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Lucky, el perrito amigo

César Ramírez Caralvá

Escritor y Fundador Suplemento Tres mil

 

Jugaba en pequeños sitios de la casa, todo el mundo me parecía demasiado grande,  extensa distancia vista desde  mi balcón hacia el sur de la ciudad, aquello era observar el verde de los prados con pastizales de vacas lecheras, propiedad de familias extranjeras; alrededor había fincas con árboles frutales, incursionar en esas fincas era recoger los frutos prohibidos y franquear cercos de púas.

Un día Lupe nuestra vecina se unió a la alegre parvada de chicos, tenía un perrito llamado Lucky, era un perro cocker spaniel negro con un rayo blanco en el pecho, era inseparable de nuestro paso.

Muchos amigos tenían una mascota similar con nombres raros: Bimbo, Nikita, Chato, Pacum, Cuto, Negro, Pirata, Pulgas, Rocko, Pelusa, Muñeca, Patrón etc. a gusto de cada quien. Lucky fue criado en una casa de chicas, era fiero en la defensa de sus amas, no permitía que nos acercáramos, tratábamos de guardar su distancia.

Como todos los perros aprendió mil juegos, hacia otras tantas gracias, daba la pata, se hacía el muerto, rodaba, buscaba a personas perdidas, saltaba al ritmo de las dueñas, era un fenómeno, no perdía ocasión para entretenernos, su vida era feliz en medio de tanto campo verde.

Lupe y Ana eran sus dueñas, era no solo un juguete peludo sino un hermano que no tenían, le enseñaron a bailar en dos patas, eso debió ser muchos meses de entrenamiento, pero al final era un verdadero espectáculo, hacían un numerito en reuniones familiares, bailaban y el perro echado observando, a una señal se metía al baile y en dos patas giraba como ellas, luego saltaba a otra señal, era un buen acompañante, en cierta ocasión salieron por las calles cercanas entre los campos de cafetales que existían alrededor, pero perdieron de vista a Lucky… desapareció varios días, después le buscamos, ya habíamos perdido toda esperanza, llenos de tristeza nos resignamos uno por uno, al final solo Lupe y Ana seguían en su afán, las pobres recorrían todo rumbo, con resultados desalentadores, pasaron varios días, hasta que una mañana unos ladridos característicos se escucharon por la calle, era Lucky solo que herido y arañado por todos lados, parecía atacado por otros canes, quizás como toda pelea de perros el combate fue sangriento; su llegada provocó una alegría desbordante, en pocas ocasiones los sentimientos son tan genuinos como encontrar vivo a un amigo-perro, le sanaron las heridas le llevaron al veterinario, lo vendaron, inyectaron antibióticos, vacunas, en poco tiempo aquél perro volvió a nuestra vida.

La rutina regresó a nuestro vecindario, había un pequeño muro en el cual solíamos sentarnos a observar la noche para escuchar radiotransistores con audífonos monotonales, la diferencia con los actuales es que aquellos tenían bandas internacionales, así podíamos escuchar rock de otras naciones, Lucky  tomaba su asiento con nosotros, sabía que le daríamos su premio.

Se acostumbró a las rutinas de Lupe cuando visitaba a sus amigas,  Lucky se convirtió en su escolta. Un día Lupe cambió su rumbo y no fue a la casa usual,  el perro si fue a la casa de la amiga y ahí esperó, ladró a la puerta y le abrieron, se quedó largo tiempo hasta que Lupe fue por él, la acción se repitió varias ocasiones, en sorprendente correspondencia.

Lucky parecía adivinar el pensamiento de su dueña, también sus estados de ánimo, era una sombra fiel, pero como buen perro, sus instintos le imponían aparearse, luchar por hembras, combatir con perro de mayor peso, era a las cabales un macho de combate, aunque no siempre ganó, porque luchar con dos perros de mayor peso no era posible.

Un día Lucky desapareció de nuevo, no supimos de él… luego apareció terriblemente nervioso, con los ojos desorbitados, ladrando y gimiendo en forma desesperada, corriendo de un lado a otro y vomitando, echaba espumas blancas, luego de revolcarse en el piso, poco a poco fue languideciendo… que dolor tan intenso por un perro, aquel pequeño lobo fue envenenado por manos criminales.

El grupo se reunió entorno de su cuerpo, mientras Lupe y Ana lloraban inconsolables, nosotros veíamos aquél pequeño ángel postrado, sin espíritu de juego, sin color de vida, la impotencia acumula soledad, tristeza, llanto… nos abandonaba un compañero explorador y su compañía.

Le hicimos un funeral en la pequeña colina de la vecindad, le enterramos con sus collares y juguetes, pronunciamos unas pocas palabras, ese día comprendimos el significado de la muerte.

Conocer la muerte, el dolor, la impotencia ante la injusticia, quizás aquél recuerdo se prolongó por el resto de nuestra vida, aún tengo en la memoria sus ojos pidiendo ayuda, ojos desorbitados, con sus dos patas sobre mis piernas como clamando ayuda, con ladridos lastimeros, prolongados en aullidos…

Tiempo después por las calles vecinas observamos otro perro idéntico a Lucky, al preguntarle a la dueña sobre su origen confesó que hace tiempo secuestró a Lucky sin decir nada para aparearlo con su perrita de la misma raza, así crió algunos cachorros, uno de ellos era ese… que magnífica noticia, aquél amigo lobito seguía vivo en otras vidas, una sonrisa acompañó a Lupe y Ana al saber la noticia, había otros Lucky por ahí…

Ver también

Amaneceres de temblores y colores. Fotografía de Rob Escobar. Portada Suplemento Cultural Tres Mil. Sábado,16 noviembre 2024