Por Rosa Sulleiro
Sao Paulo/AFP
El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva atribuyó este jueves en Sao Paulo las graves acusaciones de corrupción en su contra a la voluntad de las «élites» de acabar con su vida política como epílogo a la reciente destitución de su sucesora Dilma Rousseff.
«Estoy hablando como un ciudadano indignado», comenzó el exobrero metalúrgico y líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), acusado el miércoles por el fiscal de Curitiba (sur), Deltan Dallagnol, de ser el «comandante máximo» de la gigantesca red de corrupción que desangró a la estatal Petrobras.
En una respuesta eminentemente política, el exmandatario (2003-2010) y posible candidato en las elecciones de 2018, trató de hacer vibrar las cuerdas emocionales del diezmado electorado del PT.
Evocó su trayectoria personal, la del niño del empobrecido noreste que venció al hambre y acabó pilotando la época dorada del gigante emergente, y se declaró «orgulloso de haber creado el mayor partido de izquierda de América Latina».
Reiteró su inocencia frente a las acusaciones que lo colocan en el centro de las investigaciones de la operación Lava Jato (lavadero de autos) y retó a los fiscales a presentar pruebas concretas en su contra.
«No estoy por encima de la ley. Cuando transgreda la ley, castíguenme», lanzó Lula, quien según las encuestas sería el político con más votos en una primera vuelta, pero con tal índice de rechazo que le impediría imponerse en la segunda.
«Sigan atacando, estaré aquí, no voy a perder el sueño (…). La historia mal comenzó. Algunos piensan que terminó. Voy a vivir mucho. Tengo 70 años, pero quiero vivir 20 más», desafió.
Lágrimas
Durante su intervención, en un céntrico hotel de Sao Paulo, estuvo rodeado por un gran número de militantes y de pesos pesados del PT, que lo recibieron al tradicional grito de «Lula, guerrero, del pueblo brasilero».
El expresidente se emocionó hasta las lágrimas cuando recordó, con la voz quebrada, que durante su vida conquistó «el derecho de andar con la cabeza erguida».
«Prueben una corrupción mía, que iré a pie para ser detenido», prometió conmovido.
Junto a él estuvieron también sus abogados, que este jueves denunciaron ante el Consejo Nacional del Ministerio Público las supuestas irregularidades cometidas por los fiscales que le acusaron el miércoles en una concurrida rueda de prensa.
Un «deplorable espectáculo» donde, para los letrados, se violó la presunción de inocencia del expresidente y se emitieron juicios de valor, en un «proceso deliberado de condenación pública».
Las élites
Lula consideró que «el odio» de las élites contra sus políticas sociales explica buena parte de las turbulencias que llevaron a fin de agosto a la destitución de Rousseff en el Senado por manipular las cuentas públicas, un «golpe suave» según describió, que derivó en el encumbramiento de Michel Temer al frente del país.
El penúltimo capítulo fue la destitución del diputado ultraconservador Eduardo Cunha, artífice del impeachment, pero muy desgastado por las acusaciones de corrupción.
«Como en un enredo de folletín, crearon un epílogo: eligieron a Temer, destituyeron a Dilma y después a Cunha; y ahora quieren destruir la vida política de Lula», aseguró.
El mandatario que hace una década maravillaba al mundo a lomos de un Brasil imparable acusó al gobierno de Temer de querer «entregar al capital extranjero» las grandes industrias nacionales, entre las que citó a Petrobras.
Más ácido que de costumbre, volvió a mostrarse muy en forma frente a los micrófonos. No renunció a sus habituales giros de humor ni a las anécdotas de su intensa vida pública, que incluyeron una evocación irónica de su antecesor en la presidencia, el líder socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso.
Afirmando que muchos esperaban el descalabro de un metalúrgico sin estudios cuando ganó las elecciones en 2002, aseguró que el propio Cardoso deseaba que él venciera para truncar la carrera del candidato de su partido, José Serra, y abonar el terreno de su regreso, al apostar por un desastre de la izquierda.
«Mi fracaso no hubiera generado tanto odio hacia el PT», reflexionó Lula.