansuri serán las fuerzas extranjeras, sus infraestructuras militares y de información, y la eliminación de sus mercenarios locales», término que usan para referirse a los soldados y policías afganos.
El ministerio del Interior pareció menospreciar estas amenazas: «Esta ofensiva no tiene nada de novedoso, cada año publican el mismo comunicado, pero sus operaciones fracasan», declaró a la AFP el portavoz, Najib Danish.
El jefe del Pentágono, el general Jim Mattis, en viaje oficial el lunes a Kabul, pronosticó «un año difícil» para el país.
Unos 12.000 soldados de las fuerzas occidentales, entre ellos 8.400 son estadounidenses, están desplegados Afganistán bajo mandato de la OTAN, que puso en marcha la «Operación Resolute Support» para formar y apoyar a las fuerzas afganas tras la retirada de la mayoría de las tropas extranjeras en 2014.
A pesar de este apoyo, el ejército y la policía afganos solo controlan el 57% de los 460 distritos del país, según el Sigar, organismo del Congreso en Washington encargado de controlar las actividades y gasto estadounidenses en el país.
Socavadas por las deserciones y un débil comando, a menudo corrupto y denunciado por los estadounidenses, las fuerzas afganas afrontan importantes bajas, con un aumento del 35% en 2016 según el Sigar, con cerca de 7.000 policías y soldados muertos en los nueve primeros meses.
El general John Nicholson, jefe de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, reclamó este invierno «algunos miles» de soldados más para derrotar a los insurgentes.
Además de los talibanes, una rama local del grupo yihadista Estado Islámico también se enfrenta al gobierno de Kabul, en el este. Desde principios de mes, tres soldados estadounidenses murieron en estos combates.
‘Día de los Muyahidines’
El anuncio de los talibanes coincide con el «Día de los Muyahidines», en homenaje a los combatientes que desde 1979 y la invasión soviética sacrificaron su vida para liberar al país.
Identificados con esta tradición, los talibanes pidieron a sus simpatizantes lanzar atentados suicidas, «ataques complejos y ataques desde dentro» en los que soldados y policías se vuelvan contra sus pares.
Es el caso del asalto contra la base del 209º Cuerpo del Ejército el 21 de abril en el norte, reivindicado por los talibanes. Cuatro de los asaltantes habían servido anteriormente en esta base.
La ofensiva lleva el nombre del mulá Mansur, asesinado el 22 de mayo de 2016 por un dron estadounidense en Pakistán. Mansur había sucedido al líder histórico, el mulá Omar, cuya muerte fue anunciada en julio de 2015.
Los talibanes, como prueba de que se sienten fortalecidos por sus conquistas territoriales, prometen operar simultáneamente «en dos ejes, militar y político».
Ya han establecido una administración paralela en los distritos que controlan, como en Helmand, la provincia de la adormidera en el sur, prácticamente entre sus manos y con la capital Lashkar Gah cercada.
Desde hace varios años, los combates persisten durante la tradicional tregua de invierno.
En los tres primeros meses de 2017, estos combates han dejado ya más de 2.100 víctimas, según un recuento de la ONU.