Por Wilfredo Arriola
¿En qué momento decir No se complicó más que saber hablar? La respuesta podrá ir más ligado a la intención de salvaguardar nuestra reputación tanto laboral como personal. Ante esa disyuntiva que plantea lo “catastrófico” del resultado de esa palabra tan sencilla, también abre paso a la consideración del porqué se escatima tanto en el qué dirán o ¿estará más ligado a cómo nos sentimos consigo mismo después de negar una petición? ¿Nos cuesta soportarnos después de haber negado algo? ¿Dudamos de nuestros valores tanto de ética como moral? El resultado influirá tanto en quién emite el juicio de comprensión o condena. ¿Nos entenderán? ¿Quién es el que ocupa el lugar del egoísmo? Todas las respuestas seguramente derrumbaran algo por delante, porque la verdad tiene esa característica, incomoda.
La necesidad hace que el comportamiento de las personas varié ante lo que son y lo que necesitan, esto puede variar y puede también dejar abierta la puerta de la impostura. Algunos cambian ante la necesidad otros huyen para afrontar en soledad lo que les ocurre, en ese camino también están los que abusan para su propio beneficio. Prado en alguno de sus aforismos explica la situación: “El ingrato sólo quiere que le soluciones sus problemas para prescindir de ti cuando ya no los tenga”. Y eso se convierte en una puñalada de frente para quien obra con buena fe, no solo esa idea, hay quienes al onceavo favor se sienten mal de no recibir el mismo trato que recibieron en los diez anteriores, en ese momento es importante cuestionarse ¿en rehén de quién nos estamos convirtiendo? La sabiduría popular también muestra perfiles al tratar este tema: “Cuanto menos favores pidas más se te serán concedidos en tu necesidad”. También están los que invierten, los que hacen para que sean tratados de esa misma manera en caso ellos lo llegaran a necesitar. El secretismo de la inversión que viste de buen postor al que lo practica.
De muchas maneras siempre quedará ese buen sabor de boca de hacer lo correcto aunque en muchas ocasiones como claramente se dice: que si hay algo peor que ser malo es ser justo. La justicia en muchas ocasiones también deja sabores de boca en igual o mejor medida que saber hacer un favor y es hacerlo por duplicado, porque uno enseña a valorar y en esa misma vuelta nos hacemos el favor de estimar nuestro tiempo e intenciones. Hay enseñanzas que duran más que un favor pasajero porque se recuerdan al inicio con amargura, luego con resentimiento y al final se transforma en madurez y experiencia. No siempre lo sabremos, pero sin lugar a duda nos hemos convertido en maestros silenciosos dando muestras de maestría para algunos, conocidos, clientes, amigos, vínculos íntimos, etc. En muchas ocasiones una negación se convierte en un Si con dignidad, y esa durará para siempre. Nos hacemos mejores con errores y esto conlleva la experiencia, aunque tener experiencia no es sinónimo de calidad, los años pueden representar una suma de tiempo transcurrido, pero la forma de entender el pasado errado de una manera más asertiva es asunto de observación e internalización de lo sucedido. Decir No, es ese pilar para la formación de la lucidez y a veces es necesario saber ocuparlo.