MANIFIESTO DE MAESTROS
Por Armando Molina, escritor y crítico de arte
A estas alturas del presente 2021 ya todos sabemos que el arribo de la pandemia de coronavirus el año pasado trastornó nuestra cotidianidad hasta sus cimientos más insospechados: la salud, la economía, la política, la cultura, el trabajo, las interrelaciones humanas, el espíritu. Para resumirlo: la Vida.
En el ámbito de la cultura y el arte nacional el trastorno fue total para un rubro que, como ya sabemos quiénes vivimos en ese espacio, es usualmente olvidado y mal atendido en nuestro país. Han pasado ya dieciocho meses desde el comienzo del azote del virus letal en la vida planetaria y si bien es cierto se ha avanzado mucho en la lucha sanitaria contra la enfermedad, una cosa queda clara: nuestra cotidianidad y actividad humana ha sido alterada en su esencia para siempre. Esto es categórico.
A pesar de esta drástica alteración en nuestras vidas es halagüeño y optimista observar en nuestro ambiente local ciertas señales de una emergente vida cultural, si bien es cierto tímida (o precavida), pero que pugna por salir de ese hoyo real en que ha caído debido a los embates letales de la pandemia y su combate.
Con reservado entusiasmo y acumulada curiosidad llegué al Centro Cultural de la Embajada de México en San Salvador la pasada noche del 2 de septiembre, para asistir a la inauguración de la más reciente exposición de arte salvadoreño, intitulada “De lo latente a lo manifiesto”, en la que cuatro artistas nacionales de larga andadura en el ámbito de las artes plásticas presentan al público sus más recientes trabajos en papel. Los artistas en mención son Francisco Zayas, Nicole Schwartz, Grace Guirola y Giovanni Gil, cuyas obras plásticas y trayectorias profesionales han sido exhibidas y reconocidas a nivel nacional e internacional. La exhibición estará abierta hasta el 30 de septiembre y forma parte de las celebraciones culturales que la sede diplomática mexicana desarrolla este mes patrio, en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México y Centroamérica.
La interesante obra en papel que estos cuatro maestros artistas salvadoreños presentan hoy es el fascinante resultado de ese encierro de año y medio debido a la pandemia que azota al mundo, y consiste mayoritariamente en exquisitos monotipos y colografías de mediano formato que transitan entre la abstracción y la figuración y la combinación de ambas, con una marcada tendencia expresionista. Son obras que reflejan una ponderada creatividad temática de parte de estos artistas, subsumidas en resultados altamente lúdicos y expresivos, y que nos presentan un trabajo técnicamente solvente, de resultados asombrosos cargados de reflexiones filosófico-artísticas de evidente madurez, reflejo directo de la creatividad y maestría de oficio de estos creadores.
El texto del artista y catedrático Rodolfo Rojas-Rocha que informa la exhibición al inicio de su recorrido, hace alusión al libro del filósofo Maurice Merleau-Ponty Fenomenología de la Percepción, en el cual el intelectual francés postula, expande y analiza ideas estéticas aplicables al arte, la ciencia y la experiencia humana. La fenomenología es el estudio filosófico del mundo en tanto se manifiesta directamente en la conciencia. Dicho de una forma más ilustrativa: es el estudio de la conciencia, experimentada desde el punto de vista de la primera persona. Su objetivo es describir la forma en que las cosas se nos aparecen en nuestra experiencia, la forma en que experimentamos las cosas en el mundo circundante. Y para resumirlo en términos pragmáticos, es el estudio de las estructuras de la experiencia subjetiva.
En relación con el medio y el aspecto técnico de las obras, el monotipo es el resultado único, de una estampación gráfica (grabado). Es la estampa lograda por contacto de una imagen pintada o dibujada sobre un soporte rígido cuando el pigmento todavía está fresco; por tanto se trata de una pieza única. El monotipo es una combinación única entre el grabado y la pintura, ya que se realiza aprovechando tanto técnicas de grabado como pictóricas para la consecución de un solo original. El resultado final es vital y único, por tanto, exclusivo e irrepetible.
Las obras
La obra de Grace Guirola a mi juicio se nutre de la contemplación y descubrimiento de los procesos de la naturaleza, pero no desde su aspecto superficial, sino desde sus secretos más profundos. La artista ha venido experimentando con la utilización del colorante extraído de la semilla de nacazcol combinado con sulfato de hierro (también trabaja con el añil desde hace 20 años), y las obras que presenta en esta exhibición son el resultado de esa singular experimentación matérica. Con sus ocres y sepia oscuros y lavados aplicados al papel, las expresiones aleatorias que plasman son obras que nos acercan a mundos naturales primigenios y misteriosos, para desvelar cómo la vida despierta desde las profundidades del mundo natural para ser convertidos en una expresión artística en manos de la creadora, y que, con frecuencia, son la materia de los sueños.
Por otro lado, las obras que presenta el artista Francisco Zayas son imágenes abstractas de una excelente calidad que despiertan curiosidad formal y conceptual, además de asombro por su riguroso proceso creativo; especialmente al advertir que no existe ningún rastro de manipulación evidente en ellas. Sus trazos, difuminaciones, pigmentaciones, manchas y la composición de sus piezas registran las intervenciones y pausas creativas pero, sobre todo, son una prolongación de dicha experiencia y son parte del proceso de análisis implícito en sus investigaciones temáticas y sus objetivos visuales, obteniendo con ellos resultados cromáticos compactos de elegancia y belleza óptica insuperable.
En las obras de Nicole Schwartz se observan composiciones de luz y color que sugieren estructuras y superficies orgánicas que aportan una contundente y luminosa belleza, en las que la fuerza de los colores manejados y las combinaciones cromáticas logradas son la fuente de energía proyectada sobre el espacio natural (vegetal) del papel, que resaltan los volúmenes matizados y trabajados con una paleta de colores elegante y mano segura. Esto último añade a los resultados un carácter plástico extraordinario y expresivo único. Hay un asombro genuino al descubrir en ellas la emoción de la pintora, que se percibe tan fuerte que se comunica directamente al espectador sin necesidad del intermediario del objeto. Es la obra de una artista en plenas facultades creativas y óptimas habilidades.
La piezas del artista Giovanni Gil, quien a mi juicio es un maestro grabador por excelencia, son también obras singulares, muy bien logradas técnicamente, y cuya temática general de acuerdo al autor “son una reivindicación del tema femenino y representativas del matriarcado de nuestra sociedad salvadoreña”. Las suyas son monotipos de marcada tendencia expresionista, ejecutadas con total libertad y soltura en una técnica impecable, que nos demuestran hasta qué punto el poder de la evocación puede rebasar la fuerza de la representación. Son obras que transitan por un expresionismo abstracto, con sugeridos y distorsionados elementos figurativos que conforman sus preocupaciones temáticas artísticas, en este caso, el matriarcado salvadoreño.
Para concluir, dos observaciones a manera de corolario: la obra en exhibición de estos cuatro maestros de la plástica salvadoreña viene a servir como un recomienzo de la actividad artística presencial postpandemia, demostrando que el arte salvadoreño si bien es cierto ha sido constreñido en su esencia práctica durante esta aciaga crisis sanitaria, su esencia temática y estética ha emergido triunfante de la pausa. Asimismo, estos veteranos maestros nos hacen partícipes de su experiencia artística y vital, para revelarnos cómo la fuerza de seducción del arte no reside únicamente en su belleza formal sino, sobre todo, en su capacidad para asomarse al misterio de la vida.
San Salvador, 10 de septiembre de 2021