Licenciada Norma Guevara de Ramirios
A los maestros y maestras en su día, felicitaciones, y el reconocimiento a su insustituible papel en la formación de seres humanos.
El sistema educativo, en cualquier lugar y tiempo, está bastante determinado por los intereses de quienes gobiernan y estos, a su vez, en función de quienes dominan económica e ideológicamente; pero, en el marco de tales limitaciones, el maestro y su sensibilidad, como parte de la sociedad, realiza una obra fundamental, a veces desde la rebeldía.
Los materiales para enseñar, los ambientes escolares, los marcos curriculares, pueden cambiar, pero lo que no puede ser sustituido son los valores, la perspectiva personal del maestro para apreciar la condición de sus estudiantes y dedicarles la atención que marcará su vida.
Quién no recuerda a la maestra o maestro que le enseñó a leer, o el misterio de los números, a viajar en tiempos pasados o futuros con la imaginación; por ello es el cariño del estudiante el que perdura, pues los aprendizajes se mejoran con el correr del tiempo, así como el interés cultivado para aprender.
Nuestra escuela salvadoreña sigue siendo pobre, pero ha dado saltos. Dejó atrás el tiempo en que había que pagar para matricularse y mantenerse, aún en los centros educativos públicos; mejora infraestructura en algunos casos mientras sigue precaria en otros; sin dejar de lado que por falta de servicios sanitarios se está a punto de cerrar escuelas.
El maestro y la maestra son los testigos de las carencias y son los testigos de las promesas que cada niño, niña, adolescente y joven representa; por eso las autoridades deben escuchar al maestro para realizar una política educativa, cosa que no siempre ocurre.
Fácil resulta reconocer en los estudios lo que representa el nivel de escolaridad para una nación, lo que representa un grado más en las posibilidades de trabajo para el futuro de los jóvenes, pero qué difícil es que se priorice desde los gobiernos la atención y los recursos, desde la formación del docente hasta su colocación y pago digno.
Ahora, muchos maestros de mayor edad temen que el gobierno de turno les aplique la regla que impusieron a los jueces y a los policías, obligarlos a dejar de trabajar por haber alcanzado los sesenta años, porque el gobierno que tenemos desprecia la experiencia y cierra los ojos ante los móviles que, en muchos casos, mantienen al maestro trabajando ante la posibilidad de una exigua pensión del sistema privatizado desde 1997.
Los maestros enseñan en las aulas, pero también han enseñado a luchar por lo justo; esa es el principal legado de la gremial que se formó luchando en los años sesenta del siglo pasado y que escribió con hambre y con sangre las batallas que permitieron, paso a paso, logros que perduran pero que a estas alturas son insuficientes, me refiero a ANDES 21 DE JUNIO.
Aquellos maestros, como Mélida Anaya Montes, Mario López, Guerrero Chamul, Ramón Guardado y tantas y tantos que con sus batallas en las aulas, como maestros y maestras excelentes, profesionalmente y humanamente, también lucharon como patriotas para alcanzar mejoras y, sobre todo, liberarse de ser serviles al oficialismo en medio de una dictadura.
La educación liberadora, humanista, racional, positiva, como enfoque de cada maestro, sin duda será fundamental para cumplir una función a pesar de las limitaciones del sistema y, en ese sentido, la organización gremial ha sido un vehículo para construir no solo plataformas reivindicativas, sino teoría y enfoques pedagógicos que ayuden a mejorar su condición.
La deuda social y especialmente gubernamental con los maestros, por sus demandas de mejora salariales, de apoyo con recursos para garantizar la gratuidad, de mejora de ambientes escolares, de la dotación de equipos para maestros y preparación de los mismos, ameritan la solidaridad de otras organizaciones de trabajadores.
A mayores adversidades, como las que enfrentamos en este tiempo, mayores requerimientos de organización, de reflexión y de lucha; de esto no escapa nuestro magisterio que ha jugado, juega y seguirá jugando un papel de primer orden en el desarrollo humano y técnico de nuestra sociedad.
En este mes y día de las maestras y maestros, de todos los niveles, hagamos el debido reconocimiento, acompañando sus exigencias en seguridad social y laboral. Por su nivelación de ley, por una pensión digna y por mejora en los ambientes laborales en que se desempeñan.