Myrna de Escobar
Un peculiar fenómeno cultural se vive desde hace poco más de un año en la Plaza Libertad, lugar donde el pueblo se aglomera cada tarde para echarse una bailadita en plena calle, al ritmo del Combo Cuscatleco. Sin duda una cita ineludible para esos pobladores amantes de la cumbia, sedientos de olvido y distracción en medio de la pobreza.
No hay lugar para los formalismos o atuendos especiales. El que quiere se suma al baile mientras va de paso. El ruido febril de la Cumbia Sampuesana, El Jugo de Piña o Juana La Cubana los arrastra a la pista embriagados de malicia con bolso en mano, comprados, delantal, con maquillaje o sin maquillaje, con chanclas o yinas, sin invitación. Celebran, la pasan bien, matan las penas bailando y coreando canciones populares. Esto me sorprendió cuando vi los primeros videos en TikTok, luego lo atestigüé en una tarde lluviosa. Estaban todos apretujados bajo el Portal La Dalia, gozando a su manera. La tarde se convierte en un carnaval de emociones para nacionales y extranjeros donde lo importante es bailar solo o con otros, mostrarse al mundo, ser parte de esa fiesta colectiva que envuelve la plaza. Los curiosos aplauden, toman videos, les rodean y la gracia de la mujer salvadoreña, sin importar la edad, aflora. Llueva, truene o relampaguee, siempre están ahí, la fiesta no para. Una experiencia propia del carnaval de San Miguel donde las bandas y los bailarines se toman las calles en fechas establecidas en el calendario, pero no a diario, como si sucede en las plazas del centro. Youtuberos y tiktokers les siguen el paso cámara en mano, no los pierden de vista, visibilizan las historias de vida de este particular grupo de artistas improvisados por la realidad del desempleo y la necesidad, pero que se niega a morir.
De ese selecto grupo de artistas, y fiel a mi compromiso con la palabra, deseo destacar a Mamá Catita, la bailarina más longeva (86 años) quien hasta el 19 de diciembre del presente año 2022 formó parte de esa fiesta callejera en las principales plazas del Centro Histórico de San Salvador. Tristemente el 21 de diciembre, un suceso apagó su vitalidad y se robó a la bailarina. Fue atropellada por un automotor de regreso a casa.
A Mamá Catita no le importaba bailar sola, vivía las notas a su estilo, reía y era feliz inventando pasos con ese grupo de extraños aventureros, que constituían su familia artísticamente hablando. Le enorgullecía haber sido parte del elenco de modelos del programa Domingo para Todos, junto a Verónica Guerrero y el conductor Max González. — lo registra un periódico digital del 2004 — saliendo del anonimato a sus 71 años de vida, tras la muerte de su esposo.
Tenía el espíritu y el alma de una persona de 33 años para su edad corporal, lo cual explica el entusiasmo y energía al bailar. Rebosaba de alegría, algo que todos en la plaza y en las Redes Sociales admiraban y envidiaban. Mientras muchos nacen cansados o se entregan a la pereza, ella era imparable.
Cada tarde compartía, irónicamente, la sonrisa que brotaba incontenible de sus ojitos irritados a falta de gotas. Solo se ausentó por el COVID, pero volvió a la plaza al día siguiente de recibir el alta médica. Se retiraba a las 5:30 y regresaba a casa a las 8:30 PM. Sola, como llegaba, en autobús. Nadie podía retenerla, y a pesar de los ruegos de su familia salía con su maleta de ropa y zapatos que casi nunca vendía, para terminar, haciendo lo que más amaba, bailar. Así se ganaba la vida. Sobrevivía con las monedas que el público le daba y con la ayuda de compatriotas extranjeros quienes le enviaban su dinerito para comprar sus cositas. —según cita una fuente periodística digital.
A petición de bailarines y demás visitantes del lugar, los restos de esta salvadoreña admirable fueron velados en la plaza Libertad el 22 de diciembre, y enterrados en San Salvador el 23. ¡Descanse en paz, mama Catita!
Ojalá hubiera más Catitas para celebrar la vida y vivirla con pasión inigualable, pero sobre todo una vida digna para nuestros adultos mayores, sin excepción.
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