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Manual del Dictador: El caso de Nayib Bukele

Por Colectivo Tetzáhuitl

 Maximiliano Hernández Martínez y Nayib Bukele, similares como dos gotas de agua..

 Maximiliano Hernández Martínez, que gobernó el país con “mano de hierro” de Diciembre de 1931 a Mayo de 1944, de todos los gobernantes que ocuparon la Presidencia de El Salvador por más de 200 años de vida republicana, es el más parecido a Nayib Bukele.

Las únicas diferencias entre ambos es que Bukele no llega al poder por un Golpe de Estado o por el derrocamiento del gobernante anterior y tampoco hizo carrera militar antes de llegar a la Presidencia de la República.

Es decir no se trata del típico dictador latinoamericano, característico de las primeras décadas del siglo pasado.

Por lo demás, sus estilos y formas de gobierno son muy similares y recurren a los mismos métodos e instrumentos para conservar el poder.

Hernández Martínez persiguió a la oposición a la que metió presa, forzó al exilio o simplemente la asesinó.

Impuso un verdadero régimen de terror.

En el discurso gubernamental de aquellos años la oposición política era presentada como el enemigo a enfrentar, dados los supuestos daños que estaba causando al país.

Se fabricó la imagen de la amenaza externa que pretendía instalar el comunismo en el país, impulsado por la Unión Soviética y apoyado por el Partido Comunista de El Salvador (PCS) y el Secretariado Rojo Internacional (SRI).

Para ello construyó todo un sofisticado aparato de propaganda, controló los Medios de Comunicación y creó otros que respondían al gobierno.

Al igual que Hernández Martínez, Bukele desde su llegada al poder diseñó una bien planeada estrategia publicitaria que construyó y difundió una imagen falsa de la Presidencia y de la realidad.

En esta estrategia se decía una cosa pero en los hechos se hacía y se continúa haciendo otra muy diferente.

Hernández Martínez fundó el periódico “Diario Nuevo”, totalmente favorable a su gestión presidencial, para difundir una visión propia de lo que estaba ocurriendo en el país y en el mundo entero.

Bukele también ha fundado y financiado con recursos públicos  un periódico y un Noticiero televisivo manejados desde CAPRES, ambos con el nombre de “El Salvador”, y que se dedican a propagar noticias favorables al régimen.

En estos medios pro-gobierno se adulteran datos, se magnifican acciones gubernamentales y se esconden situaciones críticas que podrían erosionar la imagen presidencial.

El resto de Medios de Comunicación son perseguidos legal y financieramente.

El caso más emblemático es el del periodismo digital alternativo, especialmente el periódico El Faro al que se le ha acusado de evadir el pago de impuestos y responder a los intereses de Fundaciones y ONG’s internacionales que buscan la desestabilización del gobierno.

Internacionalmente, Hernández Martínez generó desconfianza en el gobierno de Estados Unidos y hasta se distanció de este, lo que le permitió construir una imagen y un liderazgo fuerte e independiente.

En el fondo pretendía figurar como un gobernante que respondía a intereses nacionales, los que eran identificados con los intereses de la Oligarquía cafetalera.

Con los años, la administración norteamericana de entonces cayó en la cuenta que Hernández Martínez era el mejor aliado para enfrentar al Comunismo internacional y a sus expresiones nacionales.

Igual ha ocurrido con Bukele.

Un aparente distanciamiento con el gobierno demócrata de Biden y algunos miembros del Congreso estadounidense le han servido para construir una imagen de un Presidente que asegura la soberanía nacional y la defensa de intereses nacionales que podrían verse amenazados por las posiciones injerencistas de Estados Unidos.

Con el tiempo, Bukele como Hernández Martínez, ha resultado ser un aliado funcional a sus propósitos.

De ahí el respaldo que ha recibido de los funcionarios del Departamento de Estado a su reelección inconstitucional.

Así como Hernández Martínez sacó provecho de la crisis económica que vivía El Salvador y toda la región en 1929 con ocasión de la crisis del capitalismo financiero de los años 30, Bukele ha sacado provecho también de la crisis de legitimidad y representación de los partidos tradicionales del país, ARENA y el FMLN, así como de la crisis asociada a la Pandemia del COVID19.

Desde su candidatura en 2019, Bukele articuló un discurso electoral basado en dos expresiones claves: “Los mismos de siempre” y “devuelvan lo robado”

De esta forma figuraba como un candidato y líder diferente a todos los anteriores y que acabaría con la corrupción y con los problemas del país.

Hábilmente Bukele se presentó como “el salvador o redentor”.

Algo así como el “enviado de Dios” para salvar al país y conducirlo por mejores derroteros.

Eso explica sus altos niveles de popularidad a pesar de los problemas económicos, del aumento de la pobreza y del progresivo deterioro de las condiciones de vida de la población.

Esa estrategia le permitió además justificar ante la opinión publica el control y manipulación de las instituciones del Estado.

Bukele vendió la idea de que tanto la Asamblea Legislativa dominada por la oposición, como la Sala de lo Constitucional y el Fiscal General de entonces, Raúl Melara, bloqueaban sus esfuerzos por resolver los problemas de la delincuencia atribuida a las pandillas y los problemas de salud que se agravaron con el COVID19.

Esta idea creó la justificación que Bukele necesitaba para hacerse del control total de la Asamblea, del Órgano Judicial y del Ministerio Público.

En otras palabras, el control ya no solo de la Presidencia de la República sino de todo el aparato de Estado

Hernández Martínez también debió recurrir al control y manipulación de todo el Estado para  ejercer el poder total en el país y reforzar sus rasgos autoritarios y dictatoriales que caracterizaron su gobierno.

En 1939, Hernández Martínez creó un sistema de partido único, el partido Pro Patria, que le permitió tener el monopolio del poder y hacer lo que se le viniera en gana.

La Constituyente de 1939 extendió el mandato de Hernández Martínez hasta el 1 de Enero de 1945, lo que implicó una reforma constitucional que asegurara la continuidad en el poder sin necesidad de celebrar elecciones.

Una realidad política no muy diferente de la actual.

Aunque en estos momentos no se está pensando en gobernar por Decreto Ejecutivo como lo hizo Hernández Martínez, Bukele suele recurrir con frecuencia  a las medidas que sean necesarias para asegurar su perpetuidad en el poder y ejercer la Presidencia en forma autoritaria y excluyente.

Lo más reciente ha sido la manipulación de la Asamblea para aprobar y mantener un innecesario régimen de excepción que ya lleva casi dos años de vigencia.

Esta suspensión de garantías constitucionales ha sido el instrumento por excelencia para mantener bajo control no solo a la oposición y la prensa alternativa sino a toda la población.

Al igual que Hernández Martínez en 1944, la caída de Bukele y su salida del poder solo será posible si rompe su alianza con la Oligarquía, si los Estados Unidos le restan apoyo y si se genera un creciente movimiento  ciudadano que cuestione y se rebele ante su gobierno.

El Manual del Dictador: Hacer algo bueno para el pueblo puede ser muy malo para el poder …

Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith son dos estudiosos de los fenómenos políticos mundiales que en el 2011 publicaron una obra magistral titulada: “El Manual del Dictador” (Por qué la mala conducta es casi siempre buena política).

La primera edición en inglés apareció en el 2011. Dos años después fue publicado en español.

Mesquita es profesor titular de la cátedra “Julius Silver” de Política en la Universidad de Nueva York.

Ha sido además consultor y asesor de diferentes gobiernos de Estados Unidos para asuntos de Seguridad Nacional.

Escribe para el New York Times y Los Angeles Times.

Alastair Smith es Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Rochester y catedrático de Política de la Universidad de Nueva York.

En el 2005 fue galardonado con el premio “Karl Deutsch” por sus estudios sobre relaciones internacionales.

En el “Manual del Dictador” se condensan algunas de las estrategias que han sido cuidadosamente seguidas por Bukele como por otros dictadores del pasado.

Bukele llega al poder a través de una consulta democrática, es decir, por el voto de los ciudadanos.

Como dijimos antes, no tuvo necesidad de deponer al gobernante anterior por medio de un Golpe militar.

Ya en la Presidencia comienza a recurrir a prácticas propias de los regímenes autoritarios que buscan el control total del poder del Estado.

Lo primero que hace es “tomarse” gradualmente las instituciones hasta hacerse del control de la mayoría de éstas.

Primero, nombra un gabinete con personas de confianza y familiares, que son los que garantizan la protección y ampliación del patrimonio familiar.

Los Bukele pasan a convertirse en un clan gobernante con aspiraciones oligárquicas.

La compra de voluntades con recursos públicos provenientes de la partida de gastos reservados, conocida también como “partida secreta” de CAPRES, se pone a la orden del día.

La cohesión de la “coalición” gobernante se garantiza a través de la repartición de bienes públicos o del acceso a los negocios del Estado, tal como recomienda “El Manual del Dictador”.

Son sus amigos de su círculo más cercano, sus familiares y sus financistas en la Oligarquía los favorecidos.

Eso de impulsar una cruzada nacional contra la corrupción no pasa de ser una farsa.

Bukele crea una estructura criminal que manejan desde CAPRES su hermano Karim y su Jefa de Gabinete, Carolina Recinos de Bernal, quienes junto al Presidente detentan los hilos del poder y llevan a cabo un proceso sistemático de Saqueo Público fuera del escrutinio ciudadano, comenzando por la malversación de recursos del Estado durante la Pandemia.

Esta estructura fue identificada por el ex Fiscal Raúl Melara y a eso debemos su destitución y salida del país, luego de la persecución que desató Bukele en su contra.

Todos los fiscales anticorrupción involucrados en esa investigación denominada “Catedral” debieron salir huyendo del país y exiliarse en Estados Unidos.

La persecución política que bien puede terminar en la cárcel o incluso en la muerte es otro rasgo distintivo de una dictadura.

El mecanismo que sigue Bukele para hacerse del control total del Estado inicia con el control de las decisiones legislativas.

Al tener mayoría calificada luego de las elecciones del 2021, Bukele pasa a controlar no solo al Órgano Legislativo sino también al Judicial, al Ministerio Público, a la Corte de Cuentas y a otras instituciones contraloras.

Otro componente de un régimen autoritario que se deriva del “Manual del Dictador” es la manipulación y el control de las instituciones.

Eso lo logra Bukele con el asalto al poder antes referido.

Primero intentó destituir a los Diputados de oposición el 5 de Febrero de 2020 cuando ocupó militarmente el recinto legislativo.

Al no ser posible ese exceso autoritario, a Bukele no le quedó más camino que recurrir a la vía electoral.

Con el apoyo de la Oligarquía y de José Luis Merino del FMLN y de Alba Petróleos, Bukele financió el trabajo territorial y de propaganda de los candidatos a Diputados y Alcaldes hasta hacerse de la mayoría calificada y de la mayor parte de las Alcaldías del país en el 2021.

Con la nueva correlación a su favor en la Asamblea, Bukele y Nuevas Ideas destituyeron a la Sala de lo Constitucional y al Fiscal General en la medida que resultaban un obstáculo para sus propósitos de control y perpetuación en el poder.

De esta forma Bukele llega a tener el control de las instituciones del Estado que resulta esencial para la consolidación de un régimen autoritario y excluyente.

En esta estrategia la propaganda funciona como el “cemento” que se requiere para unir todas las piezas del engranaje de control de la opinión pública en torno a la imagen del Presidente que es presentado como líder indiscutible de un proceso de cambios que no es real, solo imaginario.

La mayoría de la población y de los electores creen que el país está cambiando para “mejor” cuando en realidad se hunde cada vez más en un abismo económico y financiero que profundiza la pobreza y el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de las familias del país.

En otras palabras, los salvadoreños ven a Bukele como su benefactor y “salvador” cuando en el fondo es su verdugo.

Esta distorsión de la realidad es otra de las características del régimen dictatorial de Bukele.

La realidad no se presenta como es sino como el Dictador desea que la gente la perciba.

La creación de un sofisticado aparato de propaganda y desinformación es consustancial a la conservación del poder.

Los volúmenes de dinero público que el gobierno de Bukele gasta en propaganda son chocantes si tomamos en cuenta las necesidades insatisfechas y los problemas económicos y sociales que Bukele prometió resolver y por los cuales no ha hecho nada en 5 años de mandato presidencial.

En “El Manual del Dictador” Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith sostienen que “si la corrupción otorga poder, la corrupción absoluta otorga el poder absoluto”

Este principio lo ha aplicado muy bien Nayib Bukele desde que accedió a la Presidencia.

Más que cumplir sus promesas electorales su esfuerzo y el de sus hermanos se ha centrado en fomentar la corrupción por más que había dicho que la combatiría.

No tenía otro camino si su objetivo era hacer del clan Bukele un grupo empresarial oligárquico, como los ya existentes, y usar el aparato de Estado no solo para conseguirlo en forma ilícita sino para evitar ser juzgado por los delitos cometidos.

Solo el poder y en especial el poder  absoluto garantiza la impunidad necesaria para evadir la justicia y no ser procesado.

Por eso Bukele buscó la reelección a como diera lugar.

Necesitaba de al menos un período más para seguir robando para su clan familiar y sus amigos cercanos y sepultar las evidencias de su propia corrupción con un Fiscal General genuflexo al que puede manejar.

Esta corrupción no solo afecta las finanzas públicas sino que desvía a bolsillos privados dineros que podrían invertirse en programas sociales e infraestructura para el desarrollo.

Como dice El Manual del Dictador: “Hacer algo bueno para el pueblo puede ser muy malo para el poder”.

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