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Sao Paolo / Brasil
Sabía que no podía ver a Luiz Inácio Lula da Silva durante esta corta estancia como enviado especial en Brasil. Comprendía que era difícil llegar hasta su celda en la sede de la Policía Federal en la ciudad de Curitiba, en la que se encuentra recluido desde abril último por supuestos delitos de corrupción, un sitio desde el cual no pide «favores, simplemente justicia».
Pero, como diría el escritor Paulo Coelho, «solo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar». Aposté por ese contacto deseado con este ícono de la política brasileña y uno de los hombres que se ha convertido en símbolo de la izquierda latinoamericana.
Hace unos días llegó al correo de este reportero una misiva dirigida a los «queridos amigos de Cuba», que me hizo confirmar la grandeza de este hombre. El Instituto Lula de Estudios Políticos, ubicado en esta ciudad, fue quien hizo posible este peculiar diálogo con este amigo de los cubanos y líder del Partido de los Trabajadores de Brasil.
La circunstancia de estar preso y haber hecho un aparte en su valioso tiempo para responder al llamado de Juventud Rebelde, de opinar sobre la decisión cubana de no continuar participando en el Programa Más Médicos ante las amenazas y provocaciones del presidente electo Jair Bolsonaro, realza el valor de esta misiva, no solo para los lectores, sino para el mundo entero.
A continuación la carta…
Queridos amigos de Cuba,
La salud no es un bien, no es propiedad privada. La salud es vida, primera condición para poder hacer cualquier cosa en este mundo. Los servicios de salud no pueden ser tratados como un negocio cualquiera. El oficio de aquel que vela por la salud de los demás siempre será de los más bellos, siempre será una misión, un acto de generosidad y cariño por el prójimo.
En Brasil los médicos cubanos llegaron a los lugares donde no había médicos brasileños. A muchas comunidades pobres, distantes, algunas de ellas indígenas, que jamás habían sido atendidas por un profesional de la salud.
Muchos criticaron al Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff por traerlos. ¡Qué bueno sería poder prescindir de ellos! Que Brasil tuviera suficientes médicos con los cuales pudieran ser cubiertas todas las plazas del interior y de las periferias pobres de Brasil. ¡Qué bueno sería que tuviéramos, al igual que Cuba, suficientes médicos hasta para exportar a otros países! Es muy bonito ver como una isla latinoamericana exporta médicos a todo el mundo. Mucho mejor de lo que hacen los países ricos, que exportan soldados, lanzan bombas a las comunidades pobres. Cuba por su parte exporta vida, cariño, salud.
Sucede que no tenemos tantos médicos. Brasil fue el último país de América del Sur en tener una universidad, inaugurada en 1922. ¡Y eso porque tenían que crearla para poder otorgar el título de Doctor al Rey de Bélgica! Brasil y Cuba vivieron siglos de esclavitud y de explotación colonial. Pero de los dos solo Cuba tiene suficientes médicos para exportar al mundo.
Antes que el Partido de los Trabajadores tomara el poder, en Brasil la medicina era una carrera exclusiva para el hijo del rico. Antes de la llegada al poder del PT, el hijo del pobre no tenía ni siquiera el derecho de SOÑAR en ser médico. Creamos cupos para negros y estudiantes de las escuelas públicas en las universidades federales, ampliamos los mecanismos para que los jóvenes pudieran estudiar gratis en las escuelas privadas, o en su lugar pagando bajos intereses una vez finalizados los estudios. Abrimos nuevas universidades, incluso cursos de medicina, en el interior del país. Aumentamos la matrícula de jóvenes pobres y negros en la enseñanza superior. Cuando en 2016 tuvo lugar el golpe de Estado a la democracia, con el objetivo de sacar al PT del Gobierno, una de las primeras medidas adoptadas fue impedir la creación de nuevos cursos de medicina en el país. Prohibir la formación de más profesionales de la salud. Un absurdo.
Pero el propio Gobierno de Michel Temer, a solicitud de los alcaldes de las ciudades, conocedores de lo difícil que era encontrar médicos para las unidades de salud, mantuvo el programa Más Médicos desde 2016 hasta 2018.
Cuando los médicos cubanos llegaron a Brasil, intentaron desacreditarlos de cualquier forma. Pero ellos vencieron debido a la calidad del servicio prestado al pueblo brasileño. Por su dedicación, por la atención médica, por sus conocimientos y profesionalidad, por la medicina humana y preventiva que ponen en práctica. Se ganaron el cariño y la gratitud de millones de brasileños que ahora temen perder nuevamente la atención médica que tantas vidas salvó en Brasil.
Lamento que el prejuicio del nuevo Gobierno contra los cubanos haya sido más importante que la salud de los brasileños que viven en las comunidades más distantes y necesitadas.
Agradezco a los médicos cubanos que supieron sobreponerse a las críticas y prejuicios, y nos enseñaron que una medicina más humana no solo es posible, también es más eficiente para mejorar los indicadores de salud de nuestras comunidades. Finalmente los médicos intercambiaron experiencias y conocimientos con muchos médicos brasileños y alertaron a todos sobre la importancia de la medicina preventiva y la atención médica a las familias.
Es por eso que deseo expresar al pueblo cubano: que puede sentirse muy orgulloso de sus médicos y de sus escuelas de Medicina. En Brasil ustedes ganaron millones de admiradores, el agradecimiento de millones de personas.
El distrito de Batinga, en la ciudad de Itanhém, en Bahia, organizó una marcha con la participación de toda la comunidad para despedir al doctor Ramón Reyes, quien durante años le brindó atención médica y supo ganarse la simpatía de todos. Salieron con carteles donde agradecían todo lo bueno que hizo ese médico y esperanzados con la posibilidad de que él regrese algún día. Un homenaje simple y sincero de un pueblo que recibió los atentos cuidados de un hijo de una lejana isla del Caribe, durante décadas cercada por un feroz bloqueo impuesto por el país más poderoso del planeta, y que, aun así, logra exportar médicos y conocimientos.
Los lazos de fraternidad existentes entre los pueblos son más fuertes que el odio irracional de algunos representantes de la élite.
Es la lección dada por los médicos cubanos en tantos países del mundo y también aquí en Brasil.
Muchas gracias
Luis Inácio Lula da Silva