Isaac Bigio*
El 7 de abril el expresidente brasilero Luiz Inácio Lula da Silva se entregó a las autoridades para acatar la orden judicial que le ha condenado a 12 años tras las rejas. Lula se entregó luego que sus partidarios organizaron un acto masivo con miles de personas que le fueron a respaldar al local del Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo do Campo donde él estaba.
En marzo 2016 su casa fue allanada pues se le acusaba de haberse lucrado con 8 millones de dólares, con dádivas entregadas por corporaciones que se beneficiaron con su gobierno. Luego en julio 2017 fue condenado a 9 ½ años de cárcel por corrupción, plazo que aumentó 2 ½ años más en la fallida apelación.
Él es el primer exgobernante brasilero que es sentenciado y encarcelado por corrupción, pese a que gran parte de los grandes políticos y de los congresistas de dicho país han estado implicados en acusaciones de tal índole, incluso de mucho mayor envergadura.
Hay dos cosas que llaman la atención:
1) Hay varias corporaciones brasileras implicadas en decenas de actos de corrupción en todo ese país y Latinoamérica, pero no hay muchos escándalos que envuelvan a corporaciones norteamericanas, muchas de las cuales buscan utilizar estos procesos legales para contrarrestar el crecimiento que sus rivales comerciales sudamericanos habían venido haciendo en este siglo.
2) Si bien es innegable que hay muchos casos de corrupción en los cuales han estado envueltos varios dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, hay decenas de congresistas y dirigentes importantes de otros partidos que están envueltos en mayores casos de corrupción que no vienen siendo procesados, incluyendo el actual presidente Temer y su partido, el PMDB, la fuerza que en más gobiernos ha participado en el último cuarto de siglo.
A Lula se le acusa de estar viviendo en un departamento dado por una corporación a cambio de favores políticos. Él aduce que él no es propietario de este y que se le está haciendo una persecución política por haber ayudado a disminuir las graves diferencias sociales durante su gobierno.
El Partido de los Trabajadores (PT) ha ganado todas las 4 elecciones presidenciales que se han dado en Brasil en este milenio (2002, 2006, 2010 y 2014) y, según las encuestas Lula es el favorito para ganar las de octubre 2018.
Toda la estrategia lulista consiste en demostrar, acatar la ley y en aprovechar la cárcel a Lula como arma electoral para ganar simpatía popular. Lula aduce que es hoy un héroe perseguido y el PT va a querer seguir creciendo en las encuestas tratando de inscribirlo como su candidato presidencial y, en caso de no poderse concretar ello, nominar a una figura que debiera ganar los comicios bajo la promesa de liberarlo.
La justicia brasilera ha sido acusada de estar parcializada y que está bajo la presión de la media y de las FFAA. La moralización de un país y las sanciones a todos los corruptos requieren de un sistema judicial independiente.
El encarcelamiento de Lula se da casi al mismo tiempo que en Perú se libera a Fujimori, quien sí tiene graves casos de corrupción y violación de derechos humanos.
La Central Única de los Trabajadores (CUT) que dicho sindicato y que Lula fundaron sigue siendo la más poderosa confederación laboral de Latinoamérica. Esta bien pudo haber llamado a sus afiliados a hacer una huelga o marchas multitudinarias para evitar dicha prisión y antes, cuando Dilma estaba en la presidencia, a evitar que ella sea depuesta.
Sin embargo, el propio PT fue enajenando a su base social con medidas de ajustes e implicaciones en casos de corrupción, y luego con marchas contra el alza de pasajes o las obras de construcción para las olimpiadas y el mundial.
El PT fue echado del poder por el mismo partido PMDB con quien se alió y que fue uno de los dos partidos que la dictadura militar impulsó. En cierta medida Lula y el PT fueron castigados por quienes se favorecieron de ellos.
Como bien dijo Lula, él es partidario de la “legalidad” y no de una “revolución” y ha preferido someterse voluntariamente a pasar condena rechazando públicamente la posibilidad de exiliarse en una embajada, tal como lo ha hecho Assange en la ecuatoriana de Londres o lo hizo Haya de la Torre en la embajada colombiana en Lima.
Brasil está entrando en un proceso de seria crisis política. No se vislumbra ningún candidato que dispute en popularidad a Lula, quien va a tratar de utilizar su prisión como plataforma para que él o su partido vuelvan a la presidencia.
*Analista internacional