São Bernardo do Campo/AFP
Carola Solé
El expresidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva fue aclamado al grito de «¡Lula libre!», al participar en una misa en la que anunció su entrega voluntaria a la justicia.
La misa se lleva cabo en un camión de sonido convertido en capilla, frente al Sindicato de Metalúrgicos en Sao Bernardo do Campo, en el cinturón industrial de Sao Paulo, donde el exmandatario de izquierda (2003-2010) permanece atrincherado desde hace dos días.
Lo
Lo acompañan varias personalidades, entre ellas la destituida expresidenta Dilma Rousseff, su heredera política.
Un cura enumeró la lista de cinco expresidentes brasileños que en algún momento conocieron la prisión, antes de agregar: «Y ahora… Lula», levantando un clamor de la plaza: «¡Lula libre!», «¡Lula libre!» y «¡No te entregues!», «¡No te entregues!».
«Voy a cumplir con la orden»
El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva anunció este sábado ante miles de simpatizantes que está decidido a entregarse para cumplir una condena a 12 años de cárcel, al final de una misa en Sao Bernardo do Campo (Estado de Sao Paulo) en la que reafirmó su inocencia.
«Voy a cumplir la orden de cárcel (…) y cada uno de ustedes se trasformará en un Lula», afirmó el líder de la izquierda, que se proclamó inocente y acusó al juez Sergio Moro, que lo condenó por corrupción, de «mentir».
Al final de su emotiva alocución, Lula fue llevado en andas por la multitud.
Cuando se entregue a la policía, debería ser trasladado a Curitiba (sur), donde le espera una celda de 15 metros cuadrados.
Según el exmandatario (2003-2010), su condena obedece al propósito de evitar el regreso de la izquierda al poder en las elecciones de octubre, en las cuales es favorito en los sondeos.
«Hace mucho tiempo que soñé que era posible gobernar este país incluyendo a millones de personas pobres en la economía, en las universidades, creando millones de empleos», declaró.
Lula, que es objeto de otras seis causas penales, niega todas las acusaciones y las atribuye a una conspiración de las «élites» para evitar que vuelva al poder.
El juez Sergio Moro le había ofrecido la posibilidad de presentarse «voluntariamente» en Curitiba antes del viernes a las 17H00, pero el exsindicalista ignoró ese plazo y permaneció en su búnker sindical, rodeado por miles de personas que le expresan apoyo día y noche.
«Tenemos que resistir»
«¡No podemos dejar que encarcelen a Lula! ¡No dejen que se entregue! ¡Tenemos que resistir! ¡Estamos aquí para protegerlo!, imploraban a gritos los militantes a los dirigentes políticos que iban entrando en la sede sindical.
Entre los manifestantes estaba Adriana Macedo, una profesora de 54 años de Campinas (Estado de Sao Paulo), que con ojos llorosos decía: «Con Lula preso estamos todos presos. Hoy es el divisor de aguas. Van a acabar con todas las agendas sociales».
La docente se refería a los recortes presupuestarios impulsados por el presidente Michel Temer y sobre la posibilidad de que un candidato con el mismo programa gane las elecciones de octubre.
Lula tiene más de un tercio de intenciones de voto y según las encuestas se impondría en la segunda vuelta frente a cualquier candidato, pero en su ausencia, no hay ningún candidato que claramente pueda heredar del electorado de izquierda.
Recursos hasta el final
Los abogados de Lula presentaron un nuevo recurso ante la corte suprema para suspender la orden de prisión. La víspera, una demanda similar fue rechazada por un tribunal de tercera instancia.
Moro justificó la orden de detención.
«(Lula) fue condenado por lavado de dinero y corrupción. Es preciso ejecutar la sentencia. No veo ninguna razón específica para aplazarla», dijo Moro en una entrevista a la China Global Television Network (CGTN).
Lula es la presa mayor del magistrado símbolo de la Operación Lava Jato, que desvendó una gigantesca red de sobornos enquistada en el Estado, con implicaciones de prácticamente todos los partidos.
La esposa de Lula, Marisa Letícia, falleció en febrero de 2017. Este sábado habría cumplido 68 años. Su nombre figuraba en la causa que llevó a la condena de Lula, como beneficiario de un apartamento en un balneario ofrecido por una constructora a cambio de facilidades para obtener contratos en Petrobras.
Lula siempre negó esos cargos y al despedir a quien fue su compañera durante cuatro décadas y con quien tuvo tres hijos expresó su deseo de que «los criminales que levantaron ligerezas contra Marisa tengan (un día) la humildad de pedir disculpas».
Apoyos y protestas
El Partido de los Trabajadores (PT), que Lula cofundó en 1980, junto a otros partidos de izquierda, así como el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y otras agrupaciones sociales y sindicales organizaron el viernes manifestaciones en unas 50 ciudades y cortaron carreteras en varios estados.
El epicentro de la «resistencia» se halla en Sao Bernardo, donde la voluntad de resistencia dejaba paso a una mezcla de rabia, resignación y desazón.
En Curitiba, otras campanas sonaron.