Luis Arnoldo Colato Hernández
Educador
Recientemente las NNUU lanzaron un llamado de atención al ejecutivo salvadoreño, por la desmedida propaganda que despliega frente a la población.
Debemos sumarle la denuncia que hiciera REUTERS meses atrás, que refiere como el estado salvadoreño realiza un extraordinario uso de recursos para comunicaciones de la presidencia, y que porcentualmente refiere, es considerable en relación a los exiguos ingresos del país.
Y es que el informe en cuestión señala como el propósito no es informar, entendiéndose como tal la transmisión de saberes y conocimientos de utilidad pública, sino apuntalar la imagen presidencial reforzando el discurso y la narrativa oficial, así como difamar y erosionar políticamente a la oposición.
Podemos entonces corroborar como el ejecutivo ha realizado sendas inversiones en medios informativos, cuya tarea diaria es la de construir una imagen afirmativa y alienante del ejecutivo, por completo alejada de la realidad, mientras se procura arruinar a quienes elevan una opinión discordante a la oficial.
Esto tiene el objetivo prioritario de lograr entre la población, una aprobación irreflexiva de la actual gestión en el ejecutivo, destacando logros inexistentes de su parte mientras supone una prosperidad sin paralelo en la historia reciente de nuestro país.
Por supuesto tales niveles de propaganda han redituado la tácita aprobación entre la población de la administración, sin consideración de la realidad que le toca vivir.
Así, no ha sido toda una pérdida total, pues sí ha habido una sensible reducción de la criminalidad, que no supone empero la conquista de ninguna seguridad objetiva para la población, como lo afirma la narrativa oficial.
Lo cierto es que impera la corrupción, la mitomanía, la impunidad, la improvisación y la cleptocracia, al grado de ser comparativamente similar a los peores días de los regímenes militares y arena, cuando los vejámenes del oficialismo impusieron el feudalismo como modelo gubernativo.
Así tenemos, por ejemplo, que el régimen desvía ingentes recursos a la manutención del periódico que fundara, y que no hace más que difundir propaganda, donde las loas y la autocomplacencia son lo único que sus pocos lectores obligados pueden apreciar.
Se suman a este la miríada de youtubers que el régimen a contratado con el objeto de elevarlo a la categoría de leyenda, mediante una narrativa plagada de falsedades y bulos fantasiosos que hacen suponer logros imposibles e irreales, que son aprovechados por timadores que expolian la sencillez de los crédulos, a los que ahora el gobierno advierte se marchen, siendo primero quién favorece su llegada por precisamente explotar la simpleza de nuestra gente.
Y qué decir de las radios, televisoras y canales en red que también ha contratado para ese fin, que suponen la erogación de ingentes recursos necesarios a salud, educación, infraestructura y seguridad judicial, para los que ahora se aplaza la obligación atención estatal, mientras se favorece la mentira y la difamación.
En consecuencia el país ha degenerado en un reino de desinformación que responde a intereses político partidarios, mientras se niega a las mayorías fundamentales derechos con el solo afán de perpetuarse el régimen en el poder.