París / AFP
«¿Quién les autorizó a mutilarnos de por vida?», lanzó una manifestante a los policías que custodiaban una protesta de «chalecos amarillos mutilados», el domingo en París.
Eran entre 300 y 400 manifestantes que protestaban en calma contra «las mutilaciones policiales», y para reclamar la prohibición de las balas de goma y de ciertas granadas lacrimógenas, «inútilmente peligrosas».
Según los organizadores, desde el inicio de este movimiento de protesta contra el gobierno de Emmanuel Macron, el 17 de noviembre, «23 personas quedaron tuertas, cinco perdieron una mano, a otra se le amputó un testículo, una ha perdido el sentido del olfato y unas diez más» sufrieron heridas graves.
El ministerio del Interior informó a mediados de mayo que 2.448 manifestantes y 1.797 agentes de policía habían resultado heridos hasta entonces.
«Los culpables deben ser castigados, ya sea los mandos si dieron la orden de hacer daño de esta manera a la gente, o los policías que lo hicieron por iniciativa propia», explicó Antoine Boudinet, quien perdió una mano en diciembre en Burdeos (suroeste) por la explosión de una granada lacrimógena, que recogió.
A su lado, Dylan, de 18 años, quien resultó gravemente herido en un ojo por el estallido de una granada a finales de abril en Montpellier (sur), narró: «Todo cambió en mi vida. Por ejemplo, tenía que pasar mi examen de conducir y ya no puedo».