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MAESTRO(A), ¡LIBÉRATE!

Por: Licenciada Norma Guevara de Ramirios

“Los mejores maestros son los que te muestran dónde mirar, pero no te dicen qué ver”

(Alexandra K, Trenfor)

El 22 de junio se celebra el Día del Maestro y la Maestra en nuestro país, un buen día para agradecer su dedicación a la formación de seres humanos.

Especialmente la formación de los primeros años, cuando nos hacen aprender a leer y escribir. Gracias, maestras y maestros.

La historia, que también nos enseña, nos muestra los procesos por los cuales ha transcurrido el sistema educativo salvadoreño y, en particular, el recorrido de una profesión, una vocación y un apostolado, el de nuestros maestros y maestras, entre los que encontramos verdaderos patriotas, como Alberto Masferrer, Francisco Gavidia, Mélida Anaya Montes y tantos otros.

Pero cada salvadoreño que asistió a una escuela, a un colegio, tiene en su mente a sus mejores maestros y, sin duda, cada maestro o maestra está en la mente de muchos de sus alumnos y exalumnos.

El magisterio como vocación es, y fue de muchos, sentir la necesidad de educar, de formar personas, de enseñar con la esperanza de que existan mejores seres humanos; pero también el magisterio es una profesión, y quien la ejerce tiene derecho a disponer de condiciones adecuadas y entre esas condiciones está la sensación de ser respetada y de ser adecuadamente remunerada.

En 1997, tres años después de la firma de los Acuerdos de Paz, se aprobó la Ley de la Carrera Docente y, en ella, se sintetizaba un conjunto de leyes que por separado regulaban el ejercicio docente. Esa ley estableció, por primera vez, el derecho a revalorar el salario cada tres años, reguló el escalafón y la forma de acceder a una plaza.

En aquel momento, esto representó un cambio positivo y muy importante, porque en el pasado, para cualquier aumento o reivindicación magisterial, mediaban luchas con huelgas; desafortunadamente, esos derechos consignados en la Ley se han negado en los últimos cinco años.

En ese mismo tiempo, muchos maestros se negaban a jubilarse, porque la regulación de las pensiones tenía un techo o límite superior equivalente a mil doscientos colones (el cambio real era aproximadamente seis colones cincuenta centavos por un dólar).

Pero en ese mismo año, también con votos de la derecha, se privatizaron las pensiones. Pasar al sistema privatizado fue obligación para todo trabajador de 37 años o menos. La forma de percibir aquel cambio (por el cual los diputados y diputadas del FMLN no votaron) era distinta, la mayor parte de los trabajadores creyeron la propaganda, según la cual, un sistema privado era mejor que el público.

Ahora, quienes tienen 25 o más años de laborar en el magisterio, saben que no es así y, nuevamente para muchos, aun teniendo el tiempo y la edad para jubilarse, se niegan a hacerlo porque la pensión de las AFP es demasiado baja.

Atender por parte del estado a un sector social y profesional dedicado a la formación debería ser prioritario, pero a juzgar por lo que ocurre, están lejos las autoridades de hoy de enforcar como prioridad la educación, y dentro de ella las condiciones de respeto, dignidad y remuneración justa para los maestros y maestras.

En las condiciones recientes de temporal, quedó retratada la precariedad del sistema educativo, con escuelas llenas de agua, en condiciones inadecuadas para la enseñanza.

Y peor resulta el intento del gobierno de turno de someter a la comunidad educativa, obligada a acudir a concentraciones como la del 1 de junio, presionados para convertirse en espías de sus propios alumnos, a guardar silencio sobre condiciones inadecuadas de sus escuelas y atemorizados porque a muchos se los han llevado a la cárcel, aplicándoles el régimen de excepción por cualquier invento.

Cuando la Asociación de Maestros (ANDES 21 de junio se formó) fue reivindicando su propia dignificación, como profesionales de la educación; muchos padecieron la represión y hasta la muerte por ello, pero labraron un camino de luchas y conquistas importantes, no solo para ellos, sino para el estudiante. Con las condiciones deplorables de hoy, con el irrespeto a derechos conquistados no queda más que desear que las maestras y maestros salvadoreños se liberen del sometimiento irracional a prácticas nada educativas.

Los fines de la educación, son claros, se debe educar para lograr el desarrollo integral de la personalidad en su dimensión espiritual, moral y social; contribuir a la construcción de una sociedad democrática, próspera, justa y humana; inculcar el respeto a los derechos humanos.

Es hora, pues, de que el magisterio luche contra la injusticia y haga valer las conquistas alcanzadas para su dignificación y  para un mejor servicio educativo.

Felicidades maestras y maestros salvadoreño.

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