Emir Sader
Cuando hablé con Lula al final de su primer gobierno, le pregunté cual la más grande enseñanza que había tenido. Él me dijo que, sin apoyo mayoritario, no es posible gobernar.
Después de todos los intentos de ser elegido presidente de Brasil, Lula finalmente lo logro’, fue reelegido, su sucesora, Dilma Rousseff. Tuvo que sufrir entonces los procesos de lawfare, que han sacado a Dilma de la presidencia por medio de un impeachment que, a la vez, llevó a Lula a la prisión.
Habíamos concluido las caravanas dirigidas por Lula por todo el país, volvimos adonde las habíamos iniciado, en el Sindicato de los Metalúrgicos de San Bernardo. A los pocos días, el juez Moro decretó su prisión.
En ese mismo sindicato, la gran mayoría prefería que Lula no se presentara a la policía. Una primera vez, han logrado impedir que Lula lo hiciera. Pero él dijo que él no es una persona para ir a la clandestinidad, que se entregaría y probaría su verdad.
Fue lo que pasó. Después de estar encerrado en la Policía Federal de Curitiba 580 días, cuando el único contacto que teníamos con él era decirle “Buenos días, Presidente Lula”, “Buenos noches, Presidente Lula”, a los que él contestaba encendiendo y apagando la luz de su celda. Fui a visitarlo, el me recibió trasmitiendo su ánimo y mostrando los libros que estaba leyendo.
Hasta que Lula salió de la prisión y retomó su lucha para volver a ser presidente de Brasil, después de probar su verdad, como había prometido. Lula reasumió el liderazgo de los gobiernos latinoamericanos en la lucha contra el neoliberalismo.
La multiplicación de los gobiernos antineoliberales tuvo en la alianza entre Brasil y Argentina su liderazgo. Después de la década predominantemente neoliberal en el continente, vino un período antineoliberal, de dos décadas y media.
Lula consolidó su liderazgo continental y mundial, especialmente con la construcción de los Brics, el fenómeno político más importante del siglo XXI, que reúne a los gobiernos de izquierda más importantes del mundo, enfrentando a la potencia imperialista norteamericana.
En la tercera década de este siglo, Brasil, México y Colombia se vuelven los tres países que mantienen y refuerzan sus programas democráticos y antineoliberales en América Latina.
El liderazgo de Lula en el continente y en el mundo hacen de él el personaje más importante del siglo XXI. Al nombrar a Dilma Rousseff como presidenta del Banco de los Brics, consolida ese liderazgo.
Los Brics coordinan la izquierda del nuevo siglo. Varios otros países, petroleros entre ellos, se han incorporado. Cuando la derecha triunfa, como ha pasado con Argentina, lo primero que hace es renunciar a ingresar a los Brics, como gesto simbólico de reafirmación de la alianza del gobierno de Milei con Estados Unidos y con Israel.
El aislamiento de Argentina en el mundo dificulta hasta la comprensión, desde ahí, del rol de los Brics y del liderazgo de Lula y de Brasil. El abrazo de Lula y de Néstor, a comienzos del siglo, dio inicio al proceso de integración latinoamericana. Desde entonces, la alianza entre los dos países fue esencial para el continente.
Los destinos tan opuestos entre los dos países proyectan roles tan contradictorios entre Lula y Milei. Afecta hasta la visión del mundo desde un país y desde otro. Lula es de los brasileños que más sufre con el destino actual de Argentina.
El futuro de América Latina depende de lo que pase con México, Brasil y Colombia. El liderazgo de Lula es esencial para ese futuro.