José Roberto Osorio
Sociólogo
A un sabiendo cual es el destino final de los seres humanos, ailment nunca estamos preparados para sucesos de esta naturaleza, sovaldi en particular de personas que merecen toda admiración y respeto. Por ello, la noticia de la desaparición terrenal de Doña Ángela Concepción Mendoza de Peña, ha sorprendido y entristecido. Consideramos a esta nobilísima señora una madre ejemplar e histórica, por ser la procreadora de un número de hijos, todos los que se comprometieron directamente con los procesos de cambio de nuestro país, demostrando ser luchadores totalmente involucrados en el proceso revolucionario. Quien de los hermanos Peña sobrevive, aun se encuentra entregada con esfuerzo a la tarea democrática de continuar mejorando las condiciones de vida de salvadoreños y salvadoreñas que aun se encuentran en situación de exclusión y vulnerabilidad.
No es difícil imaginar las innumerables noches de angustia y desvelo de Doña Ángela, no tanto por la preocupación de las amenazas a su propia persona, sino por la condición del hijo y las hijas que se encontraban combatiendo en la primera línea del proceso de transformación integral del país.
Tampoco es complicado entender el dolor intenso sufrido por la pérdida en acción de la mayoría de sus amados hijos. Sentimiento profundo que se habría matizado con el orgullo de haber entregado los frutos de su amor para incorporarse al liderazgo y dinamización del proceso de liberación del pueblo salvadoreño.
Sin duda, que hay muchas madres y familias que perdieron a sus hijos durante el conflicto, combatiendo del lado de la democracia. En el caso de Doña Ángela, todos se involucraron en la lucha y la mayoría entregaron su vida en demostración clara de sus principios y verdadero amor a la Patria. Por otra parte, es muy difícil pensar que tales decisiones no contarán con la bendición y consejo de una madre tan amorosa con sus hijos.
Ahora, cabe esperar que se encuentre en un estado en que no puede sufrir más. Pareciera que se ha ido, cuando ha considerado que ya todo estaba bien y que se podía prescindir de su valiosa presencia, en particular, su familia.
Desempeñó, a nuestro juicio, un amoroso acompañamiento a los hijos e hijas en su firme decisión de entregar su vida por la liberación del pueblo, hasta las últimas consecuencias. Se ha confirmado como una madre símbolo, sumándose a las muchas madres y familias que también entregaron a su prole para que lucharan por la democracia.
Hace muchos años, cuando todo comenzaba, conocí a la familia Peña Mendoza, en particular a Felipe, su casa en la Colonia Centroamérica y no sé porqué recuerdo el carrito familiar de color celeste de una marca muy difundida en la época. Felipe, exhibía una inteligencia vivaz y un carácter alegre y contagioso. Virginia no podía esconder su elevada capacidad intelectual y había elegido estudiar Física. Sus hermanas menores, mostraban una gran energía y actividad y era previsible que siguieran el mismo camino, como al final lo hicieron.
Es posible pensar que Dios se alegra cuando llama a su presencia a personas de las elevadas calidades morales y humanas como las de Doña Ángela, para disfrutar de su compañía. Ojalá, pero los que aquí seguimos, especialmente su familia, sentiremos el vacío y la pena de su partida hacia el Señor, no sin antes haber cumplido una misión ejemplar.