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M. Rostov: “seres privilegiados”

César Ramírez Caralvá

Escritor y Fundador Suplemento Tres mil

 

Hace muchos años conocí a Madame Rostov en circunstancias extrañas, tal cual son las ocasiones memorables debido a que el tiempo nos revela años después una dimensión insospechada.

Madame Rostov nos recibió con la cordialidad de quién encuentra a compañeros infantiles, como si esperase nuestra visita, aunque era mi primera ocasión de encuentro.

Ella era una anciana amable, de finos rasgos y manos alargadas que daban la impresión de hilos de seda, sus modales respetuosos pero cálidos, mientras su vocabulario distinguía tonos eruditos y acento firme.

En el umbral  de la casa se leía “Filosofía” en un pequeño letrero luminoso, era una casa de principios del Siglo XX, donde según su relató vivió un presidente de la República, ahí nos mostró una notable biblioteca con estantes de vidrio, los títulos eran de teosofía, otros en inglés con portadas orientales, era una extensa sala de lectura, con tantos volúmenes que me pareció visitar una biblioteca especializada de temas orientales; esa tarde charlamos junto a una amiga que me invitó al “Centro Filosófico”.

Poco tiempo después nos invitó un té, encendió una barita de incienso y realizamos una breve sesión meditativa, nos tomamos las manos; en el ambiente me pareció distinguir una combinación de olores: jasmín, vainilla, lila, etc., en cierto momento comenzó a pronunciar un mantra tibetano, con sonidos musicales agudos que se prolongaban con vocalización agradable.

La serenidad reinaba en el ambiente, a pesar que la guerra se pronunciaba en todo nivel.

Al terminar nos relató su vida como novicia en un templo del Tibet donde logró el título de chela, ahí la disciplina y austeridad eran una esfera desconocida para ella; a pesar del sacrificio ascendió en la institución mística.

Tiempo después comprendió que su vida era en occidente y aplicaría sus conocimientos en nuestra nación.

Nos relató un evento que cambió su vida.

Era una noche rutinaria en su vida, después de muchos años de practicar sus ejercicios respiratorios y mientras meditaba, una esfera brillante penetró en su habitación, dibujando un círculo de 360 grados a su alrededor, ella apenas podía mantener la calma, pero educada en la férrea disciplina de la contemplación, sabía dominar su mente y el temor ante cualquier circunstancia en estado meditativo, para eso fue educada en aquellos lejanos templos. Al final nos mostró una foto de su maestro Kutumi y maestra H.P.Blavastky, mientras pronunciaba: “ustedes son unos seres privilegiados”… ahora comprendo sus palabras.

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