Por Louis Genot
Río de Janeiro/AFP
Acorralado por el escándalo de corrupción en Petrobras, el expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) lanzó una ofensiva internacional en la Organización de Naciones Unidas, asegurando ser víctima de una «persecución política».
Los abogados de este ícono de la izquierda brasileña ya habían cantado victoria el miércoles por la noche, al anunciar que el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos admitió una solicitud para pronunciarse sobre las «arbitrariedades» cometidas contra Lula por el juez Sergio Moro, que investiga el megafraude de la petrolera estatal.
El jueves, una portavoz del Alto Comisionado confirmó a la AFP que se «registró» formalmente una solicitud presentada por el expresidente brasileño, pero subrayó que se trata de una formalidad que no implica la admisibilidad, que debe ser examinada.
La Comisión todavía debe examinar la denuncia, oficialmente denominada «comunicación», para determinar si es admisible, precisó.
De momento ésta fue transmitida a la misión de Brasil en Ginebra, que «tiene dos meses para presentar observaciones». «En total, el tratamiento de una denuncia puede durar hasta 5 años», agregó la portavoz.
En caso de admisibilidad, podría derivar, en el mejor de los casos para Lula, en una condena no vinculante contra Brasil.
«Persecución política»
Lula, que cumplió 71 años este jueves, enfrenta juicios por corrupción, lavado de dinero, tráfico de influencias y presunta obstrucción de la justicia en el marco de la investigación Lava Jato («lavadero de autos») sobre millonarios desvíos de dinero en Petrobras. El caso, que estalló en 2014, ya ha dado lugar a duras sentencias y sentado en el banquillo a buena parte de la élite política y empresarial de Brasil.
El expresidente ha reiterado su inocencia en todas las investigaciones y se ha declarado víctima de una «persecución política» que amenaza «los fundamentos de la democracia». Según Lula, la multiplicación de denuncias en su contra obedece a un plan de las «élites» para bloquear su candidatura en las elecciones presidenciales de 2018.
Pero las acusaciones son cada vez más pesadas. La corte suprema recientemente lo incluyó en su investigación sobre Petrobras bajo sospechas de ser presunto integrante de un «grupo criminal», que orquestó el masivo desvío de fondos desde la estatal.
Y la reciente detención preventiva del expresidente de la Cámara de Diputados, el ultraconservador Eduardo Cunha, reavivó los temores de una detención de Lula entre sus allegados.
Derrota histórica en las municipales
«Aunque no tenga muchas esperanzas, [Lula] trata de convencer a la opinión internacional de que es víctima de una injusticia y de que la corrupción es un mal endémico en Brasil», afirma José Augusto Guilhon Albuquerque, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Sao Paulo (USP).
El exobrero metalúrgico mantiene un fuerte prestigio internacional y «sabe que cualquier artículo que se publique en el extranjero tendrá repercusión interna» y podrá acentuar la presión sobre sus jueces.
Su heredera política Dilma Rousseff había recurrido a la misma estrategia, multiplicando las entrevistas con los medios internacionales para denunciar un «golpe de estado parlamentario», en las semanas previas a su destitución a fines de agosto, por manipulación de las cuentas públicas.
«Esa estrategia funcionó al principio, pero los resultados de las elecciones municipales demostraron que la sociedad brasileña, en su inmensa mayoría, rechazaba al gobierno del PT», subraya Albuquerque, en referencia a los comicios del 2 de octubre, en los que el PT perdió más de la mitad de las alcaldías que gobernaba, empezando por la de Sao Paulo, la más poblada y rica del país.
La senadora del PT Gleisi Hoffmann, que fue jefa de gabinete de Rousseff, cree que la situación puede revertirse. «Lula es una figura con un peso inmenso. Resistiremos, con una campaña internacional en muchos frentes para defenderlo», dijo la legisladora a la AFP.
«Por eso, la decisión de la ONU es muy importante», agregó.
Guilhon Albuquerque piensa que «con la denuncia ante la ONU, Lula se dirige sobre todo a sus propios partidarios, diciéndoles: ‘estoy vivo'».
«Lula quiere mantener su control sobre el PT, que está muy dividido», considera.
Muy pocos candidatos del PT reivindicaron abiertamente la herencia de Lula, durante la campaña de las municipales. Y muchos abandonaron el color rojo y la estrella, emblemas del PT.
El exlíder sindical llegaría a la cabeza en la primera vuelta de una elección presidencial -con 15,07% a 27,6% de los votos- pero debido a su alto índice de rechazo podría difícilmente imponerse en una segunda vuelta, según una encuesta publicada el 19 de octubre.