Por María Elena Bucheli
París/AFP
El presidente electo de Francia Emmanuel Macron, un centrista con contada experiencia y sin maquinaria de partido, enfrenta a partir del lunes su primer gran desafío: formar un gobierno para librar la incierta la batalla de las legislativas de junio en un país profundamente dividido.
Emmanuel Macron, de 39 años y apenas dos de experiencia ministerial, se impuso el domingo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas a la ultraderechista Marine Le Pen, con el 66,1% de los sufragios contra el 33,9%.
Sin embargo, su amplia victoria quedó empañada por una tasa de abstención récord (25,44%), la más alta desde 1969. A esto se suman los votos blancos y nulos que rozan el 9%, otro máximo.
«Lucharé con todas mis fuerzas contra las divisiones que nos lastran», prometió el domingo Macron, que hereda un país fracturado en el que más de la mitad de sus compatriotas apostaron a los extremos en la primera ronda.
Ante miles de partidarios que celebraron la victoria de este europeísta convencido hasta altas horas de la madrugada en la explanada del Museo del Louvre, el centrista dijo ser consciente de que muchos de los que le votaron no le han dado «un cheque en blanco».
Emmanuel Macron sabe que muchos electores votaron por él sin entusiasmo, solo para frenar a la extrema derecha. Esos votos «por eliminación» en vez de por «convicción» no están ganados de antemano para las legislativas.
Macron, que confía en la «coherencia» de los franceses, pidió a los electores que le concedan en junio una «mayoría de cambio».
Su margen de maniobra al frente de la presidencia dependerá del resultado que obtenga en esos comicios su partido fundado hace apenas un año «¡En Marcha!» y de las posibles alianzas con otras formaciones.
Según un sondeo, su movimiento cosecharía entre 24% y 26% de intención de voto, por delante del partido conservador Los Republicanos (22%), la extrema derecha del Frente Nacional (21% a 22%), la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon (13%-15%) y el Partido Socialista (8%-9%).
En su primera jornada como presidente electo, Macron participó con el todavía jefe de Estado François Hollande, del que fue ministro de Economía (2014-2016), en la conmemoración de la capitulación de Alemania en la Segunda Guerra Mundial en los Campos Elíseos.
El traspaso de poderes entre el presidente saliente de Francia François Hollande y su sucesor Emmanuel Macron será el próximo domingo, el día en que expira su mandato, anunció este lunes.
Hollande hizo este anuncio al margen de la conmemoración de la capitulación alemana de 1945 en los Campos Elíseos, en la que participó Macron, que se convertirá en el presidente más joven de la historia de Francia.
A partir de ese momento se espera que anuncie el nombre de su primer ministro, que dice conocer pero que hasta ahora se ha negado a revelar.
Un vendaval
En apenas un año, desde que fundó el movimiento centrista ¡En Marcha!, Macron se abrió paso en un país en el que dos grandes partidos tradicionales de izquierda y derecha se alternaban en el poder desde hacía medio siglo.
Se los llevó por delante en la primera vuelta con un programa europeísta y liberal en temas económicos y sociales. Para la segunda partía con una ventaja holgada, reforzada en el debate con su rival, pero eso no le impidió un susto de último minuto, con un pirateo informático masivo de documentos cuyo origen se desconoce y que está siendo investigado por la justicia.
Para el mundo estas elecciones son un termómetro que mide la fuerza de los populistas y toma el pulso a la Unión Europea tras el triunfo del Brexit en el Reino Unido.
Alemania fue la primera en congratularse de «una victoria para una Europa fuerte y unida», en palabras del portavoz de la canciller Angela Merkel.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se sumó a las felicitaciones por este voto a favor de un «futuro europeo».
La apuesta política de Macron fue un éxito pero el siguiente paso, las legislativas del 11 y 18 de junio, son una incógnita.
El batacazo político de la derecha y de los socialistas en la primera vuelta y el paso de la extrema derecha a la segunda abre un interrogante: ¿será capaz Macron de conseguir una mayoría parlamentaria y evitar una cohabitación complicada pese a no disponer de maquinaria de partido?
Retos
El hombre que ha zarandeado la política con un nuevo movimiento fascina a propios y extraños. No sólo por su juventud, sino por estar casado con una mujer 24 años mayor que él: Brigitte, la futura primera dama rubia y esbelta que fue su profesora de teatro y estuvo omnipresente en la campaña.
Líderes mundiales de la talla de Merkel y del expresidente estadounidense Barack Obama apoyaron su programa, centrado en la divisa: «una Francia abierta, confiada y conquistadora» en «una Europa protectora».
Macron será el presidente más joven de la historia de Francia, por delante de Luis Napoleón Bonaparte, quien tenía 40 años cuando fue elegido en 1848, y uno de los más jóvenes del mundo.
Tiene cinco años por delante para dirigir un Estado con armas nucleares, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y motor, junto con Alemania, de la UE, cuya zona euro quiere dotar con un presupuesto, un parlamento y un ministro de Finanzas propio.
El triunfo de este hombre con apariencia de niño bueno, formado en las escuelas de élite francesas, cierra una campaña electoral llena de sobresaltos en la que los embrollos judiciales eclipsaron durante tiempo los temas de fondo, acrecentando el hartazgo de una ciudadanía desengañada con los políticos.
Extrema derecha, en orden de batalla
Lejos del derrotismo, la extrema derecha de Marine Le Pen, que celebró el resultado «histórico y masivo» de su partido, prometió continuar la batalla y tomar su revancha esperando posicionarse como la principal fuerza de oposición.
Con más de 10 millones de votos, el Frente Nacional superó el récord histórico del partido. En la misma elección hace 15 años, su padre consiguió apenas 700.000 votos frente al conservador Jacques Chirac.
La líder ultraderechista tiene previsto «proponer una transformación profunda» del Frente Nacional, con el «fin de constituir una nueva fuerza política que muchos franceses reclaman».
Aunque Marine Le Pen, de 48 años, pierde por amplio margen, no es una derrota en toda regla para ella ni para su partido -el Frente Nacional (FN)- que ha convencido a entre el 33,9% y el 35% del electorado con promesas en contra de la inmigración y el euro. No sólo eso, sino que se ha hecho un hueco entre las principales fuerzas políticas del panorama nacional.
«Estaré al frente del combate» de las elecciones legislativas de junio, donde espera superar con creces los dos diputados actuales con una campaña contra la UE, la globalización, los inmigrantes y las «élites» en un país corroído por el desempleo y enlutado por una ola de atentados yihadistas.
Para las legislativas, Le Pen selló un acuerdo con el candidato soberanista Nicolas Dupont-Aignan, quien obtuvo menos del 5% de los votos en la primera ronda de estas presidenciales.
«Lideraré ese combate» electoral, anunció Le Pen, que podría presentarse nuevamente en su feudo obrero de Hénin-Beaumont, donde perdió por poco en 2012.
Junto a las legislativas, otro de los grandes retos de Macron será la economía y, en particular, la lucha contra el desempleo, considerado uno de los grandes fracasos del presidente saliente.
Francia, segunda economía de la eurozona tiene una tasa de desocupación del 10%, muy por encima de la de Alemania (3,9%) y de la del promedio de la Unión Europea (8%).
No obstante, el futuro presidente se beneficiará de una coyuntura económica más bien favorable, tras un ligero repunte en los últimos meses.
Este político inexperimentado también tendrá que asumir el papel de jefe de las Fuerzas Armadas en un país en estado de emergencia frente a una amenaza terrorista latente.